Los políticos dan la cara en las redes sociales

Los medios sociales han creado dos clases políticas en España. La que está en ellos y la que no. ¿Cómo manejan su imagen pública y personal en estas plataformas?

Es un hecho. Que Twitter, Facebook y, tímidamente, Instagram han cambiado la política española no se discute ni en la izquierda ni en la derecha. Es de los pocos asuntos que no genera controversia. Y no ha hecho falta ni negociar. El consenso se produjo el día en que el político se adentró en los inescrutables caminos de las redes sociales y descubrió que estas le conectaban con el ciudadano.

Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina y, con ellas, el espacio virtual se llenará de consignas, lemas, mensajes y fotos. Muchas imágenes nos enseñarán esa otra faceta personal...

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Es un hecho. Que Twitter, Facebook y, tímidamente, Instagram han cambiado la política española no se discute ni en la izquierda ni en la derecha. Es de los pocos asuntos que no genera controversia. Y no ha hecho falta ni negociar. El consenso se produjo el día en que el político se adentró en los inescrutables caminos de las redes sociales y descubrió que estas le conectaban con el ciudadano.

Las elecciones europeas están a la vuelta de la esquina y, con ellas, el espacio virtual se llenará de consignas, lemas, mensajes y fotos. Muchas imágenes nos enseñarán esa otra faceta personal imprescindible en la creación del personaje… político. «Yo me muestro tal y como soy, aunque es verdad que la primera línea te exige un comportamiento más medido», dice Elena Valenciano, cabeza de lista por el PSOE el 25M, y una de las más activas en los medios sociales. Se fue de Twitter por el acoso a sus hijos y ha vuelto movilizada, según ella, por la ley del aborto. «Mi hijo ya es mayor de edad y todo el mundo recibió el mensaje de que aquello no debía repetirse. De hecho, la misma tarde que salí de esa red se borraron todos los comentarios referentes a los niños», explica.

Por su parte, Alberto Garzón, diputado de IU, ha detectado que sus imágenes personales tienen mucho más impacto que las profesionales: «Subí una foto corriendo con mi novia y recibí más “Me gusta” en Facebook que con un mensaje político. Eso sí, ¡me criticaron mucho por llevar una camiseta de una determinada marca!». Así son las redes: si algo no gusta, el ciudadano protesta. Los comentarios de Garzón en Twitter llegan a 198.000 seguidores. Más que los de su jefe, Cayo Lara, o los de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, y en dura competencia con Esperanza Aguirre. Son números a valorar si tenemos en cuenta que el mitin más concurrido de la historia (Aznar en Mestalla, 1996) consiguió reunir a unas 60.000 personas.

Ella no podía ser menos y se marcó un ‘selfie’ este mes de marzo con Federico Trillo en la gala anual de la British Spanish Society de Londres.

@esperanzaguirre

«Ya no puedes dejar de estar en las redes», asegura Esteban González Pons, vicesecretario del PP, pero «hay que controlar lo que se dice y enseña. Antes yo desvelaba buena parte de mi intimidad, pero cada vez lo hago menos. Twitter se ha convertido en algo muy agresivo. Recibo tal catarata de críticas que no me merece la pena», comenta.

No es la opinión de Carme Chacón, exdiputada del PSOE y profesora del Miami Dade College. A ella le apasiona el «debate político» en 140 caracteres: «Leí un artículo interesantísimo del Pew Research que explicaba que la conversación en las redes suele ser muy polarizada. La gente vive las controversias sociales y políticas en Twitter más como si fueran equipos de fútbol que como una disputa racional. Los que estamos en este medio y nos dedicamos a esta profesión debemos afrontarlo con deportividad».

Cada maestrillo tiene su librillo. El líder de ERC, Oriol Junqueras, se ha puesto máximas que jamás incumple: no bajar al terreno de la confrontación, no insultar y no entrar a rebatir a otros políticos. «Es una filosofía coherente con su manera de ser», asegura Lluis Juncà, jefe de su gabinete. Y no le va nada mal. En solo dos años su cuenta de Twitter ha pasado de 50.000 seguidores a 116.000 (añade una media de mil a la semana). «El éxito es que el perfil es suyo. No hay nadie más que escriba por él», explica.

En la esfera catalana, el presidente de la Generalitat, curiosamente, no tiene Twitter. Sí, en cambio, fue de los primeros en abrirse página en Facebook. «¡Llegará, pero el presidente Mas es muy tozudo!», asegura su director de comunicación, Joan María Piqué. «Le gusta ir a los sitios y hablar directamente. Tengo claro que hay que estar, pero se debe reflexionar sobre el medio. Me parece un poco gaseoso. Pasan cosas que en la vida real se quedan en nada. Tiene tanto valor hacer uso de las herramientas del mundo digital como renunciar a ellas», dice.

La exdiputada catalana sigue conectada a la realidad española desde su actual residencia en Miami. En la foto, de cena con Leire Pajín.

