Macron «descamisado»: la narrativa del pelo en pecho y el verdadero significado de una camisa abierta en Francia
La joven fotógrafa bretona Soazig de La Moissonnière, la ‘Pete Souza de Macron’, ha creado una narrativa para el presidente en la que la moda tiene protagonismo y absolutamente todo son símbolos franceses. Incluida una camisa demasiado abierta.
Hoy termina la carrera electoral en Francia que ha acabado enfrentado al actual presidente a la candidata de ultraderecha Marine Le Pen. De todos los momentos simbólicos de la campaña, el que seguro será recordado por mucho tiempo es de Emmanuel Macron mostrando el pelo del pecho. Una imagen que ha dado la vuelta al mundo, ha generado innumerables memes y ha puesto a los grandes expertos en comunicación política a rascarse la cabeza. ¿Qué demonios significa ese gesto?
Lo primero: es importante para comprender la foto de Macron despreocupadamente tirado en un sofá, con la camisa abierta ...
Hoy termina la carrera electoral en Francia que ha acabado enfrentado al actual presidente a la candidata de ultraderecha Marine Le Pen. De todos los momentos simbólicos de la campaña, el que seguro será recordado por mucho tiempo es de Emmanuel Macron mostrando el pelo del pecho. Una imagen que ha dado la vuelta al mundo, ha generado innumerables memes y ha puesto a los grandes expertos en comunicación política a rascarse la cabeza. ¿Qué demonios significa ese gesto?
Lo primero: es importante para comprender la foto de Macron despreocupadamente tirado en un sofá, con la camisa abierta y mostrando el pelo del pecho que tanto revuelo causó a principios de esta semana, saber que no se trata de una imagen aislada, sino que forma parte de una secuencia que tiene un sentido lógico. Tomada por su fotógrafa oficial, la joven bretona Soazig de La Moissonnière, la estampa forma parte de una serie de diez imágenes que ella misma tituló «Domingo, 16 de abril. Una jornada con el candidato» y con las que pretende reflejar el contraste entre estados de ánimo y actitudes del político a lo largo de un día de campaña en la carrera electoral que culmina precisamente hoy.
En la primera fotografía se ve a un Macron concentrado que, ya ataviado con el formal pantalón de vestir en la parte inferior pero todavía con una camiseta de algodón en la superior, revisa las diferentes opciones de chaqueta que tiene a su disposición; después se le puede ver ya en acción, subido a un escenario, arengando a los marselleses que acuden al acto convocado en un día primaveral en el que el sol cae durante toda la jornada a plomo sobre el escenario.
Por último, llega el descanso del guerrero. Macron, que como se nos ha intentado transmitir con la primera imagen, solo se pone las camisas formales blancas como armadura para ofrecer su versión más institucional pero que normalmente y en la intimidad recurre a la camiseta, la prenda más transversal de la historia de la moda, abandona el acto, sube unas escaleras y una vez fuera del ojo público por fin se relaja, se permite tumbarse en un sofá y, sofocado, desabrocharse la camisa muchos más botones de lo que es frecuente en un presidente.
No es la primera vez que de La Moissonnière, imaginera presidencial desde 2016 y conocida en toda Francia por haber llevado a Eliseo un tipo de storytelling visual que se acerca mucho al que practicaba Pete Souza con los Obama, genera controversaria con su manera de reflejar los momentos distendidos del presidente. Antes del Pecholobogate estuvo el asunto de la sudadera con la que Macron supuestamente estuvo gestionando la crisis a altas horas de la madrugada. Después vinieron las fotos en las que se le puede ver escenificando una preocupación tan evidente en los gestos que se diría teatralizada. Suya es una costumbre que se ha convertido en tendencia en comunicación política (el equipo de Pedro Sánchez ha emulado el gesto) de tomar fotos de las manos del presidente, aproximación que en caso de Macron, dado que su alianza matrimonial va acompañada por un anillo triple trenzado de Cartier muy llamativo, también ha generado polémica en varias ocasiones.
Ninguno de los elementos que esta fotógrafa incluye en sus imágenes es producto del azar. Y de la misma manera que el anillo Trinity de Cartier que le regaló su esposa, diseñado por el novelista, poeta y cineasta Jean Cocteau en los años 20, es un símbolo reconocido universalmente como señal de estatus pero que los franceses identifican inmediatamente además con la alta cultura, el refinamiento y la bohemia más sofisticada de su país, esa camisa blanca desabrochada contiene muchos más mensajes para los ojos de un galo de los que puede parecer a simple vista para alguien que no sea francés.
