El día que la falda pantalón paralizó el tráfico del centro de Madrid
El 22 de febrero de 1911 dos mujeres tuvieron que refugiarse en un portal de la turba de detractores de la prenda que les perseguía.
En su última entrevista, en el programa en línea Los Felices Veinte, Samantha Hudson declaró su odio por la falda pantalón. No es la primera vez que la artista, referente del underground, manifiesta el disgusto que le produce la prenda. Aunque los motivos de su desprecio por la pieza son más estéticos que morales, su rechazo coincide con el que producía a una parte de la sociedad cuando aterrizó en España en 1911.
Ocurrió el 22 de febrero. Según recogía la edición de ...
En su última entrevista, en el programa en línea Los Felices Veinte, Samantha Hudson declaró su odio por la falda pantalón. No es la primera vez que la artista, referente del underground, manifiesta el disgusto que le produce la prenda. Aunque los motivos de su desprecio por la pieza son más estéticos que morales, su rechazo coincide con el que producía a una parte de la sociedad cuando aterrizó en España en 1911.
Ocurrió el 22 de febrero. Según recogía la edición de La Vanguardia del día siguiente, dos mujeres paseaban con la novedad estética por la Carrera de San Jerónimo en las primeras horas de la noche. Un grupo de personas las rodeó y las siguió. El número de curiosos fue en aumento, lo que motivó que se paralizase la circulación de tranvías. En la calle Mesón de Paredes, narra el diario que las dos mujeres se refugiaron en un portal para huir del revuelo. Rato después, cuando la cosa se calmó un poco, salieron, pero luciendo abrigos largos que ocultaban la falda pantalón. Al final de la nota, se indica que algo similar ocurrió con otras dos mujeres el mismo día, pero en la calle Carretas y en la Puerta del Sol.
La breve noticia no aclara los motivos de estos tumultos, pero posteriores informaciones recogen que generó una gran discusión tanto entre el pueblo como en entornos académicos. Este incidente era solo el comienzo de todo lo que vendría después. Las primeras noticias que se tienen en España de la pieza son de 1907. En El Heraldo de Madrid, la periodista Carmen de Burgos, conocida como Colombine, detallaba sus formas. «Consiste en una falda corta y plegada, partida en dos partes que se abrochan para formar un pantalón ancho o para quedar en la forma ordinaria de nuestros vestidos», recoge Arantza Margollés en su blog. Si bien en esos momentos alababa la novedad, el 11 de enero de 1911, cuando la moda pisó la calle, su postura cambió. «Pobres de nosotras, las mujeres modernas, que hemos de correr por oficinas y almacenes. Estamos condenadas al pantalón hombruno, desprovisto de gracia y contrario a la estética. Según ley de la naturaleza, las especies superiores en la escala zoológica tienden siempre al diformismo. Creo que la humanidad será tanto más perfecta cuando las mujeres sean más mujeres, y los hombres más hombres. Hasta en el traje».
Esta opinión reaccionaria fue de lo más leve que ocurrió a quienes se atrevieron a incorporar la moda en su día a día. A lo narrado por el periódico catalán el 23 de febrero, le siguieron más informaciones similares. El 24 de febrero, La Vanguardia afirmaba: «Sigue la incultura promoviendo escándalos». De nuevo, una muchedumbre hostil rodeó a una joven obligando a que se refugiase en una tienda. La guardia civil lanzó sablazos para disolver al grupo, hasta que la mujer se marchó en un coche. Al día siguiente, el diario compartía que se habían repetido (es decir, no eran los primeros) intentos de atropello en la calle de Montera y la Carrera de San Jerónimo a señoras que vestían falda pantalón. La policía tuvo que intervenir de nuevo, cargando contra los culpables y deteniéndolos, para luego sancionarles. Y aunque en esa misma edición el diario presume en una noticia sobre una tienda barcelonesa que los confecciona que en la capital catalana se admiraba y respetaba su uso, más adelante informa también de acorralamientos, abucheos y silbidos.
Ese mismo día, el diario El Noroeste contaba: «Cerca de las 10 de la noche, un numerosísimo grupo, silbando y gritando, rodeó en las Cuatro Calles a dos señoras que vestían falda pantalón. Varios transeúntes las defendieron contra los alborotadores, cruzándose varios estacazos». La noticia dejaba claro que se habían formado dos bandos en la capital: los que se posicionaban en contra, y los que apoyaban la tendencia. Cinco días antes, en La Correspondencia de España, algunas mujeres habían salido ya en defensa de la indumentaria. «Si la moda no gusta que no se adopte, pero eso de que 300 hombres sigan a dos mujeres guapas y elegantes por el hecho de serlo y las coreen entre piropos malsonantes, apóstrofes y hasta silbidos, obligándolas a requerir el auxilio de los guardias y a tener que refugiarse en una tienda, la verdad, no me parece propio del pueblo de la proverbial galantería».
El conflicto, como hemos anticipado, no se quedó en la calle. Hasta las instituciones científicas encontraron hueco en su agenda para debatir el tema. En la llamada Hoja Científica del 1 de marzo, el medio catalán publicaba que la Academia de Medicina de París se puso de acuerdo en la conveniencia de oponerse a la propagación de la falda pantalón. El motivo del escándalo, como se puede leer, no es su estética, sino que las mujeres, entonces, se consideraba que no podían lucir ese tipo de prendas.
La lucha encarnizada de estos sectores conservadores, como ha demostrado la historia, cayó en saco roto. No pudieron evitar que se popularizase entonces, y volvió con fuerza en la década de los setenta cuando Diane Keaton los usó en Annie Hall. En 2019, Slimane predijo su vuelta y marcas como Zara sucumbieron a la tentación. Ahora solo es cuestión de gustos, y no de moral, si se opta por llevarla o no.