¿Matisse, quién? Por qué las pintoras místicas son el nuevo referente estético generacional
Olvida las láminas con pinceladas azules, los tonos tierra en formas abstractas trascendentales son el nuevo objeto de deseo. El auge por el espiritualismo y la astrología provoca un boom por la obra de artistas como Hilma af Klint, Agnes Martin o Agnes Pelton tanto en objetos decorativos como marcas o colecciones de moda.
En 1896, un grupo de mujeres llamado Las Cinco empezó a reunirse en una casa de Estocolmo. Anna Cassel, Cornelia Cedarburg, Sigrid Hedman, Mathilda Nilsson y Hilma af Klint empezaron una rutina grupal: meditar, recitar sermones y juntarse en círculos para ir turnándose unas con otras como médiums para consultar «al otro lugar». El objetivo de aquellas sesiones de espiritismo era dibujar lo que los «grandes maestros» les dictaban desde aquella dimensión con la que contactaban. Las sesiones de Las Cinco se llevarían a cabo durante toda una década y los bocetos de aquellos dictados quedaron regis...
En 1896, un grupo de mujeres llamado Las Cinco empezó a reunirse en una casa de Estocolmo. Anna Cassel, Cornelia Cedarburg, Sigrid Hedman, Mathilda Nilsson y Hilma af Klint empezaron una rutina grupal: meditar, recitar sermones y juntarse en círculos para ir turnándose unas con otras como médiums para consultar «al otro lugar». El objetivo de aquellas sesiones de espiritismo era dibujar lo que los «grandes maestros» les dictaban desde aquella dimensión con la que contactaban. Las sesiones de Las Cinco se llevarían a cabo durante toda una década y los bocetos de aquellos dictados quedaron registrados y ordenados en múltiples cuadernos de sus propietarias. El de Hilma af Klint, la más prolífica, llegó a acumular 26.000 páginas. Ella fue quién recibió una instrucción espiritual de mayor magnitud dictada por Amaliel, su guía espiritual particular. En 1905, recibió instrucciones de crear las 193 pinturas abstractas a gran escala que compondrían su serie Las pinturas para el templo (1906-1915) y que, al hablar el lenguaje de los ángeles, rompió todas las reglas del arte hasta la fecha.
Pionera del arte abstracto mucho antes que Wassily Kandinsky o Kazimir Malevich, Hilma af Klint había quedado fuera de las antologías por, como bien explicó Joanna Russ sobre el arte de excluir a las mujeres, percibirse como una figura anómala en la historia. No es así desde hace unos años: el Guggenheim de Nueva York le dedicó una exitosa retrospectiva que tuvo más de 600.000 visitantes, el Moderna Museet de Estocolmo hizo lo propio y hasta se ha estrenado un documental, Beyond the visible (2019), donde se bucea en la fascinante historia de esta pintora mística y su extraordinaria obra. Pasa con Klint lo que pasó con Georgia O’Keefe hace unos años tras su retrospectiva en la Tate Modern de Londres, o lo que pasó con otra espiritualista como Agnes Martin otros antes en el Guggenheim: el interés por la obra de estas mujeres se revaloriza y vuelven a la palestra del debate mediático. Y no solo en artículos o visitas al museo o al cine. Un club selecto de estas místicas, las pintoras abstractas que hicieron de lo trascendente su inspiración y que recurrieron a una gama de tonos y formas muy característica, son el nuevo referente estético generacional. Están, básicamente, por todas partes: en reproducciones de decoración con miles de resultados disponibles en Etsy, inspirando objetos o colecciones de moda o poniendo nombre a alfombras. Olvida la lámina de Matisse que ha caracterizado a todo apartamento millennial en los últimos cinco años: las místicas son el nuevo referente generacional en decoración y diseño.
«Las influencias de Klint, Martin y Pelton son evidentes en toda la industria actual dirigida al consumidor: hay suplementos «Hilma», cremas que llevan un logotipo inspirado en uno de los cuadros de Klint, alfombras «Agnes» tejidas a mano en suaves tonos neutros, abrigos de lana virgen forrados de seda inspirados por Martin y bebidas nootrópicas con etiquetas que evocan a las pinturas de otro mundo de Pelton», resumía sobre este fenómeno decorativo y de diseño gráfico Kate Dwyer en la revista W.
Al compás de la incertidumbre sociopolítica que vivimos desde 2016 y frente a la falta de pilares económicos y de certezas de las nuevas generaciones, el mercado ha visto el jugoso negocio de explotar económicamente toda esta ansiedad femenina frente a un futuro inestable acudiendo a referentes, también artísticos, que se mueven entre el misticismo y el pensamiento mágico. Paralelamente al boom por la astrología, la brujería o la ley de la atracción que estamos presenciando en los últimos cinco años, tiene todo el sentido que la obra de espiritistas como Hilma af Klint o de la «trascendente del desierto» Agnes Pelton apelen esa lógica de identificación conceptual de las nuevas generaciones. Estéticamente, todavía más. No solo sus obras abstractas suponen una evolución a la invasión por las líneas y los rostros pincelados de Matisse y coétaneos que tanto han influido en colecciones de moda y decoración, también encaja darwinisticamente como siguiente pantalla evolutiva de aquella utopía feminista en rosa instagrameable de la generación #Girlboss, cuando el materialismo femenino tuvo su momento de gloria en los clubes femeninos a lo The Wing, presentándose como un oasis feminista en tonos empolvados, muebles de terrazo, plantas por doquier y estampados de escuela Memphis para escenificar el triunfo de lo femenino e interseccional sobre culturas masculinizadas.
Coincidiendo con la retrospectiva que el museo Whitney dedicó el año pasado a Agnes Pelton, Alina Cohen defendió en Artsy por qué estas artistas funcionan tan bien con los tiempos que corren: «Como el resto, Pelton fue una artista femenina que no fue apreciada en su época. Como Hilma af Klint, adoptó el misticismo y la espiritualidad en su trabajo (también creía en la astrología). Y tercero, al igual que Agnes Martin y Georgia O’Keeffe, Pelton finalmente eligió el oeste y el desierto sobre la embriagadora y competitiva costa este. Estas comparaciones, sin embargo, no parecen relevantes; las otras, nos dice la historia, pintadas para sobrevivir. Mujeres pintando cuadros solas en el desierto de forma prácticamente monástica o creando su arte ejerciendo de médiums mientras le dictan las pinturas desde otra dimensión es justo el arte con el que tenía que conectar una generación que hizo de la incertidumbre y del pensamiento mágico su forma de vida.