Olivia Molina: «Tener unos estándares familiares tan altos me hizo ser muy insegura»

Vuelve al cine tras 12 años sin hacer una película. Y lo hace marcando las reglas del juego: el trabajo debe respetar también su proyecto personal.

Olivia Molina lleva abrigo de PRADA.Antártica

Olivia Molina (Ibiza, 42 años) tiene un máster en equilibrismos. “Hay que estar predispuesta a fluir”, confirma quien, desde la infancia, ya tuvo que aprender a conciliar la fama mayestática de su madre, Ángela Molina, con espacios íntimos y seguros. Después haría malabares para armonizar el pedigrí de su apellido con una carrera como intérprete emancipada  que la convirtió, siendo solo una adolescente, en uno de los rostros conocidos de la televisión. Poco tiempo más tarde, doblaría la apuesta, congratulándose por haber forjado una familia ajena al f...

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Olivia Molina (Ibiza, 42 años) tiene un máster en equilibrismos. “Hay que estar predispuesta a fluir”, confirma quien, desde la infancia, ya tuvo que aprender a conciliar la fama mayestática de su madre, Ángela Molina, con espacios íntimos y seguros. Después haría malabares para armonizar el pedigrí de su apellido con una carrera como intérprete emancipada  que la convirtió, siendo solo una adolescente, en uno de los rostros conocidos de la televisión. Poco tiempo más tarde, doblaría la apuesta, congratulándose por haber forjado una familia ajena al foco mediático, sin arrinconar una vocación que ha encontrado en los escenarios teatrales su escuela y hábitat natural. Ahora, la intérprete mallorquina abre un nuevo capítulo profesional interrumpiendo una larga sequía en la gran pantalla. Además de La casa, próxima adaptación cinematográfica de la novela gráfica de Paco Roca, Molina protagoniza Mi otro Jon (20 de octubre en cines), una comedia familiar sobre las despedidas y la gestión del duelo que ha puesto a prueba sus propias vulnerabilidades, miedos y tabúes: “Ha sido un rodaje muy intenso, pero muy gratificante”.  

¿Tiene esa sensación de inicio de curso que tenemos muchos cuando llega septiembre?  

Para mí es literalmente comienzo de curso porque, al estar en plena crianza, mi vida está muy pegada al calendario escolar. A la vez, es una polaridad absoluta porque soy actriz y mi oficio va por libre. Estoy entre esos dos lados: el de estructurar la rutina para que la armonía familiar funcione y, por otro, el caos que supone el oficio de actriz con sus picos, sus valles, la incertidumbre…  

¿Le costó mucho aprender a gestionar esas dos realidades? 

He hecho mucha terapia y trabajo personal para aprender a lidiar con ello. Me muevo bien en el caos porque me he criado así, he vivido desde pequeña un tipo de vida muy loca y libre. Así que he necesitado sumar orden, planificación y control. Ha sido ensayo y error. A través de equivocaciones y de aprender que hay que dar espacio tanto a la maternidad como a la faceta profesional. Hay que estar redefiniendo continuamente los límites y las necesidades.  

Regresa al cine con un papel protagonista en Mi otro Jon. ¿Cómo le llegó el proyecto? 

El director, Paco Arango, me ofreció ser el hilo conductor de la historia cuando todavía era una idea. No suele ocurrir que piensen en ti desde el germen y me sentí muy halagada y vista. Es una película benéfica de la Fundación Aladina, todos los beneficios van destinados a la investigación del cáncer en niños y los damnificados por el volcán de la isla de La Palma, y el rodaje nos puso a todos en un sitio de mucha vulnerabilidad porque a cada uno le mueve su propia historia, tabúes y miedos. Me ha abierto los ojos a una realidad que abruma y que duele… Cuando eres madre tienes el corazón fuera y me impresionaron esas dos realidades.  

¿De verdad siente que después de la maternidad su corazón está tan expuesto? 

Tengo la vulnerabilidad a flor de piel. La maternidad es una responsabilidad inmensa, cruda y hermosa. Algo tan grande que a veces sobrecoge. Tengo más capacidad de amar, pero también más miedos… me ha abierto una caja de Pandora enorme. Es un viaje maravilloso que también me ha permitido revisitar mi propia infancia: verme en ellos y ver también lo distintos que son sus problemas. 

¿Fue complicado el tener que compartir a su madre con toda España? 

De nuevo, es algo muy contradictorio. Desde pequeña entiendes que creces en una familia conocida, con lo bueno y lo malo, y a la vez que esa es tu mamá, en una faceta que solo tú conoces: la de lo pequeño, la rutina… Por un lado, está la enormidad de  saber que todo el mundo conoce de dónde vienes y quién eres, mientras que sientes la necesidad de aferrarte a esa intimidad que solo es tuya, blindada, para poder agarrarte a algo. Por eso digo que me manejo muy bien con los extremos. 

