Adiós al mercado de Fuencarral: el fin de un Madrid que no volverá
Lo que una vez Le Monde consideró “el mejor ejemplo del cambio cultural en España” se cerrará en el verano del 2015. Repasamos lo que ha significado para la juventud española.
Cuando uno pasea actualmente por la calle Fuencarral de Madrid, no puede decir dos o tres elementos que la diferencien de cualquier otra calle comercial del mundo: peatonal, abarrotada, con tiendas de grandes cadenas mezcladas con alguna algo más desconocida, cafés servidos en serie y turistas haciendo fotos cargados de compras. Lo normal en una capital europea, más o menos.
Sin embargo, un hito marca una separación entre la nueva zona peatonalizada y la zona de Fuencarral más clásica: el Mercado de Fuencarral se levanta en el número 45 como un mamotreto de acero personificando el pa...
Cuando uno pasea actualmente por la calle Fuencarral de Madrid, no puede decir dos o tres elementos que la diferencien de cualquier otra calle comercial del mundo: peatonal, abarrotada, con tiendas de grandes cadenas mezcladas con alguna algo más desconocida, cafés servidos en serie y turistas haciendo fotos cargados de compras. Lo normal en una capital europea, más o menos.
Sin embargo, un hito marca una separación entre la nueva zona peatonalizada y la zona de Fuencarral más clásica: el Mercado de Fuencarral se levanta en el número 45 como un mamotreto de acero personificando el pasado y el futuro de la zona comercial. Las vistas desde allí han cambiado. Donde había negocios familiares, de toda la vida, como ferreterías o mercerías, ahora hay tiendas de zapatillas americanas y locales de decoración low-cost escandinavos. Cuando en 1998 abrió el mercado bajo el lema “El centro comercial para los que odian los centros comerciales”, tocó el corazón de una incipiente juventud que llevaba algunos años poblando Malasaña, Chueca y alrededores en busca de precios bajos y vida alternativa. Lo que en principio fue el motor de la aparición de las tiendas de segunda mano, la llegada de la ropa importada, las tiendas de tatuajes y piercings y los DJs de día ha acabado siendo el símbolo de esa Malasaña que ya no existe. Su cierre definitivo, en verano de 2015, será la fecha en la que la gentrificación de esta zona madrileña pueda darse por completa.
El Mercado era, además, una de las primeras visitas obligadas de aquellos adolescentes que llegaban a Madrid a estudiar una carrera, que se arremolinaban alrededor como si del monolito de 2001: una odisea en el espacio se tratara. También atrajo al centro a los jóvenes de la periferia de la ciudad, que buscaban diferenciarse a través de la ropa, el peinado y los complementos en ambientes “normales”. Era lo más cercano a Camden Town que tenía Madrid por entonces, y de su nacimiento surgieron hermanos pequeños, sobre todo en las calles Fuencarral y Hortaleza, que aprovecharon el flujo de personas en busca de lo alternativo para vender ropa de segunda mano e importada de Estados Unidos, Berlín, Londres o Tokio, auténticas mecas inalcanzables para casi todos. Eran los tiempos de los piercings, las rastas, los tintes de colores y la ropa militar. También era paso frecuente para recoger las nuevas y modernas revistas gratuitas de tendencias (con aBarna a la cabeza), que tenían allí el lugar perfecto para captar a su audiencia.
El Mercado de Fuencarral cerrará sus puertas en el verano de 2015.
Archivo El País
Con el paso de los años, la sensación era de que el mundo avanzaba y el Mercado no. Mientras Chueca ampliaba radio de acción y se comía parte de Malasaña y la calle Fuencarral empezaba a establecerse como zona comercial para todos los públicos con las primeras cadenas de ropa low-cost, el edificio del número 45 seguía impertérrito, inamovible, con sus grafitti en la fachada y sus cada vez más escasos clientes anclados en algún lugar entre 1999 y 2003. Lo que una vez Le Monde consideró “el mejor ejemplo del cambio cultural en España”, y que incluso llegó a abrir una sucursal en Valencia (que duró apenas dos años abierto con ese nombre), se había convertido en un ejemplo más de proyecto que nace con éxito arrollador pero que no sabe adaptarse al día a día. Tras varios anuncios de cierre, la semana pasada conocíamos la noticia: el dueño del espacio, Ramón Matoses, había llegado a un acuerdo para vender el espacio.
Poco ha trascendido del futuro del edificio. Los rumores apuntan a H&M y a Uniqlo, pero no hay nada confirmado. La venta y posterior transformación en una tienda insignia de una gran marca, algo que se da por hecho por las formas y el amplio espacio del local, tiene sentido si uno vuelve a pasear por la calle Fuencarral hoy: las tiendas de segunda mano y los locales de tatuajes y piercings han dado paso a más cadenas de bajo coste, marcas globales y aspiracionales españolas y extranjeras y espacios multimarca que son paso de turistas y compradores. El paso lógico era la homogeneización total de la calle Fuencarral, donde ya no tienen espacio las propuestas pequeñas y diferentes, pues ya es una de las calles con el metro cuadrado más caro de España (entre 4.000 y 6.000 euros en 2012). Sí, un paso lógico, pero no necesariamente bueno: el Mercado de Fuencarral marca sin duda el final de una era de un Madrid que nunca volverá.