@carmechacon

A la conquista de Instagram. No es habitual encontrar a un político que renuncie conscientemente a un espacio de comunicación gratis y sin intermediarios. Instagram es la excepción que confirma la regla. Mariano Rajoy, Patxi López, Eduardo Madina, el propio Junqueras… Los que lo usan se cuentan con los dedos de las manos. Hay quien se desenamoró de la red cuando la compañía anunció que las fotos pasaban a ser de su propiedad. Es el caso González Pons.

Otros se acercan a la plataforma con la expectativa de ganar presencia, como Valenciano, quien inauguró su cuenta a mediados de marzo. Y otros, como Alberto Garzón, le dan un uso privado. «Tengo un perfil al que solo llegan mis amigos. Necesitaba un espacio virtual para ellos», explica. El principal argumento de los ausentes es la falta de tiempo para atender una red más. Es el caso de Chacón, que prefiere «tener presencia solo en lugares en los que pueda atender bien a quien se dirija a mí».

David Álvarez, analista y consultor en social media, comenta: «Instagram es adecuado para un político con perfil diverso. De hecho, los pocos que están publican pocas cosas de política. El que mejor lo utiliza es Eduardo Madina. Genera mucha interacción, pero no todos los políticos tienen algo que ofrecer». La oferta de Madina son libros, discos, viajes, momentos con su hijo… «Para mí son canales que me permiten escuchar a toda esa gente a la que solo puedo acceder por esas vías», apunta el socialista.

La primera foto de Rajoy en Twitter.

@marianorajoy

Y eso no tiene precio. Pero cuidado, no hay que caer en el engaño: un seguidor no es necesariamente un amigo. Algún comentario inconveniente les ha costado más de un disgusto. Elena Valenciano aprendió la lección cuando llamó «feo» al futbolista Ribéry en Twitter: «Crees que tus seguidores son tus colegas, pero no». Por eso cada vez arriesgan menos. Lo justo. Toni Cantó, diputado de UPyD y uno de los políticos tuiteros más polémicos por sus comentarios sobre la violencia de género o los derechos de los animales, cree que la tendencia creciente es la de no decir nada para no quemarse. «Las redes son un escenario más donde mantener un postureo o seguir elaborando una estrategia de comunicación. A veces, muy falsa», asegura.

Gobierno y oposición. El presidente Mariano Rajoy, con casi medio millón de seguidores en Twitter, apenas hace concesiones a su intimidad. La máxima la publicó en su cuenta de Instagram: mirándose al espejo de un baño mientras se coloca la corbata. Antes de llegar a La Moncloa, sí permitió colgar una instantánea en la sala de estar de su casa con su esposa, Elvira Fernández.

Algo parecido le ha ocurrido a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Mientras ocupó el cargo de portavoz del grupo parlamentario del PP, se permitió la licencia de subir a Facebook una foto «de tapas» con Rajoy. Cuando el PP ganó La Moncloa, sus cuentas de Twitter y Facebook pasaron a ceñirse a lo político. Fuentes del Ministerio de la Presidencia reconocen que ya no puede dar un perfil personal; su imagen es solo institucional. De manera expresa huyen del «estoy en, voy a o estoy con».

El actor Jimmy Kimmel publicó este ‘selfie’ con los Clinton. Hillary lo retuiteó. ¿El objetivo? Superar en número los «Favorito» del de DeGeneres en los Oscar.

@HillaryClinton

En la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba también cultiva mayoritariamente Twitter y Facebook con fines de partido. De vez en cuando, envía un tuit personal que firma con las iniciales RbCb, al estilo de Barack Obama, que cuando tuitea con sus dedos firma BO.

«Están encorsetados, sí, pero es lógico. Prefieren no destacar a tener algún error. Tampoco suelen entablar conversaciones, pese a que Twitter es una herramienta relacional. En la gran mayoría de partidos españoles se escucha poco y se difunde mucho, lo que no permite la interacción y lo que hace que la presencia en la red sea, si no inútil, poco efectiva», señala el consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí.

El tiempo dirá si España, su sociedad y sus políticos moldean su imagen personal a través de las redes sociales. De momento, el porcentaje de diputados con presencia virtual es del 57,8% (202 de un total de 350). Y los que lo prueban, se quedan. Según David Álvarez, «tras las últimas elecciones generales, el abandono virtual cayó y, en las próximas, me costaría pensar que un diputado que accede a un escaño por primera vez no esté en las redes».

La política es una clase de sacerdocio que se ejerce 24 horas al día, 365 días al año. Ahora estos profesionales han de aceptar que el primer mandamiento del político del siglo XXI bendice las redes sociales. Un político, por cierto, que no sabe a ciencia cierta si cuando gana un seguidor gana un voto. «No lo tengo medido electoralmente», dice Cantó. «No lo tengo electoralizado», asegura Madina. «No tengo ni idea», señala Valenciano. «¡Ni uno!», espeta González Pons. Pero todos coinciden: no se puede hacer política sin estar. O sí. Que se lo pregunten al ministro mejor valorado según el CIS: Miguel Arias Cañete no está en Twitter.

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