¿No usas Finstagram? Es lo último para probar que tu vida en Instagram es un engaño

El auge de adolescentes con dos cuentas (una aspiracional pública y otra privada con fotos ‘feas’) ejemplifica el absurdo de cómo relatamos nuestra vida en la red.

Lo ha confirmado hasta Kate Moss en una entrevista reciente a la edición mensual de la revista Hello! La modelo más alérgica a exponer su vida en las redes sociales tiene una cuenta de Instagram. Una cuenta secreta. Pero no una cuenta privada sólo accesible a su exclusivo séquito. No, lo que a ella le va es el stalkeo selectivo para saber qué es lo que se lleva: «No me importa nada esa gente que sube fotos de lo que comen», dice, ...

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Lo ha confirmado hasta Kate Moss en una entrevista reciente a la edición mensual de la revista Hello! La modelo más alérgica a exponer su vida en las redes sociales tiene una cuenta de Instagram. Una cuenta secreta. Pero no una cuenta privada sólo accesible a su exclusivo séquito. No, lo que a ella le va es el stalkeo selectivo para saber qué es lo que se lleva: «No me importa nada esa gente que sube fotos de lo que comen», dice, impasible ante las banalidades de la peble, «he tenido que hacerme una cuenta porque si no, no sabría de lo que la gente habla». La rendición de Moss a la red social donde todo el mundo desayuna tostadas con aguacate à la Kinfolk demuestra que, cinco años después de su nacimiento, el músculo de Instagram no se atrofia. Sus 400 millones de usuarios al mes lo ejercitan día a día. Lo que luego cada uno exhibe  es otra historia, aunque se sobreentiende que el storytelling que predomina en la red es ese que idealiza y encasilla nuestra existencia. Selfies impecables, poses a lo Vogue y vida a lo Mediterráneamente. La tristeza no tiene cabida, aunque siempre será bienvenida con fotos de mar picado y alguna cita inspiracional de un escritor maldito. Aquí se juega a ‘estetizar’ la vida  y si no te gusta, vete a Snapchat, dirían los más puristas. Esos son los que posiblemente no entiendan Finstagram, lo último en el absurdo sobre cómo mostramos nuestra vida digitalmente.

El Fake Instagram (Falso Instagram, aunque sus usuarios lo apodan Finsta) –del que llevan un año haciéndose eco medios y blogs como Medium, SheKnows o el New York Times–, vendría a ser cuando un usuario (mayoritariamente adolescente o rondando la veintena) crea dos cuentas de Instagram. Una sera pública con su nombre real y contendrá las fotos aspiracionales de felicidad que se esperan de un adolescente.  Acumulará varios centenares (o miles) de seguidores y seguirá los patrones de conducta de rigor estético de la red. La otra, su Finsta, será una cuenta privada con seudónimo, accesible a unas pocas decenas de amigos, y en la que colgará su lado más payaso y sonrojante. Fotos feas, sin filtros y sin encuadres preciosistas que recogerán bromas, borracheras y momentos cotidianos para los ojos de sólo unos pocos.

«Instagram es donde subes fotos con tus amigos en una fiesta y parece que todos lo estamos pasando fenomenal. El finsta es donde puedes colgar esa foto en la que digas Oh, gracias a Dios que me he ido de esa fiesta, no podía aguantarlo más«, cuenta en el vídeo una de las jóvenes encargada de explicar a los adultos qué es Finstagram. ¿Esquizofrenia digital? ¿Desdoblamiento de personalidad? ¿Pasar el doble de tiempo accediendo a las dos cuentas y doble de tiempo dedicado a la atención de cada uno de esos posts? Sí, a eso dedican los usuarios de Finstagram.

Mientras el New York Times asegura que es ahí donde se captura la «realidad» de la vida de estos usuarios con personalidad múltiple digital (y recuerda el polémico caso de la blogger Essena O’Neil, la semidesconocida que pasó al estrellato global por compartir su epifanía sobre la falsa que era la vida que proyectaba en las redes), cabe destacar que los adolescentes, alumnos aventajados en este ámbito, destacan que sólo porque en Finstagram pongan fotos feas o no se preocupen de los filtros  o el encuadre no significa que capturen su esencia personal. «Se trata de mostrar la vida de dos maneras: por un lado está el ideal, en el que se muestra lo que quieres que la gente piense de ti y luego en tu Finsta puedes ser de una manera para que la gente diga: oh, además de ser cool en Instagram en Finsta es divertida y real». Es decir, en sendos casos se proyecta un personaje, ya sea el «socialmente aceptado» o el «payaso» que puede hacer bromas internas con un grupo reducido y el nivel de autoexigencia para ser aceptado se multiplica por dos. «En ninguno de los casos se trata de retratar la realidad», defiende otra adolescente en el clip que, para futuros lectores horrorizados ante nuevos escándalos de (semi)estrellas que denuncien la falsedad de sus vidas digitales, realiza un aviso de navegantes: «No creo que el objetivo de las redes sociales sea que la gente pueda ver cómo eres realmente, esa nunca será la meta. Si quieres hacer eso, escribe unas memorias, pero no te crees una cuenta de Instagram».

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