Jersey fino de cachemir y falda, ambos de MAX MARA.Antártica

¿Y cómo es la experiencia de poder llamar ‘mamá’ a Carmen Maura en la ficción? 

Muy impresionante. Mi otro Jon es un cuento muy tierno sobre la despedida, sobre cómo aceptarla, darle sentido y honrarla, y eso hace mi personaje durante los últimos días de vida de su madre. Carmen es una genia, he aprendido mucho de ella: su presencia en el set, cómo se permite probar, disfrutar, no juzgarse… Ella está en un lugar ya de excelencia. 

¿Qué hace tan especial a esa generación de actrices que conforma Carmen Maura o su propia madre? 

Son palabras mayores. Creo que es una manera de estar, una forma de enfrentarte al oficio desde un sitio de respeto absoluto y de seriedad, como algo sagrado. Admiro esa presencia brutal que tienen, lo he visto muy de cerca, y es importante respetar profundamente esta profesión y darle la seriedad que merece. 

Ha estrenado solo una película en los últimos 12 años. ¿El teléfono dejó de sonar o ha sido una sequía deliberada? 

Yo soy parte de una generación que se ha criado haciendo televisión y teatro, que para mí han sido mi sustento y mi escuela. Siempre me he sentido muy agradecida por poder ganarme la vida haciendo lo que me gusta. Acepté que mi carrera es así y que no hacer cine no era una carencia, las películas han sido algo puntual y experiencias casi anecdóticas. Hacer dos en un año ha sido un regalo, teniendo además una madurez y una curiosidad distintas. Antes estaba más en demostrar lo buena que era, en esa ambición de juventud; ahora quiero mirar al otro y aprender… Ser más serena y más consciente.  

Muchos la descubrieron en la serie Al salir de clase, con 19 años. ¿Qué se siente al ver su rostro forrando las carpetas de los adolescentes del país? 

(Ríe) Pienso que no era muy consciente. Era mi primer gran trabajo y lo vivía con toda la intensidad de la juventud, desde un sitio muy puro. De repente se hizo muy grande y por suerte siempre contaba con un lugar interno donde agarrarme. Te subes a una nube y tienes fama, viajes, una casa, un coche… un nivel de vida que antes no tenías y acceso a nuevos privilegios y lujos. Es fácil volarte, pero a pesar de la juventud siempre sabía cómo volver a tierra. 

Da la sensación de que se ha alejado de ese mundo de glamour y alfombras rojas en pos de una vida más sencilla.

Absolutamente. Es lo que me pide mi manera de ser y la familia que quiero construir. Es muy importante preservar ciertas cosas y poder elegir el tipo de vida que quiero. No me ha supuesto un sacrificio.  

Hace un rato nos confesaba incluso su incomodidad con los tacones mientras posaba ante la cámara… 

¡Es que estoy muy desentrenada! Utilizo tacones, son herramientas de trabajo, pero me entorpecen en mi día a día. Soy todoterreno: tengo niños pequeños. También es verdad que de pronto te los pones y es divertido, te dan otra faceta tuya. 

Ahora que está en el debate público todo lo que respecta a los nepo babies, ¿en su caso ser actriz fue tomar un atajo o el camino más difícil? 

Por un lado, tenía un ambiente que propiciaba que esto sucediera… Nadie dijo: “La niña quiere ser artista, ¡qué locura!”. Es muy gratificante tener una familia que te acoge para creer que es posible dedicarse a esto. Pero también, al tener estándares tan altos y referentes tan poderosos, me han hecho ser muy insegura, muy exigente conmigo misma y tener problemas de autoestima muy serios. He tenido palos en la bicicleta que a lo mejor otros no tienen, pero me ha hecho ser trabajadora, entender el oficio desde dentro y romantizarlo cero. Con todo, ha merecido la pena. 

Lleva unos años formándose en terapia Gestalt. ¿Es solo una herramienta para aplicar a su profesión o se va más allá? 

En esta sociedad neurótica en la que vivimos las herramientas terapéuticas me parecen imprescindibles. Hago terapia Gestalt desde muy jovencita por pura supervivencia, por salud mental, y vi un paralelismo entre esa terapia y el teatro, como un espacio en el que vivir cosas que en tu vida diaria no te permitirías. He decidido formarme para poder sumarla a mi oficio y quizá el día de mañana pueda crear. 

Se ha recorrido el país con las giras teatrales. Al menos como público, ¿somos tan diferentes como pensamos? 

Sí, somos muy diferentes. Se nota en la efusividad, en la manera de reaccionar al humor… Eso es muy rico. Lo distinto es necesario y hay que abrazar todas las diferencias.