Angela Lindvall, la modelo de las causas ecológicas

Sus coordenadas no responden a las de una top al uso. Hace ocho años, Angela Lindvall abandonó el aburguesado Upper East Side de Manhattan para trasladarse al cañón de Topanga en California. Una zona reservada a bohemios, artistas y neohippies en la que ha instalado su residencia. «Desde que comencé mi carrera fantaseaba con tener un terreno y cultivar frutas, árboles, criar animales… Ahora siento que estoy viviendo mi sueño», asegura.

Contenta con su trayectoria –pese a considerar que la moda se centra demasiado en lo exterior–, ahora orienta su vida a la familia,...

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Sus coordenadas no responden a las de una top al uso. Hace ocho años, Angela Lindvall abandonó el aburguesado Upper East Side de Manhattan para trasladarse al cañón de Topanga en California. Una zona reservada a bohemios, artistas y neohippies en la que ha instalado su residencia. «Desde que comencé mi carrera fantaseaba con tener un terreno y cultivar frutas, árboles, criar animales… Ahora siento que estoy viviendo mi sueño», asegura.

Contenta con su trayectoria –pese a considerar que la moda se centra demasiado en lo exterior–, ahora orienta su vida a la familia, la ecología y el yoga. Su Instagram da fe de ello.

A primera vista, su estilo de vida no es el que se espera de una modelo.

Existen muchos clichés respecto a esta profesión. He tenido una gran carrera que me ha permitido trabajar con algunas de las personas más creativas del mundo. Pero lo mejor que me ha pasado en la vida es ser madre. Me ha ayudado a darle a mi trabajo una intención. Antes únicamente me centraba en la moda. Me movía en un microcosmos. Fue divertido, pero ahora me siento afortunada de estar muy presente en la vida de mi familia, despierto a mis hijos todos los días y los llevo al colegio. Por eso, solo acepto un par de proyectos al mes.

¿Es lo que le movió a abandonar Manhattan y trasladarse a California?

Entre otras razones. Vivo en un lugar donde el capitalismo no ha hecho mella. No existen cadenas, ni restaurantes, ni nada parecido. Es como una utopía, pero real. En el mundo suceden muchas cosas y es increíble contar con este pequeño paraíso.

¿Es una activista del respeto al medio ambiente?

Sí, desde que tenía 17 años y me trasladé a Nueva York –antes vivía en el campo–. Entonces empecé a ser consciente de la contaminación del agua, la polución, las deficiencias alimenticias… Fundé Collage Foundation para concienciar a los jóvenes sobre causas ecológicas. Ahora también gestiono Rockwell Farm Alliance, en apoyo a la agricultura local en Nueva York; Clean by Design, con la que pretendemos hacer más limpia la fabricación textil; y Local Green, dedicada a crear un entorno libre de tóxicos químicos y saludable para los niños. Existen muchos problemas, pero cada vez desarrollamos más iniciativas a nivel industrial que nos permiten vivir de forma más sostenible y en armonía con la naturaleza.

El yoga también forma parte de su vida, ¿qué le aporta?

Es una vía de evasión material que me permite centrarme en el interior. Concretamente practico una de las formas más antiguas de esta disciplina. Lo llaman el yoga de la conciencia. A mis hijos también les enseño el poder que tienen la respiración y la mente.

Ellos son una fuente de inspiración en su vida. ¿Qué espera del viaje que planea hacer con sus hijos alrededor del mundo?

Ver la realidad a través de los ojos de un niño es como experimentarla por primera vez. La idea es crear una plataforma para compartir el viaje a través de vídeos, blogs y fotos. Queremos empezar en Japón y, de ahí, pasar a China, Nepal, India, Israel, África, Europa y Sudamérica. A veces asusta llevar a cabo los sueños, pero ¿no trata de eso la vida?

¿Cree entonces que las redes sociales son una herramienta positiva?

Hay mucha información fluyendo en todas direcciones y soy consciente de cómo mis hijos se están exponiendo a ella. Yo crecí en plena naturaleza y busco para mi familia algo similar. Sin embargo, hay una parte muy válida de Internet como herramienta de información. Antes recibíamos solo lo que los grandes grupos de comunicación nos hacían llegar. En este momento los flujos se han invertido.

¿Cómo ha cambiado la moda desde que comenzó su carrera?

Cuando empecé, en los 90, era una industria creativa; ahora es comercial. Los plazos son muy cortos y los equipos enormes. Se aprecia de forma clara en la fotografía, con la democratización de las herramientas digitales. La postproducción y el retoque hacen posibles imágenes aparentes sin necesidad de que quien las realice tenga talento o el conocimiento técnico suficiente.

¿Cuáles son los fotógrafos que más aprecia?

Los de la vieja escuela, como Peter Lindbergh, a quien no le asusta entrar en un cara a cara con la modelo. O Mario Testino, por su habilidad para captar la belleza interna de las mujeres. También me fascina la alegría que crea Bruce Weber. Y, por supuesto, los grandes maestros como Irving Penn, Helmut Newton y Richard Avedon, con quienes he tenido ocasión de trabajar.

Otra de sus facetas es la de actriz, alcanzó el reconocimiento en 2005 con Kiss Kiss, Bang Bang, ¿la veremos de vuelta en la gran pantalla?

Me encanta actuar y voy a audiciones de vez en cuando, aunque es difícil porque exige una gran dedicación. Es similar a la moda, hay que empezar desde la nada y labrarse un camino. Pero ahora tengo otras pasiones. Como dije, mis hijos son mi prioridad.