Aunque en los comentarios a la serie de imágenes publicadas en el Instagram oficial de la fotógrafa de Macron se perciba el estupor que la imagen del presidente provoca en algunos usuarios de la red social (hay quien llega a puntualizar que jamás se había visto así antes a un presidente de la República), lo cierto es que es una tradición estilística profundamente francesa la de desabotonarse la camisa más allá de lo que dictan las convenciones burguesas más pacatas que, en opinión del director de moda de ICON, Carlos Primo, nace con la nouvelle vague: «Es una cosa muy de esa corriente francesa y muy midcentury lo del hombre que quiere desmelenarse pero no puede porque no tiene ropa con la que hacerlo». Los máximos representantes de ese espíritu son dos grandes ídolos de Francia: Jean Paul Belmondo y Serge Gaingsbourgh. El primero, en la ficción, especialmente en Pierrot le Fou, donde el actor convirtió su torso desnudo en un emblema. El segundo, en la vida real: el cantante siempre empleó la camisa provocadoramente desabotonada como símbolo de inconformismo y libertad.
Al calor de los restos revolucionarios del 68, los intelectuales de izquierdas franceses empezaron a usar camisas con cuello mao o cuello simple («en todo caso, camisas que no permiten corbata», matiza Primo) para mantenerse distanciados de los políticos y empresarios. En esta tradición se enmarca el filósofo Bernard-Henri Levy (por cierto, íntimo amigo de la primera dama Brigitte Macron), quien jamás, desde que saltó a la arena pública hace ya cincuenta años, ha hecho una aparición pública con una camisa abrochada hasta arriba.
No se trataba de una moda pasajera: hace solo un años, en 2010, Levy se atrevió a aparecer en una rueda de prensa centrada en la defensa de los derechos humanos de Sakineh Mohammadi-Ashtiani, una mujer iraní condenada a lapidación por adulterio, con la camisa totalmente desabrochada hasta la barriga.
Si bien la elección estilística de filósofo puede parecer hiperbólica, no hay duda de que pocos han hecho más en Francia por legitimar el derecho masculino a lucir escote que él. Por eso cuenta con dignos sucesores: el escritor, autor del fenómeno superventas 13,99, Frédéric Beigbeder entre otros.
La fuerte carga simbólica de la camisa abierta hace posibles interpretaciones como la que ofrecía a este diario ayer el cineasta francés Laurent Cantet: «El presidente tiene una imagen muy alejada del pueblo y con esto pretende decirle a los electores: mirad, soy como vosotros».
Sin embargo, para la mayoría, el gesto de Macron solo podía tener una lectura: exceso de distensión. «El primer botón, el del cuello, solo suele abrocharse cuando se lleva corbata, aunque hace unos años se llevaban también las camisas abotonadas hasta arriba. Lo normal, si no, suele ser abrochar un botón más, o dos como mucho. Más de tres botones ya sería algo más propio de camisas de verano, de lino o estampadas, y siempre en un entorno muy relajado y de ocio. La imagen de Macron, más que a un uso corriente de la camisa, remite a un momento de relajación: el hombre que, tras una jornada encorbatado, se desabrocha los botones de la camisa para aflojar la presión en el cuello. Es decir, un momento completamente privado, y posiblemente ahí esté la clave del revuelo que ha suscitado la imagen de Macron: es como colarse en su intimidad, en un gesto de cercanía que probablemente aspire a suscitar esa sensación de familiaridad con el público, igual que la barba de tres dias o la sudadera con que ha aparecido en otras imágenes. Que haya tantos botones desabrochados posiblemente sea una escenificación un tanto exagerada de esa cercanía», explica Carlos Primo.
Quizá por eso, en la pieza publicada ayer por el Financial Times y firmada por Carola Jong donde se analizaban los por qués del gesto presidencial, la opinión reiterada de los especialistas consultados (uno de ellos de Turnbull & Asser, una de las sastrerías más prestigiosas del mundo, ubicada en la icónica Saville Row) era la misma: para un hombre respetable, desabrochar el tercer botón de la camisa es demasiado.
Resumiendo, no es lo mismo un «descamisado» en Francia que en el resto de Europa. Y no digamos ya del mundo.