Laurene Powell: así quiere cambiar el mundo la viuda de Steve Jobs
No solo se ha hecho con gran parte del accionariado del medio progresista ‘The Atlantic’. También financia la carrera política de candidatas demócratas y proyectos contra el muro de Trump o el control de armas.
Ella pensaba que iba a escuchar a Bill Gates. En 1989, Laurene Powell Jobs estudiaba un posgrado en la Escuela de Negocios de Stanford y vio que Steve Jobs acudía a su universidad a dar una charla. La imagen que le vino a la cabeza fue la de un tipo nerdy de pelo rojizo y gafas, el fundador de Microsoft, no el de Apple. Llegó tarde a la conferencia y tuvo que sentarse en primera fila, al lado del ponente, que resultó ser otro, el del jersey negro y las gafas redondas de alambre. Powell y Steve Jobs fueron después a cenar a un restaurante vegetariano y dos años más tarde se casaron en ...
Ella pensaba que iba a escuchar a Bill Gates. En 1989, Laurene Powell Jobs estudiaba un posgrado en la Escuela de Negocios de Stanford y vio que Steve Jobs acudía a su universidad a dar una charla. La imagen que le vino a la cabeza fue la de un tipo nerdy de pelo rojizo y gafas, el fundador de Microsoft, no el de Apple. Llegó tarde a la conferencia y tuvo que sentarse en primera fila, al lado del ponente, que resultó ser otro, el del jersey negro y las gafas redondas de alambre. Powell y Steve Jobs fueron después a cenar a un restaurante vegetariano y dos años más tarde se casaron en una cabaña del parque natural de Yosemite.
Desde que Jobs murió en 2011, su viuda, Laurene, es la sexta mujer más rica del mundo. Ni cuando vivía su marido ni después ha tenido especial afán de protagonismo mediático, pero eso podría estar empezando a cambiar. La plataforma filantrópica que dirige, Emerson Initiative, está haciéndose con un perfil tan alto que ya es difícil de ignorar: el año pasado compró parte de la revista The Atlantic, el reputado medio fundado en 1857 por su poeta preferido, Ralph Waldo Emerson, y que tiene una vibrante vida digital. Powell se ha hecho con parte de equipos de hockey y baloncesto, financia medios como Gimlet, la productora de podcasts locutados por estrellas de Hollywood, o Anonymous, la productora de películas como Spotlight. Además, invierte en empresas tecnológicas y en candidaturas electorales, casi siempre del partido demócrata. Financia sobre todo a mujeres candidatas a través de la organización Emerge America.
Aunque lleva desde los noventa trabajando en distintas iniciativas sociales, es desde el año pasado cuando parece haber encendido todos los focos. A través de Emerson, Powell Jobs se asoció con el grafitero francés JR para pintar murales satíricos a ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos. Para subrayar la injusticia de la política migratoria de Trump, Powell Jobs también se ha asociado con Alejandro González-Iñárritu, financiando Carne y Arena, una experiencia inmersiva sobre lo que supone cruzar la frontera como ilegal. Y hace unos meses, en un alarde de chequera poderosa, Powell Jobs compró espacio simultáneo en las cuatro grandes cadenas clásicas de televisión (NBC, CBS ABC y Fox) para emitir un programa sobre reforma educativa en el que participaron Samuel L. Jackson, Viola Davis, Lin-Manuel Miranda, Tom Hanks y el rapero Common mezclados con estudiantes y profesores. Su idea, que ya aplica en 18 “superescuelas” del país, es “interrumpir” –el famoso disrupt que sigue siendo el verbo preferido de Silicon Valley– el sistema educativo estadounidense.
La fortuna actual de la viuda de Steve Jobs se calcula en torno a los 20.000 millones de dólares (17.000 millones de euros), una cantidad que se refresca constantemente –de la venta de Pixar a Disney, por ejemplo, Powell Jobs heredó importantes acciones de Disney–, pero su vida no fue siempre así. Cuando Laurene tenía apenas tres años, su padre, un piloto militar, falleció en un choque aéreo. Su madre quedó viuda con cuatro hijos de menos de seis años y muy poco dinero. Aunque parece un cliché de las biografías y hagiografías de millonarios, lo cierto es que los hermanos Powell trabajaron desde niños, heredando unos de otros la ruta de reparto de periódicos. Según explica la filántropa en un larguísimo perfil que publica sobre ella The Washington Post (y que se ha criticado en algunos rincones porque ofrece una visión de ella idealizadísima e inmaculada), Laurene encontró refugio en la educación. “El colegio era lo que verdaderamente me funcionaba, así que era un ciclo positivo y gratificante querer pasar ahí tanto tiempo como fuera posible, para alcanzar la excelencia”. Menos de la mitad de alumnos de su instituto de Nueva Jersey llegaban a la universidad pero ella logró estudiar en la Universidad de Pensilvania y, tras un breve periodo en Goldman Sachs, graduarse en la conocida escuela de negocios de Stanford.
La educación y otras políticas sociales, como el control de las armas –está financiando un proyecto muy audaz para frenar la violencia en las calles de Chicago– centran muchos de sus esfuerzos, pero lo que llamó la atención de los medios fue la compra de un paquete de acciones mayoritario en The Atlantic hace un año, un gesto que se relacionó con la adquisición del propio Washington Post por parte de Jeff Bezos. ¿Qué buscan los milmillonarios de Silicon Valley con estas venerables cabeceras del establishment? En febrero, The Atlantic anunció que iba a crear hasta cien puestos de trabajo en los próximos meses gracias a la inyección económica de Powell, la mitad para periodistas y el resto con la idea de reforzar equipos de marketing y datos. La revista ya tenía y ha tenido siempre una orientación progresista que cuadra bien con las ideas de Powell Jobs pero no parece que de momento esté intentando influir en su contenido editorial. Ella asegura que “la puerta entre Emerson y The Atlantic sólo bate en una dirección”. A pesar de esa relativa discreción, sí se adivina un mayor protagonismo mediático en los próximos años. La única relación que se le conoce tras morir Jobs fue la que mantuvo el año pasado con el exalcalde de Washington, Adrian Fenty, amigo suyo de juventud. Los tres hijos que tuvo con Jobs, Reed, Eve y Erin, ya no viven en casa y Powell alude de pasada a ese nido vacío en esa entrevista-perfil hecha a su mayor gloria, y que todo el mundo ha leído como su entrada definitiva en los círculos de poder.