Lo ‘trans’ ya no es la excepción
El arte y la moda reflejan la gradual normalización de lo transgénero en la esfera pública. ¿Efecto meramente cosmético o síntoma de mayor tolerancia?
Su historia es distinta a las demás y, a la vez, se les parece bastante. Zackary Drucker y Rhys Ernst se conocieron en 2005 en un bar del East Village (Nueva York). Los dos tenían mucho en común: 22 años, graduados en prestigiosas escuelas de arte e insatisfacción con el sexo asignado al nacer. Zackary nació varón pero quería ser mujer, mientras que Rhys se encontraba en la situación contraria. Así se creó un vínculo sentimental que, casi una década después, han documentado en Relationship, un proyecto fotográfico presentado en la última bienal de arte del museo Whitney de Nueva Yor...
Su historia es distinta a las demás y, a la vez, se les parece bastante. Zackary Drucker y Rhys Ernst se conocieron en 2005 en un bar del East Village (Nueva York). Los dos tenían mucho en común: 22 años, graduados en prestigiosas escuelas de arte e insatisfacción con el sexo asignado al nacer. Zackary nació varón pero quería ser mujer, mientras que Rhys se encontraba en la situación contraria. Así se creó un vínculo sentimental que, casi una década después, han documentado en Relationship, un proyecto fotográfico presentado en la última bienal de arte del museo Whitney de Nueva York. Entre 2008 y 2013, Drucker y Ernst capturaron decenas de imágenes que reflejan sus transiciones en dirección al género opuesto. Su trabajo pone al descubierto el día a día de una relación de pareja encuadrada en la trivialidad más deliberada, entre amaneceres en su dormitorio, resfriados hibernales y cenas de aniversario. «La idea era demostrar que todas las relaciones son banales y aprender a amarnos a nosotros mismos, evitando esas deformaciones que impiden que el resto de la gente lo haga», asegura Drucker, contratada como consultora de la nueva serie Transparent, donde un padre de familia decide convertirse en mujer. «Nuestros cuerpos son el microcosmos de un escenario superior que está virando hacia un espectro de sexualidad más polimorfo», analiza.
Su iniciativa es uno de los ejemplos más notorios de una escena artística que, en los últimos tiempos, ha cobrado una visibilidad inédita. De ella forman parte nombres como Wu Tsang, Amos Mac o Ryan Cassata, jóvenes artistas que rompen con la imagen marginal en la que, tradicionalmente, se ha querido arrinconar la transexualidad. Tsang, videoartista californiano de 31 años, saltó a la fama con Wildness, un documental sobre un bar de la comunidad de latinos transgénero de Los Ángeles. Su obra ha sido expuesta en el MOMA y el New Museum. Por su parte, Mac ha creado Original Plumbing, una revista sobre transexualidad masculina de estética hipster. «No es una tendencia superficial. Por fin se están dando cuenta de que somos artistas como los demás, aunque con historias distintas», afirma Mac.
La actriz Laverne Cox, uno de los personajes de la serie Orange is The New Black, en la portada de la revista Time (con fecha 9 de junio de 2014).
D.R.
Giro copernicano. Para Beatriz Preciado, directora de investigación del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y referente de la teoría queer, la obra de estos artistas supone un gran avance. «Lo más revolucionario es que presenten un cuerpo deseable. En la tradición médica y jurídica, el cuerpo transexual siempre ha sido monstruoso. De repente, en sus trabajos aparece un cuerpo que desea y es deseado. Un cuerpo, en resumen, que podría ser el tuyo», afirma Preciado. Dice envidiar a las nuevas generaciones por disponer de modelos de representación que antes no existían. «Ojalá hubiera tenido la suerte de crecer con estas imágenes, en lugar de un diccionario que definía al transexual como un enfermo mental».
El cambio alcanza a la moda. Bruce Weber fotografió a 17 modelos transgénero para la campaña de primavera de Barneys, donde sobresale la maniquí Valentijn de Hingh, quien entre los 8 y los 17 años protagonizó un documental que contaba la cotidianeidad de una niña transgénero. «El capitalismo neoliberal no tiene ningún problema con la transexualidad. Por eso la encontramos en la moda», reflexiona Preciado.
Retrato de 2013 de la cineasta Lana Wachowski, codirectora de la saga Matrix. Salió del armario un año antes. China censuró casi un cuarto de su película El atlas de las nubes.
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El efecto Sophia Burset. Paisley Currah, transgénero masculino, es profesor en la City University de Nueva York, donde ha creado TSQ, la primera revista dedicada al estudio de la transgeneridad desde una perspectiva cultural y no médica. El primer número, publicado en mayo, lleva en portada a Chelsea Manning. Para Currah, la visibilidad adquirida por el colectivo responde a «una combinación de factores», desde la creación de instituciones propias –como el Centro Nacional para la Igualdad Transgénero– hasta el clima favorable propiciado por Obama, que acaba de abrir la sanidad pública a las operaciones quirúrgicas de reasignación de sexo, vetadas por Reagan en 1981.«No cabe duda de que la mayor presencia en el mundo del arte y del entretenimiento ha jugado a favor», añade Currah. «Contar con personajes transgénero en series como Orange is The New Black supone un antes y un después. Hoy lo transgénero es aceptable para lo mainstream. Los tiempos de El silencio de los corderos –donde el malo era un asesino en serie que deseaba cambiar de género– han quedado atrás. Nos encontramos en un punto de inflexión», prosigue.
