Los polémicos manuales del buen caballero y la buena dama de ‘Country Life’

La revista inglesa ha redactado las normas de los nuevos ‘gentelmen’ y ‘ladies’. Unas reglas que ya han suscitado polémica por anacrónicas y machistas.

Muchos se preguntarán si con la que está cayendo todavía queda alguien interesado en pasar a la historia como un caballero o una dama, en observar las estrictas reglas del protocolo, en dominar el arte de utilizar y colocar correctamente los cubiertos de la mesa o en ser el mejor anfitrión de la comarca. Parece que sí, que algunos llevan una vida lo suficientemente desahogada para ocuparse de esos menesteres. Seguramente, los lectores reales y potenciales de Country Life –una revista inglesa pensada para personas acomodadas con casa en el campo– pertenecen a ese selecto grupo. Por eso...

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Muchos se preguntarán si con la que está cayendo todavía queda alguien interesado en pasar a la historia como un caballero o una dama, en observar las estrictas reglas del protocolo, en dominar el arte de utilizar y colocar correctamente los cubiertos de la mesa o en ser el mejor anfitrión de la comarca. Parece que sí, que algunos llevan una vida lo suficientemente desahogada para ocuparse de esos menesteres. Seguramente, los lectores reales y potenciales de Country Life –una revista inglesa pensada para personas acomodadas con casa en el campo– pertenecen a ese selecto grupo. Por eso esta cabecera ha publicado, recientemente, las 39 características que hacen que, hoy en día, un hombre sea un gentleman y, posteriormente, la versión femenina, que ha levantado ampollas no solo entre las feministas, sino entre cualquiera que tenga dos dedos de frente.

Gracias a estos dos artículos, Country Life ha pasado estos días a ser trending topic en el Reino Unido y, al mismo tiempo, nos ha rememorado la cara más afable de la Inglaterra victoriana. La de los grandes lores viviendo en la campiña, la del roast beef de los domingos, la de las cenas en las que hay que vestirse para la ocasión y la de las mujeres que viven sin otra ocupación que complacer, en cuerpo y alma, a sus maridos. Desde la revista sheknows.com afirmaban en el titular de un artículo, We really hope Country Life’s 39 steps to being a lady is a joke (Esperamos que los 39 pasos para ser una dama, de Country Life, sean una broma). Una de las muchas críticas –de las más suaves– a las ideas anticuadas de esta cabecera.

Para empezar, existe una clara diferencia entre la normativa del caballero y la de la dama. Y es que la primera se estructura entorno a uno mismo, mientras que la segunda lo hace más con referencia al varón. Hay solo una cualidad del gentleman que incumbe a la mujer y es la de que éste “debe saber como desabrochar un sujetador con una sola mano”. Ya que las otras características de poder romper una relación face to face, saber hacer el amor, o besar sin hablar, pueden aplicarse a ambos sexos. Personalmente soy partidaria de no presuponer la orientación sexual de nadie; pero, además, doy por hecho que Country Life estará ya al tanto de la existencia de las relaciones homosexuales.

En el caso de la dama, sin embargo, las aptitudes que implican al género masculino son más numerosas, y entre ellas se cuentan: “hacer callar a un hombre con una mirada y conseguir que un perro se tumbe en el suelo con un gesto, o viceversa”; “hacer creer al hombre que una buena idea ha sido suya, cuando no es así”, “ poder hacer y deshacer una pajarita”, “tener la habilidad para destripar a un conejo, desplumar un faisán o limpiar un pescado, pero dejarle al hombre el privilegio de hacerlo” , “tener el poder de besar a una rana y hacer que se sienta como un príncipe” o “disfrutar del rugby o del cricket, aunque se desconozcan por completo sus reglas”.

Un caballero solo está obligado a “poder hacer una tortilla de muerte”, aunque las damas requieren de mayores conocimientos culinarios. Ellas deben saber preparar unas crujientes patatas al horno, una buena lasaña y unos gin-tonics de infarto. Los niños tampoco suponen un gran problema para ellos, basta con que “sepan dos trucos para entretenerlos”. A las mujeres, sin embargo, se les piden más habilidades sociales como “saber sonreír en todo momento”, “tener un repertorio de canciones para amenizar los trayectos” o “poder calmar los nervios de las personas con miedo a volar”.

En cuestión de atuendo y aspecto físico no hay grandes diferencias por sexos, ya que ambos géneros cuentan con sus respectivos deberes. La barba, los calcetines color lila, las sandalias y los claveles en la solapa –que serán sustituidos por rosas-, está terminantemente prohibidos para ellos, que jamás deben teñirse el pelo, sino dejarlo que se vaya volviendo plateado con la edad. A su vez, el fondo de armario de todo gentelman que se precie debe incluir un traje negro, otro de tweed y un esmoquin. Las auténticas damas, por su parte, jamás recurren al bótox –lo que descarta ya a Isabel Presley y al 90% de las VIPs–, “saben cuando deben dejar de teñirse el pelo” y su ropero básico se ciñe al, siempre elegante, little black dress y a una lencería con el requisito de ser lo más breve posible.

