25 años del sugerente vestido de imperdibles que sembró el escándalo
Un Versace negro y unos imperdibles cambiaron para siempre la imagen pública de Elizabeth Hurley y la concepción de la moda en la propia alfombra roja.
El 11 de mayo de 1994, los fotógrafos londinenses tenían una cita ineludible: se estrenaba Cuatro bodas y un funeral, la comedia de Mike Newell destinada a convertirse en sinónimo del resurgir del cine británico. Las cámaras buscaban a Andie MacDowell y Hugh Grant, la pareja protagonista, y a la aristocrática Kristin Scott Thomas, y el cómico Rowan Atkinson, populares miembros de un elenco de campanillas… Pero no estaban preparadas para Elizabeth Hurley y su vestido de Versace. Era un modelo negro con con ...
El 11 de mayo de 1994, los fotógrafos londinenses tenían una cita ineludible: se estrenaba Cuatro bodas y un funeral, la comedia de Mike Newell destinada a convertirse en sinónimo del resurgir del cine británico. Las cámaras buscaban a Andie MacDowell y Hugh Grant, la pareja protagonista, y a la aristocrática Kristin Scott Thomas, y el cómico Rowan Atkinson, populares miembros de un elenco de campanillas… Pero no estaban preparadas para Elizabeth Hurley y su vestido de Versace. Era un modelo negro con con imperdibles dorados, escote profundo y la celebérrima medusa, santo y seña de Gianni, en un estilo que el italiano calificó de “neo-punk”. Los tabloides contuvieron la respiración. Al día siguiente, su portada no la ocupaban ni Grant, ni MacDowell ni Atkinson, sino que todos habían sido eclipsados por Elizabeth Hurley y su Versace, al que bautizarían posteriormente con el nombre de “THAT dress”, (AQUEL vestido), así en mayúscula.
Hoy puede parecer extraño pero, por entonces, Elizabeth Hurley era tan solo “la chica de” Hugh Grant. El flechazo se había producido en España, durante el rodaje de Remando al viento, de Gonzalo Suárez, en 1988. Durante esos seis años, Grant se convirtió en el galán británico por excelencia; Hurley, en su acompañante a los saraos. A sus 29 años, se las veía y se las deseaba para ganarse la vida en una profesión, la cinematográfica, que no la tenía en alta estima. Convengamos que sus papeles en Pasajero 57 o Kill Cruise no perviven en la memoria de los grande cinéfilos. Aquella noche, AQUEL vestido, sin embargo, lo cambió todo. No es que Hurley se convirtiera de la noche a la mañana en Greta Garbo, pero sí que cambio su estatus en el mundo de la farándula: le permitió participar, con posterioridad, en exitosas franquicias como Austin Powers y, lo que fue más importante para su cuenta bancaria, firmar un suculento contrato para ser la imagen de la firma de cosméticos Estée Lauder. Según cuenta Stephen Gundle en Glamour: a history, AQUEL vestido: “convirtió a una actriz desconocida en una de las mujeres más sexys y más conocidas del Reino Unido”. De la misma opinión es Angela McRobbie, sin duda, la estudiosa del mundo de la moda más respetada en los ámbitos académicos. O la también la doctora Rebecca Arnold, que opina que: “lo destacable de Liz Hurley es que no se trataba de su premiere. Fue una de las primeras en elegir ropa para promocionarse a sí misma. Algo que muchas otras han repetido cada vez con más intensidad en los últimos años”.
En ese sentido, su influencia no fue solo personal, sino también social. La columnista Claire Cohen aseguraba en 2014 que “ESE vestido” había cambiado para siempre las alfombras rojas, alterando sustancialmente el atrevimiento de las que por ellas pasaban. Según Cohen, por ejemplo, hay que remontarse a AQUEL vestido de imperdibles para entender por qué Miley Cirus se pudo pasear años después por un photocall con tan solo unas pezoneras tapando su cuerpo.
Si Hurley supo robar los focos aquel día, igualmente hábil ha sido a la hora de alimentar el mito de aquella noche. Así, ha declarado que: “fue un favor de Versace porque yo no podía permitirme comprar uno. Sus estilistas me dijeron que podía coger el modelo que tenían en su oficina de prensa. Me lo probé y eso fue todo”. Recientemente, en declaraciones para festejar su gran entrada en el mundo del famoseo, ha vuelto a subrayar la ingenuidad del momento, que choca fuertemente con la opinión de los expertos: “Necesitaba urgentemente un vestido que ponerme para el estreno de Hugh, y en aquellos días no tenía ni idea de moda”. También afirma que, tan apurada estaba, que se hizo su propio maquillaje y su peluquería. Para Donatella Versace, Liz encarnó a la perfección las cualidades de la mujer en la que pensaba Gianni cuando lo creó: “Una mujer segura de sí misma y que no tiene miedo a romper las reglas”.
Sea como sea, no existe ninguna obra sobre el mundo de la moda que pueda obviar su influencia: AQUEL vestido tiene incluso su propia entrada en Wikipedia y, por supuesto, entró con todos los honores el Museo Victoria and Albert, en su condición de la creación más famosa de la carrera de Gianni Versace. En 2007, una copia se subastaría en Harrods alcanzando un precio de 10.690 libras esterlinas. En 2012, el ciclo de THAT Dress se acababa por cerrar: una Lady Gaga ansiosa por huir de su estrafalaria imagen de vestidos hechos de carne, y entrar en el mundo de la alta costura, se paseó con su réplica por Milán. Era un homenaje a Gianni, a Donatella, que por entonces consideraba a Gaga su musa y, también, a aquella Elizabeth Hurley que, un 11 de mayo de 1994, hace 25 años, dejó de ser la novia de Hugh Grant para convertirse en una de las celebrities más buscadas de las islas.