Ellas los prefieren peludos
¿Ha llegado el momento de decir adiós a esos cuerpos rasurados y depilados? Vuelve el hombre de pelo en pecho. Imperfecto, pero quizás más auténtico.
Ninguna de las heroínas femeninas que pasaron por la cama del primer James Bond (véase Sean Connery) le hizo ascos a aquel pecho, orgullo y manifiesto de pilosidad, que exhibía el agente amante del Dry Martini. Más bien todo lo contrario, ya que Míster 007 exhibió sus atributos peludos como una de sus mejores armas de seducción. Cincuenta años después, los cánones de belleza masculina pasaron por la licuadora estética mientras el hombre rivalizaba con la mujer, gracias a la publicidad y la moda, como objeto de deseo a la vista de todos. Vestido, semidesnudo o tal como vino al ...
Ninguna de las heroínas femeninas que pasaron por la cama del primer James Bond (véase Sean Connery) le hizo ascos a aquel pecho, orgullo y manifiesto de pilosidad, que exhibía el agente amante del Dry Martini. Más bien todo lo contrario, ya que Míster 007 exhibió sus atributos peludos como una de sus mejores armas de seducción. Cincuenta años después, los cánones de belleza masculina pasaron por la licuadora estética mientras el hombre rivalizaba con la mujer, gracias a la publicidad y la moda, como objeto de deseo a la vista de todos. Vestido, semidesnudo o tal como vino al mundo. Modelos todos ellos a la carta.
Los años 2000 supusieron la aparición de este «hombre nuevo”, que bajo el calificativo de metrosexual, invadió la escena con hombres depilados de la cabeza a los pies. A la fiesta se sumaron toda clase de varones masculinos, incluyendo hasta los más aguerridos deportistas, que aparecieron rasurados de la cabeza a los pies. La leyenda “el pelo en el cuerpo no es bello” corrió como la pólvora por gabinetes de estilistas, centros deportivos, gimnasios y salas de esteticiens. Fotógrafos como Bruce Weber y otros colegas pusieron su granito de arena y contribuyeron con sus campañas para Calvin Klein o Armani a la entronización de estos nuevos dioses imberbes rememorando el David de Donatello o el Discóbolo de Mirón. Incluso una pareja como Dolce & Gabbana, que siempre ha dado muestras de su querencia por el “maschio” latino, todo fuego y pilosidad en su ADN, sucumbió a la belleza depilada en sus modelos publicitarios. Una combinación de músculos y sudor en esa tendencia erótica-homo muy del gusto de los creadores italianos.
El reclamo publicitario con este hombre objeto de deseo nos dejó esta imagen moldeada y escultórica que apelaba a la belleza clásica y que resultaba sin duda, a los ojos de los creadores publicitarios y de los profesionales del marketing, mucho más seductora y atractiva que la visión de un torso peludo y sembrado de pelos insurgentes. Una belleza de connotaciones higienistas que evocaba un modelo juvenil todavía no contaminado ni cubierto por el vello impúdico. La publicidad se llenó de ejemplares masculinos en una suerte de neoclasicismo, modelo belleza años 30, consagrados en cuerpo y en alma al ritual del body-shaving. Las fotografías de David Beckham para la campaña de ropa interior de Armani suponían la culminación popular de este «Everest» de la nueva estética masculina. Los arabescos del tatuaje habían sustituido el hasta entonces vigoroso torso peludo como signo de poder y seducción sobre la piel.
Pero no todo estaba perdido para los valedores de “la belleza pelo en pecho” y la hirsutofilia, véase también los atractivos del vello corporal. Desde los observatorios independientes aparecía una generación de músicos barbudos, los nuevos juglares y trovadores del folk-rock, herederos estéticos de Walt Whitman, que imponían su estilo descuidado y do-it-yourself. Como un ejército de barbudos leñadores recién salidos del bosque se exhibían en las revistas de tendencias. Desde la versión más tradicional de un Bon Iver, a la expresión más híbrida de un Devendra Banhart.
En otras orillas, la clientela gay hace tiempo que ha descubierto los atractivos de los cuerpos peludos, reivindicando la estética bear u osuna. Frente a la belleza escultórica y rasurada que imponía el mercado publicitario, el vello corporal y los michelines se han convertido en atractivos masculinos. El actor de películas porno Jack Radcliffe es el modelo de esta belleza masculina con barriga.
El actor Henry Cavill en un fotograma de la película ‘La fría luz del día’.
Everett
También la publicidad en estos últimos años ha ido declinándose suavemente hacia esta tipología masculina “con vello”. Para el lanzamiento de su perfume, Lacoste ofrecía el cuerpo desnudo del modelo australiano Ian Lawless, que se exhibía con evidentes signos de pilosidad sobre su piel. Un modelo masculino dentro de ese esquema, mitad sensibilidad, mitad virilidad, que se supone que gusta a una mayoría de las mujeres y que George Clooney había puesto de moda a base de tazas de café Nespresso. Mucho más explícitas están resultando las campañas de perfumes de la marca Diesel, que ofrecen modelos masculinos, entre la aventura y el neorromanticismo, que no se cortan ni un pelo a la hora de mostrarnos su vello corporal.
Frente a estos prototipos más o menos peludos, con barbas de dos días o florecientes y pilosos pechos, modelos como Ryan Gosling perpetúan el ídolo cool a lo Steve McQueen, caracterizados por su belleza imberbe y energía vital. Una tipología que convive por otro lado con un lobezno como Hugh Jackman, representación del “buen salvaje”. A la galería añadamos al creador publicitario Don Draper de la serie Mad Men (interpretado por Jon Hamm), que desde que apareció en la piscina del hotel de Hawai mostrando su vello corporal, ha puesto a temblar a más de una marca de depilación masculina.
Aunque los sondeos siguen señalando que una mayoría de mujeres sigue prefiriendo al hombre depilado, la imagen de un hombre más natural y sin artificios, continúa ganando adeptos en el tablón publicitario. De momento, la barba, que hasta hace unos años ha sido el signo identitario de la izquierda comunista o progresista -modelo Massimo Cacciani, alcalde de Venecia – ha conseguido seducir y cubrir el rostro de la derecha popular y conservadora como marca identificativa, más allá de la corbata de color rosa. El resto está por enseñar.
Como un ejército de barbudos leñadores recién salidos del bosque, los músicos se apuntan a la barba. Desde la versión más tradicional de un Bon Iver, a la expresión más híbrida de un Devendra Banhart.
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