La mochila, el accesorio más denostado, se vuelve ‘cool’
Después de años metiéndolas con calzador en diferentes colecciones, este verano parece que la calle ha sabido abrazar una tendencia que despierta ternura.
A pesar de los constantes guiños de ciertas firmas, las mochilas siempre han provocado más ternura que deseo. Después de años metiéndolas con calzador en diferentes colecciones, este verano parece que la calle ha sabido abrazar una tendencia que ya llevaba tiempo agitando las aceras de hubs del moderneo como el barrio del Born o Malasaña, sin olvidarnos de Williamsburg o Dumbo. ...
A pesar de los constantes guiños de ciertas firmas, las mochilas siempre han provocado más ternura que deseo. Después de años metiéndolas con calzador en diferentes colecciones, este verano parece que la calle ha sabido abrazar una tendencia que ya llevaba tiempo agitando las aceras de hubs del moderneo como el barrio del Born o Malasaña, sin olvidarnos de Williamsburg o Dumbo. Y todo gracias a la apuesta de marcas como Herschel o Fjällräven y, en otro nivel, Longchamp o Christophe Lemaire para Hermès, dignas alternativas de las tradicionales apuestas con tufo montañero.
Hace unos meses The Row, la firma creada por las gemelas Olsen, presentaba una de las colaboraciones menos asequibles de las que han hecho hasta ahora. El controvertido artista contemporáneo Damien Hirst diseñaba una serie de mochilas de piel de cocodrilo para su marca, repletas de colorines y polka dots −dos de las señas de identidad del trabajo de Hirst−, por solo 42.000€. No es la primera vez que The Row ofrece una línea de mochilas. Hace dos años crearon sendas propuestas de estilo backpacker muy parecidas a las imaginadas por Hirst, aunque aquella vez su precio era algo diferente −tampoco demasiado−: 30.000€. Según afirmaron en su día, lo primero que se vendió de esa colección fueron las mochilas de marras.
En el origen del nuevo estilo backpacker la influencia de diseños como los de Penfield o la Kanken de Fjällräven −todo un must en Suecia− es incontestable. La epidemia de las terroríficas mochilitas de piel para mujer que invadió España hace diez años, la peste de las summer bags que todavía nos ahoga o los macutos de las fans de Muchachito Bombo Infierno han perdido su monopolio. Por fin.
Drew Barrymore en un mercadillo ataviada con una mochila.
Cordon Press
En Barcelona, American Apparel (Avinyó, 7) y Brandy Melville (Passeig de Gràcia, 21) ofrecen propuestas de lo más interesantes, así como en Kapelmuur (Corredera Baja de San Pablo, 37) −de reciente apertura− o Alce Shop (Colón, 3) en Madrid. En Oviedo, Cover (Marqués de Pidal, 11) y Flow (Legazpi Kalea, 1), en San Sebastián, apuestan con rotundidad por el estilo que nos ocupa. En internet, Colette y Asos cuentan con diseños de lo más digeribles.
Pierre Hardy, Timberland, Gucci, Jeremy Scott, Piquadro, Xhilaration o la colaboración de Stella McCartney para Adidas conforman una mélange a la que es difícil no sucumbir. Parece que ha llegado la hora de superar prejuicios y armarnos con estos accesorios útiles y, desde ahora, también bonitos.
Las mochilas Kanken de Fjällräven en diferentes colores.
D.R.
Mochilas de Piquadro, Fred Perry y Herschel.
D.R. y Asos
Diferentes propuestas de Damien Hirst para The Row, Pierre Hardy y Jeremy Scott.
D.R. y Colette