Ni «putas» ni «feísimas»: las políticas catalanas se rebelan contra el machismo

Las mujeres del espectro político catalán y asociaciones feministas se alían para denunciar los continuos ataques sexistas que sufren en redes sociales y desde tribunas periodísticas.

Efe

«La mujer cada vez tiene y tendrá más peso y voz en la política española. Es normal que algunos seres de cromañón rebuznen». Así de contundente responde Patrycia Centeno –autora del blog Política y Moda y del libro El espejo de Marx. ¿La izquierda no puede vestir bien? (Ed. Península)–, cuando se le pregunta cómo valora la inquietante escalada de juicios machistas de las últimas semanas sobre las mujeres de la po...

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«La mujer cada vez tiene y tendrá más peso y voz en la política española. Es normal que algunos seres de cromañón rebuznen». Así de contundente responde Patrycia Centeno –autora del blog Política y Moda y del libro El espejo de Marx. ¿La izquierda no puede vestir bien? (Ed. Península)–, cuando se le pregunta cómo valora la inquietante escalada de juicios machistas de las últimas semanas sobre las mujeres de la política catalana. Ella misma publicó hace unos días un post dedicado a uno de esos ‘seres’ en su blog. Una entrada que se viralizó rápidamente y que apuntaba directamente a Alfons Godall. El que fuera vicepresidente de Joan Laporta en el Barça aprovechó para felicitar las fiestas a sus seguidores de Twitter indicando que una militante de la CUP iba vestida «fea de cojones» y que para «ir de revolucionaria por la vida no hace falta tener un look tan desagradable».

Viendo como anda de calentito el patio en Twitter, el columnista Antonio Burgos también debió venirse arriba y publicó el día de Reyes Las Flequis en ABC, un texto que no atacaba a las mujeres de la CUP por su ideología, sino por su físico y donde se preguntaba «¿Por qué las tiorras separatistas, ora vascongadas, ora catalanas, ora de Bildu, ora de la CUP, han de ser tan feas?». No contento con el descrédito gratuito, Burgos describía a las integrantes del partido catalán como «feas, feísimas y nekanes pelorratas» y finalizaba su texto reduciendo la solución al independentismo a un determinismo estético: «no es que quieran separarse de España: es que quieren que las echemos. Por horrorosas y antiestéticas». Otro que también ha entrado al trapo ha sido el periodista y sindicalista Joan Guirado, que dimitió de sus responsabilidades sindicales y ha asegurado que nunca más colaborará con El Periódico después de llamar en Twitter «puta traidora» a Anna Gabriel, diputada de la CUP en el Parlament.  

La cosa se ha ido tanto de madre que hasta la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (Barcelona En Comú) denunció públicamente los ataques sexistas («la situación de Cataluña dará para debatir mucho. Lo que requiere una reacción inmediata es un rechazo absoluto a los ataques machistas contra las mujeres de la CUP») e Inés Arrimadas (Ciudadanos) también ha clamado contra artículos como el de Burgos («por encima de las diferencias ideológicas, es intolerable acudir al insulto de las mujeres por su físico»).

Feministas de Catalunya emitió hace unos días un comunicado a propósito de todos estos ataques asegurando que «es intolerable que la respuesta a legítimos posicionamientos sea a través de insultos claramente machistas que pretenden el descrédito personal e intelectual de las mujeres» y, ayer mismo, tanto Anna Gabriel como Arrimadas denunciaron desde sus cuentas de Twitter que sólo se valorase en sus pies de foto en la prensa como iban vestidas el pasado domingo en el Parlament, mientras del resto de portavoces masculinos se indicó su tono durante sus intervenciones.

Para poner un poco de orden y evidencias de todo lo que está ocurriendo en la actualidad política catalana, la cuenta de Twitter Sí, es masclisme (Sí, es machismo) lleva días capturando las perlas dedicadas a las políticas catalanas en la red social. Allí, entre multitud de improperios, se pueden leer tuits como «cuando habla en la tele la pongo en mute y me toco un poco» respecto a Inés Arrimadas  o el «menuda cara de guarra que tiene» que algún usuario dedica a Andrea Levy (PP).

Uno de los memes machistas que corrió durante la campaña electoral de las elecciones catalanas del pasado 27 de septiembre.

¿Por qué esta impunidad por valorar a las políticas únicamente por su estilo o físico? Porque no sólo pasa en Cataluña. Recordemos otros momentos estelares como el polémico escote de Merkel en la Ópera de Oslo en 2008, los leggings de Kirchner, la que se lió con el traje pantalón de Carme Chacón en la Pascua Militar o cuando recientemente se dijo que Manuela Carmena tenía look de «funcionaria de correos de los años 40» con el único objetivo de desacreditarla. Centeno, que consiguió una rectificación pública de Godall por llamar «feo de cojones» al estilo de la militante de la CUP, asegura que todo viene dado por la falta de costumbre del sector masculino. «El uniforme diplomático occidental (traje, camisa y corbata) fue creado por hombres y para hombres. Nadie se imaginó en aquel momento que la mujer pudiera alcanzar la primera línea política. Cuando las féminas llegan al poder se encuentran con una dificultad más a añadir a su larga lista de problemas: ¿me visto como mis colegas masculinos o creo un nuevo patrón de estilo? Cualquiera que sea la opción elegida, conlleva críticas. Pero creo que es mucho más valiente apostar por la segunda opción y feminizar la estética política. La riqueza indumentaria de la mujer (prendas, maquillaje, accesorios…) es mucho más llamativa (criticable) que la sobriedad (aburrido) que caracteriza a la de un hombre (pantalón, camisa, corbata, camiseta). Por la misma razón es más fácil criticar la estética de la izquierda (pluralidad) que a la de la derecha (uniformidad)».

Ahora que hasta el nuevo peinado del president de Catalunya, Carles Puigdemont, es motivo de burla en las redes y se cuestiona hasta el estilo de Pablo Iglesias, ¿qué línea separa el machismo del análisis del lenguaje corporal e indumentario de una mujer en la trinchera política? Rachel Larris, portavoz de la plataforma Name It Change It, el proyecto del Women’s Media Center y She Should Run contra el sexismo y la misoginia periodística sobre las mujeres en política, defiende que nos podríamos ahorrar todo esto con una solución tan simple como efectiva. «La norma del reverso, la que nos dice que si el término o pregunta no tiene sentido si lo usamos con un político, no se emplee con una mujer. Es asombroso cuánta cobertura informativa sobre las candidatas es absolutamente rídicula si se preguntase a ellos». Lo que viene a ser que antes de tuitear sobre «la cara de guarra» de Andrea Levy, piensa si harías lo mismo si fuese Pablo Casado. ¡Qué ridiculez!, ¿verdad? Pues mismamente eso.

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