Esteban Cortázar: «Decidí salirme del sistema. A mí ya no me funcionaba la maquinaria de desfiles y colecciones rápidas»
Antes de cumplir la mayoría de edad ya desfilaba en Nueva York y con poco más de 20 años se convirtió en el director creativo de Ungaro. Ahora el diseñador colombiano, el más precoz de la industria, firma una colección cápsula con Desigual inspirada en su infancia en Miami.
En 2003, Cindy Crawford sorprendía a los asistentes de la Semana de la Moda de Nueva York volviendo a subirse a una pasarela. Caminó enfundada en un imponente vestido rojo junto a otras célebres colegas, como Naomi Campbell o Carmen Kass. Las tres desfilaban para el nuevo niño mimado del diseño. Literalmente. Porque Esteban Cortázar (Bogotá, 1984), que por entonces tenía 19 años, no tenía edad para beber alcohol o votar en Estados Unidos, pero sí para ser considerado el creador más prometedor de la escena. Y eso que ni siquiera era su primera colección. En plena adolescencia, Bloomingdale’s ya...
En 2003, Cindy Crawford sorprendía a los asistentes de la Semana de la Moda de Nueva York volviendo a subirse a una pasarela. Caminó enfundada en un imponente vestido rojo junto a otras célebres colegas, como Naomi Campbell o Carmen Kass. Las tres desfilaban para el nuevo niño mimado del diseño. Literalmente. Porque Esteban Cortázar (Bogotá, 1984), que por entonces tenía 19 años, no tenía edad para beber alcohol o votar en Estados Unidos, pero sí para ser considerado el creador más prometedor de la escena. Y eso que ni siquiera era su primera colección. En plena adolescencia, Bloomingdale’s ya le había echado el ojo a sus prendas. «Sí, llevo muchos años en esto, así que se podría decir que lo veo todo con perspectiva», comenta vía Zoom desde su casa en París. Se instaló allí hace más de una década, cuando en 2007 (es decir, con 23 años) lo nombraron director creativo de Emanuel Ungaro. «Supongo que todo lo que he vivido ha hecho que evolucione mi forma de diseñar. En París aprendí a ser meticuloso. Aquí llevan al límite la idea de la sofisticación y de la ejecución perfecta. Acabé mezclando eso con mis señas de identidad», dice.
Esa identidad de la que habla (formas esculturales, colores alegres, tejidos cálidos…) es lo que comúnmente, puede que de forma estereotipada, se conoce como moda latina. Cortázar ha pasado de la sensualidad a la deconstrucción, del estampado alegre a la pieza monocroma, pero nunca se ha desembarazado de la etiqueta. Él lleva con orgullo la idiosincrasia de su Colombia natal, aunque quizá más en lo que le importa: la ejecución de su trabajo. «Dentro de mis posibilidades intento crear una especie de red. Trabajo con artesanos colombianos, pero no solo. También con artistas, comunicadores… lo hago a pequeña escala, claro, pero para mí es importante», comenta. Su padre, el pintor Valentín Cortázar es uno de ellos. Suyos son los estampados del nuevo proyecto de Esteban, una cápsula en colaboración con Desigual. «Tengo amigos en la marca y en los últimos años he asistido a distintos eventos. Nos dimos cuenta de que compartíamos visiones parecidas», explica. El resultado son prendas fáciles de llevar que incitan a esa diversión y falta de prejuicios que rodeó la infancia de Cortázar en el Miami de los noventa. «Al final, para mí es más fácil basarme en mi propio relato, sobre todo si quiero tener un discurso coherente», cuenta.
Allí, en el South Beach de hace 25 años, multicultural, creativo y exuberante, el diseñador aprendió que la moda puede ser optimista «y no por eso dejar de tener detrás un discurso serio». «Tengo dos ídolos: al primero, Gianni Versace, ya lo habían asesinado cuando me obsesioné con su trabajo, pero su presencia en la estética de Miami era innegable. El segundo es Todd Oldham. Su forma de entender la moda, sin cortapisas, mezclando estampados, tejidos, conceptos… Recuerdo ver en la tele el vestuario que hizo para la película A Wong Foo: gracias por todo Julie Newmar y querer ser como él», rememora. Oldham terminó convirtiéndose en su mentor cuando él tenía solo 15 años. Vivir tanto tan joven, celebrar la mayoría de edad en una pasarela y viajar a dirigir una casa de costura poco después; vestir a Beyoncé o a Cate Blanchett antes de cumplir los 30 («cuando vi a la mejor actriz del mundo con mi ropa casi me da algo», recuerda) ha hecho que, con 36, lo vea todo con una perspectiva de la que carecen muchos creadores que casi le doblan la edad. «Hace un par de años decidí salirme del sistema. A mí ya no me funcionaba la maquinaria de desfiles y colecciones rápidas, fechas de entrega, etc.», cuenta. Necesitaba libertad y repensar su trabajo. «Ahora me apetece hacer cosas optimistas e imaginativas, es lo que piden los tiempos, pero con prendas mucho más fáciles, vestidos fluidos, ropa playera. Igual mañana hago otra cosa, pero se trata de cambiar, ¿no?» .