¿Abrigo de piel o sintético?: Versace es la última marca en decir adiós a las pieles

A pesar de que el 70% de las firmas que desfilan en las semanas de la moda siguen incluyéndolas, cada vez son más las marcas que quieren desvincularse de su uso. La última en sumarse a la liga ‘anti’ ha sido Donatella.

Bella Hadid, con abrigo de Off-White.Cordon Press

Grandes y poderosas son las razones por las que los abrigos de pieles son una de las prendas preferidas de los encargados de vestuario en el cine. Pocas piezas –quizá un sombrero de cowboy o un vestido de novia– comunican tanto con tan poco. Es por eso que la oscarizada Sandy Powell pasó meses tratando de encontrar el abrigo perfecto para la primera escena en la que aparece Cate Blanchett en Carol, y como no daba con él, acabó confeccionándolo a partir de trozos de visón rubio antiguo. Martin Scorsese se recrea en Casino filmando a Ginger (Sharon Sto...

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Grandes y poderosas son las razones por las que los abrigos de pieles son una de las prendas preferidas de los encargados de vestuario en el cine. Pocas piezas –quizá un sombrero de cowboy o un vestido de novia– comunican tanto con tan poco. Es por eso que la oscarizada Sandy Powell pasó meses tratando de encontrar el abrigo perfecto para la primera escena en la que aparece Cate Blanchett en Carol, y como no daba con él, acabó confeccionándolo a partir de trozos de visón rubio antiguo. Martin Scorsese se recrea en Casino filmando a Ginger (Sharon Stone) abrazada con lujuria al abrigazo de chinchilla que le acaba de regalar Robert de Niro. Ni siquiera las joyas de Bulgari que esparce sobre la cama le provocan semejante alteración. Y el cine clásico cuenta por docenas las películas que incluyen la escena en la que la amante recibe en casa una enorme caja y al abrirla aparece un suavísimo visón o una marta cibelina.

A pesar de su pátina vintage, las pieles no son cosa del pasado. Virgil Abloh, el diseñador de la puntera Off -White, quiso que su prenda más memorable de la colección pre-fall fuese un abrigo de zorro en su color natural con las rayas blanquinegras de la marca en la solapa. Lo ha lucido Bella Hadid en su vida diaria y aún se pueden encontrar unidades si se dispone de los 7.830 euros que marca la etiqueta. Pero aunque los humanos siempre han utilizado pelo de animales para protegerse del frío, existiendo alternativas que no requieren ese sacrificio, hace ya décadas que muchos no ven sentido a las pieles. El movimiento anti ha ganado impulso en los últimos tiempos. La última firma en anunciar que se desliga el uso de pieles ha sido Versace. “¿Piel? Paso. No quiero matar animales para hacer moda. No creo que esté bien”, ha declarado Donatella.

Fendi Couture.

El goteo se firmas que rechazan el uso de pieles viene siendo incesante. Este verano, el grupo Yoox Net-à-Porter (que incluye, además al masculino Mr. Porter y The Outnet, centrado en los descuentos) anunció que dejaba de venderlas en sus portales, los más poderosos del mundo del lujo. La empresa lo enmarcaba dentro de una política de sostenibilidad y respeto a los animales, y declaraba que espera servir como catalizador para el resto de la industria. Poco después Gucci anunció lo propio y el año pasado fue Giorgio Armani quien comunicó su intención de renunciar a las pieles en todas sus líneas. «El progreso tecnológico nos permite encontrar alternativas válidas a nuestra disposición que hacen innecesarias las prácticas crueles hacia los animales», afirmaba. Tommy Hilfiger dio el paso en 2007; Ralph Lauren un año antes, según dijo, después de ver vídeos de animales sacrificados para la industria peletera en China y Vivienne Westwood y Calvin Klein lo hicieron en parte presionados por PETA, la instigadora de las famosas campañas de los 90 y los 2000, en las que las supermodelos «preferían ir desnudas a ponerse pieles». También grandes almacenes como Liberty o Selfridges se adelantaron a la decisión de Yoox Net-à-Porter y Holanda tiene desde el año pasado la primera calle comercial, Hartenstraat en Ámsterdam, en la que ninguna de sus 19 tiendas vende este producto.

Y, sin embargo, según Tia Matthews, de Saga Furs, la empresa que organiza subastas de pieles y comercializa visón, zorro y mapache finlandés de procedencia certificada, «estas estarán en el 70% de las colecciones que veremos este otoño en las principales pasarelas». Sabe de lo que habla. Aunque no revelan sus clientes, proveen a la mayor parte de firmas de lujo y en su web informan de los trabajos en peletería de Elie Saab, Jean Paul Gaultier, Monique Lhuillier, Fendi y Dior entre otros. Por ejemplo, los ponchos de zorro que Maria Grazia Chiuri convirtió en protagonistas de su colección resort de 2018, presentada en Los Ángeles el pasado mayo. En aquel desfile, Rihanna se sentó en primera fila envuelta en un abrigo de zorro, lo que provocó que PETA le enviase una carta abierta en la que le invitaba a donar su Dior a los refugiados sirios y le informaba de que «cada pieza causa un tremendo dolor a los zorros, visones y coyotes que son golpeados, electrocutados, gaseados y despellejados vivos».