Algunas de las ‘damas’ del S.XXI que presenta en sociedad ‘Country Life’.

Saber hacer el amor es determinante para ambos sexos, lo mismo que mantener una actitud amable con la clase trabajadora; ya que a él se le pide “ser bondadoso con los camareros” y a ella, “ofrecer una taza de té al obrero”, imaginamos que se trata de el que está arreglando algo en la casa. La mención de Facebook y los teléfonos móviles son quizás las dos únicas pistas que estos textos darán, a los que los consulten en el futuro, de que fueron escritos en el siglo XXI y no a principios del pasado. Pero el protocolo entorno a la nueva tecnología y las redes sociales se limita a aconsejar al hombre que apague su IPhone durante la cena, y a la dama a que no se pavonee ni presuma demasiado en Facebook. Saber llevar un barco y montar a caballo son los credenciales del moderno caballero. A ella no se le pide tanto, basta con que sepa conducir un deportivo y manejar una cortadora de césped y un teleférico. Y el único atisbo a favor de la igualdad de sexos que se ve en ambos artículos es el que dice que “una dama enseña a su hijo a planchar camisas y a su hija a cambiar un fusible”. Y si el manual de la perfecta dama vuelve al siglo XXI por segunda vez, tras tocar brevemente las redes sociales, es para sugerir que las buenas maneras obligan ya a las féminas a que la cuenta se pague a medias. Con lo que así tenemos un raro compendio de lo peor de cada época, en lo que a las mujeres se refiere.

Yolanda Pérez es la directora de Casa de Protocolo, en Madrid. Un lugar donde se imparten cursos de protocolo, imagen y etiqueta. La opinión de Yolanda sobre las normas de Country Life es que “son un poco anticuadas. Es algo que ocurre a veces en el protocolo, que se conservan reglas que ya no están a tono con los tiempos actuales. Nosotros asentamos nuestros cursos en base a tres pilares que son la actitud, el aspecto físico y los intereses de cada persona. Cualquiera puede llevar una prenda cara o de lujo, pero la diferencia la impone una determinada postura, comportamiento, compostura”.

El protocolo o las buenas maneras pueden ser vistas por muchos como fósiles de una prehistoria en la que dar la cara era algo inevitable, armas poco precisas para una, más cómoda, era en la que nuestros perfiles de Linkedin y Facebook trabajan por nosotros. Sin embargo, más tarde o más temprano, el cuerpo a cuerpo será inevitable y es ahí donde una cierta filosofía de las buenas maneras puede marcar la diferencia. “En un mundo tan competitivo, de nada sirve que seas un buen abogado si luego no sabes tratar a tus clientes, si no puedes generar una sensación de confianza o no sabes comportarte en una comida de negocios”, sentencia Pérez. “A nuestros cursos vienen muchos ejecutivos y personas que buscan mejorar social y laboralmente”.

Si en otras épocas el título de caballero o dama estaba muy vinculado al apellido o al nivel económico, hoy en día depende más de nuestro comportamiento, nuestra manera de ir por el mundo y nuestra filosofía de vida. “Yo describiría a un caballero o a una dama”, continúa Yolanda, “como alguien generoso, noble, positivo, con un buen nivel cultural, al que le gusta leer y con numerosos intereses y ganas de aprender. La elegancia es importante, pero se trata de mucho más”.

Cuando le pido a Yolanda que me diga el nombre de dos ejemplos de caballero y dama de la época actual, me señala al rey de España, Felipe VI, y a Rania de Jordania. “Es evidente que el hecho de tener que relacionarse todo el tiempo los ha convertido en expertos en la materia”.

“El dinero no es tan importante como mucha gente cree, porque de nada vale llevar un bolso muy caro si no sabes comportarte”, afirma Yolanda. “Para presupuestos más bajos, en los que hay que priorizar, siempre es aconsejable dar preferencia a los zapatos, el pelo, las manos y los dientes; sobre el vestuario”. ¿Hay lugar para la espontaneidad en el mundo del protocolo y las buenas maneras?, pregunto a nuestra experta. “Hay que conocer las reglas pero también saltárselas y, sobre todo, elegir muy bien el momento en el que hacerlo. Pero lo más importante es ser una persona generosa y agradecida. Me gusta mucho la definición de caballero que da el escritor George Bernard Shaw y que dice: “un caballero es aquel que da al mundo mucho más de lo que recibe de él”.

Las portadas de la versión inglesa y sudafricana de ‘Country Life’.