Amy Adams: la maldición de vestirse para ser la eterna nominada que nunca gana
La intérprete se convirtió en trending topic por volver a perder en una gala de premios, esta vez por ‘Heridas Abiertas’.
No fue lo mismo para Leonardo DiCaprio. Cuando sufrió el síndrome del eterno nominado, a él le bastaba con cambiar la corbata (2005 y 2007) por la pajarita (1994, 2014 y 2016) y todos contentos. Una preocupación menos. A la quinta fue la vencida y en 2016 se hizo con el Oscar por El Renacido. DiCaprio no tenía esa agonía extra de tener que vestirse para ganar o perder. Especialmente cuando la última opción es la que más se ha repetido en tu carrera. Amy Adams, actriz de múltiples registros, posee un cum laude en esta tortura personal de acicalarse para quedar...
No fue lo mismo para Leonardo DiCaprio. Cuando sufrió el síndrome del eterno nominado, a él le bastaba con cambiar la corbata (2005 y 2007) por la pajarita (1994, 2014 y 2016) y todos contentos. Una preocupación menos. A la quinta fue la vencida y en 2016 se hizo con el Oscar por El Renacido. DiCaprio no tenía esa agonía extra de tener que vestirse para ganar o perder. Especialmente cuando la última opción es la que más se ha repetido en tu carrera. Amy Adams, actriz de múltiples registros, posee un cum laude en esta tortura personal de acicalarse para quedarse a las puertas de la gloria. Nunca ha recogido el Oscar a pesar de haber estado nominada seis veces. Tampoco las siete veces que ha acudido a la Gala de los Bafta británicos como aspirante ha logrado hacerse con el premio. Aunque en los Globos de Oro ha tenido más suerte (dos de ocho veces se hizo con el galardón), la actriz se convertía en trending topic al perder el Emmy, al que optaba en la categoría de mejor actriz de miniserie o telefilm por Heridas abiertas. El Fendi de color negro que eligió para la ocasión tampoco pasará a la historia de los vestidos icónicos. Durante su carrera ha tenido un total de 291 nominaciones y 70 premios. Uno de cada cuatro. Eso son muchos vestidos para olvidar.
«Como ser humano ya no puedo verla perder más, es demasiado duro», apuntó el comentarista Louis Virtel en el podcast Keep It después de que volviese a perder en los últimos Globos de Oro. Adams estaba doblemente nominada por su papel de periodista alcohólica traumatizada en la serie Heridas Abiertas o por ponerse en el papel de Lynne Cheney, la esposa ambiciosa y audaz en el biopic Vice. Una vez más, la actriz se quedó sentada en la mesa aplaudiendo a sus compañeras al recoger su premio. «Bueno, vuelve a ser esa época del año… supongo que me tendré que poner alguno de esos vestidos, es enero, ¿no?», bromeaba en el programa Dan Levy sobre cómo debe tomarse esta «especie de tradición anual» que la intérprete domina ya con maestría. «Este año se ha vestido como si todo le diera igual, como si supiera de antemano que con ese vestido tampoco iba a ser su momento», añadía en el programa Kara Brown, a propósito del sencillo y minimalista Valentino azul petróleo que escogió para acudir a los pasados Globos de Oro.
Adams, que es una de las pocas actrices que se hizo con el éxito en Hollywood más en sus treinta que en sus veinte años, sabe que el dress for success (vestirse para el éxito) es mucho más que una canción de Roxette. Podríamos decir que su nominación de 2013 a mejor actriz secundaria por The Master fue su último esfuerzo simbólico en los premios de la Academia: un Oscar de la Renta de corpiño y falda exagerada que pedía un premio en sus manos. Para la última nominación, en 2014, su Gucci mostraba una ambivalencia efectista: era un vestido con el que salía airosa en las dos posibilidades. Solo en los Globos de Oro, territorio en el que sí ha podido catar premios, ha tenido dos vestidos talismán: el Valentino bicolor con escotazo acorde a su personaje en La gran estafa americana (2014) y el discreto Versace para su siguiente Globo de Oro en 2015 por Big Eyes.
El dilema de enfrentarse a esa semiótica del vestido de alfombra roja, donde una sola prenda encapsula la confianza y la proyección psicológica de su portadora frente al enigma de si ganará o no es un lenguaje que no muchas dominan. ¿Qué hizo Lady Gaga al debutar como actriz nominada en los Globos de Oro? Poner toda la carne en el asador y pasear con orgullo su Valentino de estrella de antaño, un modelo hecho a medida para perdurar en una foto de ganadora. Adams, resiste y construye sus propias estrategias para no salir muy afectada de todo el asunto. «Me he hecho una promesa a mí misa, que es la de no leer nada o saber lo que está pasando», contó a The Telegraph en 2014. «Todo esto me va bien. No es que pueda decir: ‘Nunca he querido ganar un Oscar’, lo que estaría bien, porque así la gente dejará de preguntarse si alguna vez querré. Pero estoy contenta por quién sea que gane. Sé que la gente no me cree, ok, de acuerdo. Lamento que tengan el alma así de amargada». En esta ocasión debe de haberse alegrado entonces por Michelle Williams, que le arrebató el premio a mejor actriz de miniserie o telefilm por Fosse/Verdon.