Aubrey Plaza: por qué la «chica rara» de ‘The White Lotus’ lo es también en la vida real
Famosa por su humor cáustico y su cara de póker, la actriz sufrió un derrame a los 20 años. Desde entonces, intenta tomárselo todo poco en serio.
“Aubrey Plaza es superRARA e INCÓMODA. ¡Me encanta!”. Es el título de un vídeo de 13 minutos en YouTube, uno de los primeros que aparecen cuando se busca el nombre de Aubrey Plaza (Wilmington, Delaware, 38 años), y también un resumen bastante acertado de lo que siente la opinión pública por la actriz de The White Lotus: es rara, es incómoda, nos encanta.
El papel de Harper, la abogada recién convertida en millonaria consorte que se presta a soportar unas vacaciones de ultralujo en un resort de Taormina con su marido y un...
“Aubrey Plaza es superRARA e INCÓMODA. ¡Me encanta!”. Es el título de un vídeo de 13 minutos en YouTube, uno de los primeros que aparecen cuando se busca el nombre de Aubrey Plaza (Wilmington, Delaware, 38 años), y también un resumen bastante acertado de lo que siente la opinión pública por la actriz de The White Lotus: es rara, es incómoda, nos encanta.
El papel de Harper, la abogada recién convertida en millonaria consorte que se presta a soportar unas vacaciones de ultralujo en un resort de Taormina con su marido y una pareja de amigos de juventud de él, no se ha desviado mucho de lo que se espera de un papel de Plaza: es cáustica, maneja bien el sarcasmo, nadie la llamaría la alegría de la huerta y los espectadores solo quieren más de ella. Tanto Harper como su marido en la ficción de Mike White, el taciturno Ethan (Will Sharpe), se definen a lo largo de toda la temporada por oposición a sus amigos, la pareja formada por Cameron (Theo James) y Daphne (Meghann Fahy), dos jóvenes despreocupados que se sienten comodísimos en su piel y en su papel de ricos. Por el contrario, Ethan y Harper apenas pueden disimular la crisis de deseo en su matrimonio y a ella le cuesta conciliar sus ideas políticas con la realidad de que, tras la venta de la empresa que creó su marido, forma parte del 1% de millonarios del planeta.
Además de un vestuario que ha generado envidia, artículos y galerías de fotos, Harper le ha dado a Plaza la oportunidad de hacer algunas de las cosas que se le dan mejor: poner los ojos en blanco, aguantar estoica a alguien insufrible y observar a su alrededor sabiéndose diferente. También algunas cosas no tan habituales en sus personajes, como cuando vemos a una Harper cada vez más borracha y generando el caos en el capítulo de la cata de vinos.
Esos tics se han ido fraguando desde el papel que la hizo famosa, el de April Ludgate en Parks & Recreation. En aquella serie, Plaza hacía de la becaria del Ayuntamiento de Pawnee y tenía respuestas memorables, como cuando le preguntaban: ¿dónde te hiciste ese corte de pelo? Y ella contestaba: en la cárcel. O cuando pronuncia sus votos en su boda con el personaje de Chris Pratt: “Bueno, supongo que odio casi todas las cosas, pero a ti parece que nunca te odio. Así que quiero pasar el resto de mi vida contigo. ¿Te va bien?”.
Plaza empezó a actuar de niña haciendo teatro amateur. Su padre, puertorriqueño, y su madre, de origen irlandés (“era la única niña puertorriqueña haciendo danza irlandesa”, dijo en una entrevista), la tuvieron con apenas 19 años y siguieron estudiando hasta convertirse su madre en abogada y su padre en asesor fiscal. Su casa era “muy católica”, ha dicho, y la zona en la que vivía, predominantemente conservadora y de voto republicano. Ella estudió en una escuela de monjas ursulinas y más tarde se enroló en Tisch, la facultad de teatro, para estudiar arte dramático y producción audiovisual. Apenas salida de la universidad, trabajó como guía en la NBC, y al parecer se convirtió en una leyenda por su tendencia a inventarse totalmente los datos que daba a los visitantes. Tras un casting consiguió un papel en la película Hazme reír, de Judd Apatow, y más o menos al mismo tiempo le hablaron del proyecto de Parks. Entonces, el director de casting la describió como “la chica más rara que he conocido jamás”. En realidad, suele decir ella, es más tímida que rara: “Quizá confunde a la gente que no me tomo las cosas tan en serio. Ves a actores todo el tiempo tomarse tan en serio que piensas: ¡oh dios mío, estás hablando de una película! Intento no perder esa perspectiva porque es la que me ha llevado donde estoy hoy. En serio, todos nos vamos a morir algún día”, dijo en una entrevista reciente con The Guardian.
