Con 23 años y desde una casa de Chamberí: así se convirtió ‘La Pija y la Quinqui’ en uno de los podcast del año
Desde que Rosalía les escogió para presentar ‘Motomami’ en España no han dejado de crecer. Sus primeros pasos profesionales los dieron como guionistas en el programa Gen Playz de RTVE y también han estado trabajando simultáneamente como colaboradores y escritores en el programa matutino de radio de Europa FM, ‘Cuerpos especiales’, que les obligaba a levantarse todos los días a las seis y media de la mañana.
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El estudio en el barrio madrileño de Chamberí en el que Carlos Peguer (Don Benito, Extremadura, 23 años) y María de los Ángeles Maturana (Murcia, 23 años), más conocidos como La Pija (él) y la Quinqui (ella), los roles que ocupan como presentadores de uno de los podcasts más escuchados (y vistos) de España, es tan desconcertantemente pequeño como sorprendentemente repentino ha sido su éxito: solo un año antes de que Rosalía les escogiese por sorpresa como uno de los programas a los que fue a presentar su nuevo disco, Motomami, se grababan en sus casas, en el cuarto de cualquiera de los dos, bebiendo cerveza y hablando de sus preocupaciones y sus aventuras urbanas, y después subían el resultado a su canal de YouTube.
En esa misma mesa redonda diminuta con una cocina detrás que se ve en todas sus emisiones (porque el programa se emite a través de vídeo y audio en Spotify y además luego es resumido en jugosos clips de TikTok) sigue siendo una costumbre habitual beber latas verdes y ofrecerlas a los invitados que, quizá estimulados por el lúpulo y la cebada, suelen acabar haciendo confesiones que se hacen virales. Fue el caso de la propia Rosalía, que contó el origen del meme Bizcochito (en el que la cantante masca un chicle con cara de hartazgo) o de Natalia Lacunza, quien usó un lenguaje tan grueso y desvergonzado como el que suelen emplear los presentadores. Ellos mismos, desde ese espacio, se han convertido en férreos defensores de la monogamia, en una postura que reconocen como muy impopular entre sus coetáneos. “Se habla mucho de acabar con la toxicidad en las relaciones. No creo que el poliamor sea la solución sino más bien un timo”, dice Mariang (así se hace llamar María de los Ángeles entre sus amigos), quien ha hecho de la honestidad descarada su bandera. “Alguna vez sí que hemos tenido miedo a que nos cancelasen”, ríe: “Pero en realidad no soy tan quinqui. Tengo alma de indie”. Es decir, no es tan irreverente, rebelde ni punk como sus fans creen. Su grupo favorito durante la adolescencia fueron los Arctic Monkeys, el líder de la banda, Alex Turner, fue uno de sus ídolos, y la relación de este con la modelo Alexa Chung, una de sus obsesiones. Fueron estas filias, de hecho, las que les unieron cuando tenían 14 años y ella vivía en Murcia y él en su pueblo extremeño, Don Benito. “Nos conocimos en Twitter. Estábamos aún en esta etapa de la vida en la que crees que tener afinidades culturales con alguien significa algo. Fue una especie de flechazo”, explica él. “Y entonces, me presenté por sorpresa en su pueblo en su 18 cumpleaños”, explica ella. Después, ambos fueron a estudiar comunicación a Madrid y ya nunca se separaron.
Sus primeros pasos profesionales los dieron como guionistas en el programa Gen Playz de RTVE y también han estado trabajando simultáneamente como colaboradores y escritores en el programa matutino de radio de Europa FM, Cuerpos especiales, que les obligaba a levantarse todos los días a las seis y media de la mañana. “¡Eso sí que envejece!”, bromean ambos, aunque en realidad lo digan un poco en serio: ninguno de los dos se considera representante de la sensibilidad de la generación Z, a la que pertenecen, y que, son conscientes, tanta curiosidad genera entre sociólogos y personas con puestos de responsabilidad en grandes empresas que por primera vez tienen que tratar con nativos digitales, es decir, que ya solo han conocido el mundo después de internet y los teléfonos inteligentes: “Siempre hemos pensado que tu forma de ver el mundo no depende tanto de la edad que tengas, sino del momento vital en el que estés. Yo, por ejemplo, tengo un trabajo fijo y ahora mismo no podría estar con alguien que tenga 21 y sigue estudiando”, explica Mariang. ¿Se identifican entonces con la famosa “juventud” precaria que acuñaron los de la generación previa a los suyos, los mileniales? “Yo creo que somos precarios en el sentido de que estamos en un momento histórico precario y que la industria que trabajamos también lo es. Hay mucha gente de nuestra generación que asume que tener 23 años y ganar 1.000 es una fortuna. No sabes cuántos piensan que ahora somos millonarios”, explica Carlos, quien se ve obligado a aclarar que si Mariang no es quinqui, él, por mucho que siempre vaya con camisas Ralph Lauren, tampoco es pijo: “Me las compro en Humana. Mi familia es de clase media total y vivo de alquiler en una casa enana. ¡Pero si cuando mi padre viene a Madrid está todo el rato mirando el precio de todo!”