Elena Salmistraro, la “acumuladora en serie” que reinventa el diseño en Milán
Color, cerámica y fantasía son su sello. Fundó su estudio en 2009 en su ciudad natal y ahora se ha convertido en una figura clave del diseño italiano.
Siempre dibujaba. Así recuerda Elena Salmistraro (Milán, 38 años) una infancia marcada por la creatividad: “El dibujo ha sido para mí una actividad liberadora, iniciática, una necesidad”. Al salir del colegio pasaba las tardes en el estudio de una artista amiga de la familia y su abuelo —“La causa real de mi amor al arte”, sostiene— la llevaba a pasear por la historia de la ciudad y sus museos. Entonces se forjó su pasión por los objetos; su primera creación consciente fue “un jarrón o una botella, un ejercicio de i...
Siempre dibujaba. Así recuerda Elena Salmistraro (Milán, 38 años) una infancia marcada por la creatividad: “El dibujo ha sido para mí una actividad liberadora, iniciática, una necesidad”. Al salir del colegio pasaba las tardes en el estudio de una artista amiga de la familia y su abuelo —“La causa real de mi amor al arte”, sostiene— la llevaba a pasear por la historia de la ciudad y sus museos. Entonces se forjó su pasión por los objetos; su primera creación consciente fue “un jarrón o una botella, un ejercicio de instituto al estilo de Morandi”, rememora. En 2008 se graduó en diseño industrial por el Politécnico de Milán y solo un año después fundó su propio estudio junto a su marido, el arquitecto Angelo Stoli. Ahora es una de las figuras más destacadas del diseño italiano: ha creado piezas para Natuzzi, Cedit o Bosa; colaborado con marcas como Marella o Nike, y solo en el último FuoriSalone de la Semana del Diseño de Milán (celebrada en septiembre) firmó 12 lanzamientos.
“Cuando ves mi trabajo entiendes lo ligado que está a mi persona, hay quien piensa que es una forma de egocentrismo, pero para mí se trata de una necesidad de comunicación”, analiza Salmistraro, “no podría haberme adaptado a otros estudios de diseño, me sentía como un pez fuera del agua, pensaba que estaba hablando otro lenguaje que resultaba casi incomprensible para la mayoría de la gente, así que me puse manos a la obra y empecé por mi cuenta, sin importarme lo que tenía a mi alrededor”. Ese salto de fe dio resultados. La cerámica fue el alfabeto primigenio de su código propio, el vehículo que encontró para expresar ese mundo interno de color y fantasía que con el tiempo se ha convertido en su sello. “Es un material maravilloso, maleable, versátil, sostenible, barato… Cuando me gradué necesitaba hallar un material que me permitiera expresar mi creatividad sin un gran esfuerzo físico y económico, por eso empecé a modelar”, explica. Así nacieron sus primeras creaciones para firmas como Seletti y Alessi y las figuras con formas animales que creó para Bosa, un éxito inmediato. En 2017 su talento fue reconocido con el premio a la mejor diseñadora emergente del Salón del Mueble y al año siguiente fue nombrada embajadora del diseño italiano del barrio de Brera, que para ella es “el corazón de la ciudad”.
La moda, el otro gran motor de la urbe, ha formado desde el momento inicial parte de su propuesta. La estudió en el Politécnico y no ha dejado de estar presente en su trabajo, a través de colaboraciones. “Aprecio la habilidad de la moda para interpretar el mundo contemporáneo. Quienes trabajan en este campo desarrollan una capacidad única de comprensión que en ocasiones les permite anticiparse a los tiempos”, reflexiona. Para ella todo está entrelazado, moda, diseño y arte se mezclan y retroalimentan: “Trato de incorporar algunos elementos de arte en el diseño creando híbridos. Mi trabajo intenta hacer de la capacidad emocional de un objeto una de sus funciones principales. Es complejo, probablemente utópico, pero muy divertido y estimulante”.
Su obra bebe del uso del color de Rietveld, la creatividad de Basquiat, Lichtenstein y Rousseau, el arte urbano. “Soy una niña de los ochenta, el grafiti forma parte de mi vida y es el medio artístico más cercano a mi generación. La sola idea de dar arte a las ciudades, al mundo, es un concepto poderoso”, asegura. No le gusta unir en la misma frase las palabras tendencias y diseño. Lo suyo, insiste, es crear universos personales, eclécticos, algo que refleja en su forma de entender los objetos y crear interiores: “Soy una acumuladora en serie. Me gusta conservar piezas que me parecen interesantes, tanto desde un punto de vista de diseño como emocional, pero no sigo una línea marcada, lo hago al azar. En mi casa hay desde piedras a lámparas, para mí no hay diferencia”.