Mientras rodaba la telecomedia, sufrió un ataque isquémico transitorio, también conocido como mini derrame, el segundo episodio de este tipo que padeció, ya que a los 20 años tuvo también un ataque que le llevó a perder el habla durante un tiempo. En una entrevista en 2017 con Fresh Air, el mítico programa de la radio pública estadounidense, explicó cómo fue toda la situación: un día entró en el piso de unas amigas en Queens. Les estaba explicando que la noche anterior había llevado a una de sus hermanas pequeñas a un concierto de Hilary Duff y, a media frase, perdió la capacidad de hablar. Sus amigas inicialmente pensaron que estaba de broma, pero pronto se dieron cuenta de que sucedía algo grave. Llamaron a la ambulancia, pero en Urgencias tardaron bastante en atenderla porque por su juventud no pensaban que estuviera sufriendo un ictus y achacaban lo que le pasaba al consumo de drogas. Finalmente, consiguió recuperar el habla en apenas dos días gracias a la ayuda de un terapeuta. “Supongo que suena cursi, pero creo que siempre soy consciente de cómo de valiosa es la vida y trato de acordarme cada día”, dijo en la misma entrevista. “Intento verlo todo con perspectiva y no tomarme las cosas muy en serio… No puedo evitar pensar que todo eso me afectó hasta de maneras que aún no sé, pero tengo la sensación general de que la vida es corta y que más me vale hacer todo lo que esté en mi mano”, dijo en la misma entrevista.
Ese no es el tono habitual de sus apariciones mediáticas, donde su humor imperturbable se confunde con el de sus personajes. Como cuando le describió, sin alterarse, su escena de sexo con Robert de Niro a Jimmy Kimmel. Durante tres años seguidos ha presentado los Independent Spirit Awards. El año pasado empezó la gala bromeando con lo poco que le pega la figura de la showwoman con vestido de lentejuelas. “Bienvenidos a mi zona de confort”, dijo, a punto de arrancarse con una versión del clásico de Broadway Get Happy y de ponerse a gastar bromas a medio Hollywood.
Como tantas otras actrices, Plaza se ha puesto a producir en los últimos años las películas en las que aparece, casi la única manera de asegurarse de que siguen recibiendo papeles interesantes. Estuvo detrás de Ingrid Goes West, una comedia negra en la que interpreta a una chica obsesionada con una influencer de Instagram; del thriller con elementos de comedia Black Bear, en el que da vida a una cineasta que se aísla en una casa al lado de un lago; de Emily the Criminal y de The Little Hours, una comedia disparatada en la que hacía de monja durante la Edad Media. Esta última película fue un proyecto conjunto con su marido, el director y guionista Jeff Baena, con el que sale desde 2011. Nadie sabía que ambos estaban casados hasta que Plaza llamó a Baena “mi querido marido” en un post reciente de Instagram. La única otra pareja conocida que ha tenido fue el actor Michael Cera, con el que compartió cartel en Scott Pilgrim contra el mundo (2010). En una entrevista que dio en 2016 a la revista LGBTQ The Advocate dijo que sabe perfectamente que es un icono lésbico y que ella también se ha enamorado de mujeres. “Sé que tengo esta cosa andrógina y tengo una energía bastante masculina. A las chicas les gusto, eso no es ningún secreto”, dijo. “Y, oye, a mí me gustan también. Me enamoro de chicos y de chicas. No puedo evitarlo”. Claro que Plaza demostró hace tres años que es capaz de engañar a un detector de mentiras y ha dicho muchas veces que “mentir es su hobby favorito”, así que con ella nunca se sabe.