Por qué debemos escuchar la historia de la mujer a la que violaron 43.200 veces
Karla Jacinto fue víctima de la esclavitud sexual durante 4 años y fue violada diariamente por 30 hombres. Ahora cuenta su historia como alegato contra el tráfico de personas.
Karla Jacinto ha puesto nombre y apellidos a la desgarradora historia que ha destruído la vida de decenas de miles de jóvenes méxicanas. La suya trata de esa lacra social que es la esclavitud sexual. Ella, con 23 años de edad, es una potente activista contra el tráfico de personas (mediante la fundación Camino a casa) y no se cansa de repetir su historia una y otra vez, a rostro descubierto, para que no vuelva a ocurrir. Se la contó al Papa Francisco en el Vaticano el pasado mes de julio, la ha contado para diversos medios de c...
Karla Jacinto ha puesto nombre y apellidos a la desgarradora historia que ha destruído la vida de decenas de miles de jóvenes méxicanas. La suya trata de esa lacra social que es la esclavitud sexual. Ella, con 23 años de edad, es una potente activista contra el tráfico de personas (mediante la fundación Camino a casa) y no se cansa de repetir su historia una y otra vez, a rostro descubierto, para que no vuelva a ocurrir. Se la contó al Papa Francisco en el Vaticano el pasado mes de julio, la ha contado para diversos medios de comunicación, lo hizo en Washington cuando se debatió la Ley Megan, y lo seguirá haciendo hasta que nadie tenga que pasar por el infierno que ella pasó. De cómo la engañaron y le obligaron a ejercer la prostitución durante 4 años en plena niñez (desde los 12 hasta los 16) y fue violada diariamente por unos 30 hombres. Según sus cálculos, fue violada unas 43.200 veces. Ella cayó en la trampa, como muchas otras, creyendo que estaba enamorada y que su amor era correspondido. Tal y como ha desvelado en una reciente entrevista a la CNN, tenía 12 años cuando se colgó de un chico de 22, que la sedujo con cariño, regalos y promesas de sacarla de su hogar disfuncional en Tenacingo, en el estado de Tlaxcala, conocido como el mayor centro de tráfico de personas méxicano.
Con él vivió tres meses antes de ser trasladada a Guadalajara, donde ahí la forzaron a ejercer la prostitución. «Empezaba a las 10 de la mañana y acaba en la medianoche. Algunos hombres se reían de mí porque lloraba mientras me violaban», cuenta en esta última entrevista. «Tenía que cerrar mis ojos para que no ver lo que me hacían, y así intentar no sentir nada». De Guadalajar pasó a otras ciudades, donde la obligaron a prostituirse en moteles, en la propia calle y hasta en domicilios particulares. El chico que cuando la conoció le regalaba flores, acabó golpeándola. «Me azotaba con cadenas por todo el cuerpo. Me daba puñetazos, me pateaba, tiraba de mi pelo, me escupía en la cara y hasta un día trató de quemarme con la plancha. Le dije que me quería marchar y él me respondió que me había enamorado de un cliente. Me dijo que era una puta».
Jacinto asegura que vivió bajo la amenaza constante de matar a su familia si no seguía sus órdenes. «Me ponían una pistola en la cabeza con su foto en la mano y me decían que si no lo hacía matarían primero a mi mamá y luego a mis hermanos».