La expresión (en inglés, tipping point) es la misma que utilizó Time en la portada protagonizada por Laverne Cox, la primera transgénero que ocupa la cubierta del semanario desde su creación en 1923. La actriz, desconocida hasta hace poco, se ha visto catapultada por el éxito de la mencionada Orange is The New Black, donde interpreta a Sophia Burset, peluquera carcelaria que fue un curtido bombero en otra vida. Cox, quien creció siendo víctima de discriminación en Alabama [cuenta que intentó suicidarse a los 11 años], se ha erigido hoy en icono de una nueva generación de celebridades trans.
Fotograma principal de Wildness, documental de Wu Tsang sobre un bar de la comunidad de latinos transgénero de Los Ángeles.
D.R.
Modelos a imitar. Otros nombres son los de la escritora Janet Mock, periodista de la revista People y autora del libro superventas Redefining Realness (Redefinir lo auténtico), donde relata su proceso de reasignación de sexo. En la lista también figuran la violinista y mezzosoprano Tona Brown, primera transexual que ha actuado ante un presidente estadounidense, y la cineasta Lana Wachowski, codirectora de la saga Matrix, quien protagonizó una sonada salida del armario en 2012. Su película El atlas de las nubes, rodada durante su transición de género, es una metáfora de sus circunstancias: los personajes se reencarnaban sin cesar, adoptando distintas formas, géneros y tonos de piel en varios puntos del eje espaciotemporal. «Desde pequeños, se nos dice que las cosas siempre han sido de una manera determinada. Que no se puede abolir la esclavitud ni amar a una persona de tu propio sexo o de otra raza. Mientras respetemos esas convenciones, nuestro potencial individual y colectivo seguirá limitado», nos dijo Wachowski el año pasado.
Constituyen lo que la cultura anglosajona define como role models (o modelos a imitar). En un acto público en San Francisco, Cox hizo subir al escenario a Soleil, de seis años, víctima de bullying en la escuela. «A mí también me decían de todo, y ahora soy una gran estrella de televisión», le dijo entre aplausos.
Amos Mac, creador de Original Plumbing, una revista sobre transexualidad masculina de estética hipster.
Alison Michael Orenstein
Sin embargo, «concentrarse en las historias con final feliz es una arma de doble filo», admite Currah. El mismo día que Cox aparecía en la portada de Time, un grupo de mujeres transexuales era apaleado en el metro de Atlanta entre vítores. «Esta representación positiva hace que la atención pública aumente, pero no hace justicia a la diversidad de las comunidades trans. Por ejemplo, todas las mujeres trans no tienen la misma experiencia en la cárcel que el personaje de Cox». En cambio, Preciado considera que toda visibilidad es positiva. «No se puede hacer un uso estratégico. Lo importante es que las imágenes circulen abiertamente. Lo peor sería que no hubiera representación alguna, como sucedió durante mucho tiempo con el lesbianismo», explica. Pese a estos ejemplos, Preciado cree que las prácticas artísticas protagonizadas por transexuales siguen, en el fondo, «relegadas a un gueto visual». «Como siempre ocurre con las prácticas de disidencia sexual, cuando aparecen en el espacio público adquieren una visibilidad hiperbólica, porque la representación dominante es tan homogénea que se vive casi como una invasión», opina. Sin embargo, Preciado acepta que el momento al que asistimos es histórico. «Nos encontramos al principio de un cambio de paradigma sobre el modo en que vemos y representamos el sexo y el género. Pero este será un proceso complejo, que puede durar dos siglos».
Laverne Cox en un fotograma de la serie Orange is The New Black.
Cordon Press
Matices al entusiasmo. Desde GLAAD (liga contra la difamación que controla la imagen que los medios de EE UU ofrecen del colectivo LGBT), también se relativiza el mensaje de optimismo. «Las artes son un dominio poblado por personalidades situadas en el ojo público. Pero, hoy en día, solo el 2% de la población estadounidense dice conocer personalmente a un trans. Todavía queda mucho por hacer para alcanzar una visibilidad más efectiva», asegura la portavoz de GLAAD, Monica Trasandes.
¿Y en España? A diferencia de lo que sucede en el mundo anglosajón, los ejemplos no abundan. «Nos encontramos a años luz en cuanto a visibilidad y personajes públicos», reconoce la presidenta del Colectivo de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales de Madrid, Esperanza Montero. Sin embargo, quiere creer en un efecto contagio. ¿Empezarán las series españolas a crear sus propias Sophia Burset? «Ya sucedió hace años con gais y lesbianas. Sería maravilloso que se produjera también con los trans. Es la única manera de crear referentes y cambiar mentalidades», concluye.