«Signora della Juve»: el fascinante recorrido de Allegra Caracciolo, la madre de Andrea Agnelli
Sobrina de Luchino Visconti e icono de estilo en la Italia de los sesenta, la madre de Andrea Agnelli, vicepresidente de la polémica Superliga, es un personaje tan fascinante como la saga a la que pertenece, unos Médici contemporáneos marcados por el éxito y la tragedia
En 2014, unos años antes de su muerte, Marella Agnelli escribió un breve relato en Vanity Fair sobre cómo fueron sus primeros años junto a Gianni Agnelli, heredero de Fiat y durante décadas cabeza visible de la familia más importante de Italia. «Un día decidí irme de compras a París y pensé que ir hasta allí en tren era la mejór opción. Cuando llegué al vagón-cama que había alquilado, todas las sábanas, los cojines, la vajilla llevaban mis iniciales. Me di cuenta de que así era como viajaban los Agnelli». ...
En 2014, unos años antes de su muerte, Marella Agnelli escribió un breve relato en Vanity Fair sobre cómo fueron sus primeros años junto a Gianni Agnelli, heredero de Fiat y durante décadas cabeza visible de la familia más importante de Italia. «Un día decidí irme de compras a París y pensé que ir hasta allí en tren era la mejór opción. Cuando llegué al vagón-cama que había alquilado, todas las sábanas, los cojines, la vajilla llevaban mis iniciales. Me di cuenta de que así era como viajaban los Agnelli». Entre las anécdotas que va desgranando, está la del primer encuentro de su prima Allegra con Umberto, hermano de Gianni, en un yate en el que también viajaba Truman Capote. Se casaron en secreto en 1975. Si la vida de los Agnelli, esos Médici contemporáneos cuyos tentáculos alcanzan todas las capas de la sociedad italiana, siempre ha estado marcada tanto por el éxito como por la tragedia, la del hijo menor de Edoardo Agnelli (hijo del fundador de Fiat, Giovanni) fue especialmente desgraciada: su padre murió cuando él solo tenía un año en un accidente de avión, su madre una década más tarde en un accidente de tráfico y vio fallecer a tres de sus hijos, fruto de su matrimonio con Antonella Bechi Piaggio. Los dos primeros al poco de nacer, el tercero, de cáncer a los 30, la misma enfermedad que acabó con su vida en 2004.
En una de las pocas entrevistas que ha concedido a lo largo de su vida, Allegra Caracciollo sentenciaba: «Desgraciadamente, conozco de primera mano la enfermedad, pero sé que la investigación podrá con ella». La viuda de Umberto (y madre de Andrea y Anna Agnelli) es a día de hoy la vicepresidenta de la Asociación Italiana contra el Cáncer (de hecho, ha creado un centro tecnológico completo en Turín), además de una firme activista por los derechos de los animales. Aunque no es tan famosa como lo fue su prima Marella, eterno icono de estilo y personaje ubicuo en la crónica social, Allegra apuntaba maneras desde su juventud. Al fin y al cabo, lo tenía todo: descendiente de una de las familias de mayor abolengo de Italia y sobrina de Luchino Visconti, creció rodeada de lujos. En los sesenta, cuando las revistas de moda buscaban referentes entre la alta sociedad, protagonizó varias sesiones en las ediciones americana e italiana de Vogue ante la cámara, entre otros, de Ugo Mulas y Henry Clarke. La cabecera en Italia recordaba esos tiempos hace unos años. «Allegra representaba el cambio generacional entre las clases altas, con sus pantalones anchos, sus estampados psicodélicos. La suya era una contemporaneidad conceptual».
Pero cuando se casó con el pequeño de los Agnelli, se alejó de los focos. Su marido, Umberto, formaba parte de la mesa ejecutiva de Fiat (y presidió la enseña brevemente tras la muerte de su hermano Gianni), pero su gran pasión era la Juventus de Turín. Fue su presidente durante más de una década, cargo que ejerció también en la Asociación Italiana de Futbol. En 2015, años después de su muerte, entró en el salón de la fama del fútbol. Su puesto y su pasión los heredó su hijo Andrea, que acaba de dimitir como presidente de la Asociación de Clubes Europeos tras orquestar la Superliga junto a Florentino Pérez.
Donna Allegra, como la llaman, eligió otros derroteros: comenzó a rodearse de intelectuales, como el politólogo Norberto Bobbio o el filósofo Gianni Vattimo, y a utilizar su posición para apoyar diversas causas sociales, sobre todo en defensa de los animales. Logró que se cerrara un zoo público tras las acusaciones de maltrato animal y ha invertido parte de su extensa fortuna en investigación veterinaria. Hace una década, de hecho, comenzaron a lloverle los reconocimientos. Del doctorado honoris causa de la Universidad de Turín a la medalla de oro de la República Italiana al mérito en la Sanidad Pública. Eso sí, a sus 75, y apartada de la vida pública, aún se la puede ver casi cada fin de semana en el palco presidencial del estadio. La Signora della Juve, la llaman los aficionados. Hay tradiciones familiares casi inquebrantables.