Rihanna y las Kardashian-Jenner, adictas al pelo de animal, están entre las figuras públicas que han vuelto a poner el uso de pieles en primera línea del debate, una conversación que se mantiene en términos generalmente agresivos y que no deja casi lugar a las medias tintas.

Detalle de la colección Fur Free Fur de Stella McCartney.Stella McCartney

P.J. Smith, director de políticas de moda de The Humane Society, una de las ONG animalistas más activas, celebra pasos como el de Yoox Net-à-Porter, pero habla del trabajo que queda por hacer. Para Smith, no existe la posibilidad de una piel «ética» o «sin crueldad». «Cuando las marcas de moda se ponen a investigar sobre su cadena de proveedores, pronto se dan cuenta de que la industria peletera está demasiado autorregulada y no es transparente. Encerar animales siempre constituirá una crueldad, da igual si un zorro es cazado en su medio natural o si pasa toda su vida en una caja diminuta, las dos opciones se basan en el sufrimiento para producir un look que se puede conseguir con textiles innovadores». El ecologista habla de zorros que sufren «electrocutación anal y genital», visones sin acceso al agua y animales cazados «con trampas arcaicas» que retienen sus patas y les lleva a arrancarse a mordiscos sus extremidades, «especialmente si están desesperados por volver con sus crías».

Según Theo Oberhuber, de Ecologistas en Acción, esas prácticas «se dan o se daban en Canadá y Estados Unidos» –y podrían seguir en activo en países como Rusia o China, donde se ha despertado una sed por la peletería que ha reactivado la industria a escala global–, pero no en España, donde la mayor parte proviene de la cría en cautividad. «Aquí sí era frecuente hasta los años 70 cazar jinetas o linces ibéricos con cebos, trampas o veneno con fines peleteros. Pero ahora la legislación prohíbe estos métodos y hay un mayor control». La asociación está centrada en reducir el número de granjas de visón americano. En Galicia, por ejemplo, se instalan empresas del centro y el norte de Europa que huyen de una legislación más restrictiva con la industria peletera. Esta está en el disparadero no solo por el trato animal, sino también por sus prácticas contaminantes. Mimi Bekhechi, directora de programas internacionales de PETA, señala que el cóctel de sustancias que se utiliza para evitar que se pudran las pieles causa «daños devastadores» al agua y ponen en riesgo la vida de sus empleados.

Los activistas pro derechos animales se han subido (literalmente) a la pasarela española como signo de protesta.Getty (WireImage)

Desde el gremio de peleteros, la Spanish Fur Association, están dispuestos a responder. Fèlix Freixer, vocal de la asociación y dueño de una granja de conejos –antes criaba chinchillas–, asegura incluso que «hay un gran salto entre los que se proclaman defensores de los animales y los que estamos día a día cuidándolos. En el mundo libre, la cantidad de animales que sobreviven a cierta edad es muy inferior a la de aquellos que están en una granja». Freixer admite que «en el pasado se han hecho cosas indefendibles», pero cree que ahora su sector «está dispuesto a escuchar a los críticos» y hace movimientos para dar mejores condiciones de vida a los animales que se crían para la industria peletera. «En visones y zorros se ha avanzado muchísimo y con los conejos hemos establecido un sistema con asesores científicos para que tengan una época de reposo, no se les exige un parto cada 42 días, por ejemplo. Tenemos veterinarios, registros de temperatura y un protocolo de eutanasia muy bien definido. A nadie le gusta matar a un animal. Si tiene posibilidades de recuperarse, lo atendemos. Si no, se sacrifica sin crueldad con una pistola cilindro».

El peletero también prefiere no citar a sus clientes, pero asegura que suministra a las principales firmas de lujo y que muchas conducen sus propias inspecciones de las granjas que les proveen. Respecto a las marcas que se declaran fur free cree que lo hacen «por razones de marketing» y que algunas «ya están revisando su opinión».

En el extremo contrario, se sitúan las casas que hacen bandera de su savoir faire peletero, como Fendi, que tiene como uno de sus lemas Fendi is fur («lo hacemos desde siempre y lo hacemos mejor que nadie», dicen) y presume de haber desburguesizado el abrigo de pieles. «Antes era un símbolo de estatus. Cuanto más largo era tu abrigo, más rico era tu marido. Nosotros cambiamos eso y lo convertimos en una prenda de moda», explican. En julio, la firma celebró su desfile de haute fourrure en París, en el que exhibió prendas que llevan más de 80 horas de trabajo.

Existen alternativas intermedias, que implican no renunciar a las pieles ni optar por pelo falso o faux fur sofisticado que practican firmas como Stella McCartney o Shrimps, que pasan por el reciclaje de pieles ya existentes o la utilización de excedentes. La diseñadora Rachel Comey, por ejemplo, utiliza las de animales que han muerto por causas naturales. Esta fórmula implica tener un acceso escaso y caprichoso a los recursos y por tanto hace que sus prendas en piel sean caras y exclusivas. Y esa sí es la única constante en una industria en transición.

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