Lucia Silvestri, diseñadora de joyas en Bvlgari: “Las gemas se han vuelto mucho más raras y escasas que antes”
Existe un laboratorio escondido en Roma en el que los artesanos de la marca hacen realidad los sueños fantásticos de su creativa, Lucia Silvestri. Así nacen algunas de las joyas más increíbles del mundo
Nada indica, tras un primer vistazo a un anodino edificio en las afueras de Roma, que dentro de sus paredes se crea la magia. Una segunda mirada pausada da pistas, quizá el inmueble no sea tan común: pequeñas cámaras, código de seguridad o ventanas selladas. Al cruzar la doble puerta de acceso la discreción anónima se esfuma para dar paso a tres retratos en blanco y negro de Elizabeth Taylor, Sophia Loren y Gina Lollobrigida cubiertas con joyas de Bvlgari. No hay ningún error en la dirección, se trata de uno de los talleres de la casa italiana, seguramente el más exclusivo. Y eso es mucho decir en estos dominios.
La firma posee un inmenso centro al norte de Italia, en Valenza, pero si allí es imposible pasar por alto el nombre de la enseña desde la carretera, en esta sede romana todo es más discreto. Aquí se confeccionan diseños únicos, oníricos y extravagantes, la colección de Alta Joyería en torno a piedras preciosas que no parecen de este mundo. El collar con el que Zendaya coronó su estilismo para el estreno de Dune en el Festival de Venecia en 2021, el Serpenti Hypnotic Emerald, con una esmeralda de 93 quilates. La gargantilla cuajada de diamantes de talla pera con la que Lily Gladstone recogió el Globo de Oro a mejor actriz hace un año. O las joyas que luce Selena Gomez en el videoclip de su tema Love on. Son creaciones que han salido de este misterioso centro en el que tallan, cortan o pulen algo más de 100 artesanos capitaneados por la directora creativa global del área de joyería de Bvlgari, Lucia Silvestri. Ella divide su tiempo entre su despacho junto al Tíber, el taller o viajes por el mundo: “Cuando trabajamos con gemas de colores empezamos precisamente con ellas”, cuenta la diseñadora sentada tras su mesa, “sin embargo, cuando son diamantes, partimos del boceto”.
Su forma de imaginar nuevos collares, pendientes o anillos sirve para elevar aún más esos coloridos tesoros de la naturaleza sobre los que gira todo. La propia Silvestri persigue las gemas más extravagantes por cualquier rincón, “de Singapur a Jaipur o Hong Kong”, reconoce. Tiene experiencia en ello, comenzó como compradora al poco de entrar en la compañía hace cuatro décadas, cuando abandonó sus estudios en biología para seguir los pasos de su padre, que ya trabajaba para la joyería italiana. “Conocí a los hermanos Gianni, Paolo y Nicola Bvlgari y fue amor a primera vista. Recuerdo que eran fantásticos, buenos, elegantes, con un carisma increíble. Cuando entré en sus oficinas y vi un escritorio con esmeraldas, zafiros, rubíes o diamantes supe que ahí estaba mi carrera. Confiaron en mí desde el primer momento, pese a que se trataba de un sector muy masculino, especialmente el de los compradores de gemas”. El escenario ha mejorado desde aquellos años ochenta en los que tenía que hacerse valer mientras los vendedores pensaban que podían regatearle el precio pero, dice la romana, “sigue siendo un mercado muy masculinizado”.
La diseñadora es toda una institución en la compañía, que en 2024 celebró 140 años de historia. Propiedad del conglomerado LVMH desde 2011, Silvestri sabe cómo preservar la esencia de un negocio con tanta historia: “Hay que tener creatividad en términos de diseño y artesanía, siendo esta tan de primer nivel como las piedras preciosas”, apunta, “es una mezcla de creatividad y calidad”. La excelencia tiene que estar en los detalles, que en algunas de sus joyas son mecanismos microscópicos que permiten dotar de ductilidad a elementos metálicos que por definición deberían ser rígidos. Para ello los bocetos se traducen en prototipos en tres dimensiones en los que son los orfebres los que proponen cómo será la composición técnica. Los artesanos más experimentados se colocan junto a los más jóvenes (garantizar el relevo generacional es clave en este tipo de oficios): para enseñarles la técnica, pero también la manera ‘a lo Bvlgari’ de hacer las cosas. Una idiosincrasia que prioriza el color y la flexibilidad de collares que, en el caso de los más exuberantes, pueden sumar casi dos centenares de piezas.
Se prima la comodidad, clave hasta en esas piezas que superan las seis cifras y que cada vez son más demandadas. Lo señala la consultora Bain & Co en el análisis que realiza anualmente sobre el mercado del lujo, que se estima facturó 1,5 billones de euros en 2024 globalmente: “La joyería se mantiene fuerte, favorecida especialmente por el segmento de la alta joyería y por una evolución notable”. Los clientes de ultralujo ven en estas joyas exclusivas una expresión de creatividad suprema, una manera de crear una colección insigne y una inversión eterna. El sector enfrenta sin embargo sus propios desafíos, precisamente derivados de ese aumento de la demanda: “Uno de los principales cambios de los últimos años es que las gemas se han vuelto mucho más raras y escasas que antes”, cuenta la italiana. Ella sabe cómo hacerse con las más sorprendentes, no le falta ni la maestría, ni las ideas: “¡No, nunca se me acaban!”, exclama casi horrorizada ante esa posibilidad. Si ve que flojean, le basta con jugar con un saquito de zafiros sobre la mesa o dar un paseo por la Ciudad Eterna: “Es mi zona de confort creativo”.