Las mujeres no están en el mapa (de metro)

Solo siete de las 273 estaciones de Metro de Madrid han sido nombradas en homenaje a una mujer que haya pasado a la historia. ¿Falta voluntad para que la mujer esté representada en el espacio público?

Isabel Sánchez Garrido

Tirso de Molina, Alonso Martínez, Antonio Machado, Gregorio Marañón, Paco de Lucía… La red de metro de la Comunidad de Madrid está plagada de nombres de hombres ilustres, pero entre las 273 estaciones solo hay siete con nombre y apellidos de mujer. Nos referimos a personajes reales e históricos (sin contrar las vírgenes o nombres genéricos).

La primera estación del suburbano madrileño con nombre de mujer se inauguró en 1925, aunque ya nadie la conoce así. Isabel II era un extremo del ramal que conectaba la plaza homónima con lo que hoy es el intercambiador de Príncipe P...

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Tirso de Molina, Alonso Martínez, Antonio Machado, Gregorio Marañón, Paco de Lucía… La red de metro de la Comunidad de Madrid está plagada de nombres de hombres ilustres, pero entre las 273 estaciones solo hay siete con nombre y apellidos de mujer. Nos referimos a personajes reales e históricos (sin contrar las vírgenes o nombres genéricos).

La primera estación del suburbano madrileño con nombre de mujer se inauguró en 1925, aunque ya nadie la conoce así. Isabel II era un extremo del ramal que conectaba la plaza homónima con lo que hoy es el intercambiador de Príncipe Pío. Duró poco, el gobierno republicano le cambió el nombre. Primero fue Ópera y después, Fermín Galán, en recuerdo de un capitán republicano. La Dictadura borró el homenaje al militar y la estación se quedó con Ópera hasta hoy. El nombre de quien reinara España durante 35 años desapareció del mapa de metro. Su nombre no es el único que se echa en falta.

A pesar de que en la línea 7 exista una parada llamada ‘Las Musas’, hay pocas mujeres de carne y hueso que hayan inspirado una estación en el metro madrileño. Dejando a un lado nombres femeninos genéricos o de vírgenes (Esperanza, La Almudena o Begoña), las únicas referencias a mujeres reales que existen son Concha Espina, Eugenia de Montijo, Manuela Malasaña, María Tudor, La Latina (como se conocía a Beatriz Galindo), Lacoma (por la condesa de Lacoma) y Hospital Infanta Sofía.

El plano del suburbano es un reflejo intensificado de la escasa representación femenina que hay en el espacio público: menos del 10% de las calles españolas tiene nombre de mujer y, además, la mayoría de esas placas están dedicadas a vírgenes o santas. Es decir, la estadística no ayuda y las decisiones que se toman a la hora de proponer o elegir nombre, tampoco.

Solo siete estaciones del suburbano tienen nombre de una mujer que haya pasado a la historia.

Archivo fotográfico del Metro de Madrid

Oportunidades perdidas

Es un ejercicio interesante comparar el plano de Metro y el callejero de Madrid para intentar adivinar qué nombres de estación fueron descartados o, simplemente, nunca fueron tenidos en cuenta. Por ejemplo, uno puede preguntarse por qué la estación de Metro Ligero inaugurada en 2007 se llama Fuente de la Mora en vez de Dulce Chacón, si está situada en la calle que honra a la novelista y poetisa española. La sorpresa es mayor si tenemos en cuenta que ese año se habían inaugurado en la misma red las estaciones José Isbert, Blasco Ibáñez y Antonio Saura.

Otra ocasión de haber puesto a una mujer ilustre en el mapa se desperdició en San Sebastián de los Reyes. Una de las paradas del municipio del norte de Madrid desemboca en una rotonda donde coinciden cinco avenidas: Lomas del Rey, Baunatal, Libertad, Euzkadi y Rosa Luxemburgo. La estación podría haber honrado la memoria de una de las políticas, teóricas y revolucionarias más importantes del siglo XX, pero en su lugar se escogió Baunatal, el nombre de una ciudad alemana.

Los topónimos masculinos en las calles de Madrid son cuatro veces superiores a los femeninos, pero en el plano de Metro es peor. De las 62 estaciones construidas en las redes de MetroSur y Metro Ligero entre 1999 y 2007, nueve llevan el nombre de hombres reconocidos (14% del total) y solo dos recuerdan a mujeres concretas (3%): María Tudor y Manuela Malasaña.

¿Cómo logra una reina inglesa colarse en el plano del metro madrileño? Casi podría decirse que no les quedó más remedio: la zona residencial donde se encuentra esa estación está compuesta por calles en su totalidad dedicadas a reinas. Lo mismo que ocurrió en Móstoles: se eligió darle a una de sus cinco estaciones el nombre de Manuela Malasaña, heroína madrileña de la Guerra de la Independencia, debido a que en los alrededores de dicha parada se había propuesto un barrio cuyas calles rendirían honores a mujeres insignes. Aunque finalmente se descartó esa idea (las calles de esa zona hoy tienen nombres de constelaciones), si se sumó una mujer al plano fue gracias a esa iniciativa.

Entonces, ¿solo entra una mujer en el mapa cuando no queda más opción? En realidad, a veces no ocurre ni con la fuerza del callejero. La estación de Los Espartales se inauguró en Getafe en 2003 y está situada en la avenida Rigoberta Menchú. Si no hubieran querido ponerle el nombre de la política, activista, defensora de los derechos humanos y Nobel de la Paz había otras opciones en las calles de alrededor: Teresa de Calcuta, María Montessori, Helen Keller, Rosa Luxemburgo… La elección de Los Espartales parece la metáfora de este campo seco en el que tanto cuesta que germine el reconocimiento femenino.

¿Cómo se elige el nombre de una estación?

El protocolo a la hora de elegir el nombre de una estación de metro no está definido, nos lo confirman desde la Consejería de Transportes de la Comunidad de Madrid. Ellos son quienes proponen las denominaciones de las estaciones y solo a veces y de manera voluntaria consultan el nombre a los municipios (como ocurrió en el caso de MetroSur).

De todos modos, aunque no haya protocolo, sí hay ciertas normas de sentido común. La primera es obvia: llamar a la estación por el nombre de la calle o plaza donde se ubica. La segunda dice que en calles especialmente largas se dé a la estación el nombre de la calle o plaza que corte a esa vía principal, porque es la que marca la altura. La tercera es darle a las estaciones nombres genéricos de barrios o de espacios significativos cercanos.

Siguiendo esta lógica, sin embargo, cabría esperar más nombres de mujeres en el plano de metro. Un ejemplo de ello es la estación de Guzmán el Bueno, que está situada en la avenida Reina Victoria. De igual modo, es extraño que Luisa Fernanda sea la calle que marca la altura de una de las cuatro paradas que hay en la calle Princesa y que, sin embargo, la estación reciba el nombre del arquitecto Ventura Rodríguez, cuya plaza se encuentra a 150 metros.

Próxima estación, ¿Margarita Salas?

Hace menos de una semana se ha inaugurado la estación Paco de Lucía, última parada de la línea 9. Este homenaje póstumo no se debe al callejero sino a la importancia del músico y al hecho de que hubiera sido vecino de Madrid. Decisiones como esta podrían servir para introducir más nombres de mujeres en el plano del suburbano.

No lo creen así en la Consejería de Transporte, y nos explican que este tipo de acciones son una excepción porque lo que prima a la hora de diseñar el mapa es la orientación del viajero y las referencias geográficas. «Este caso es excepcional», insisten, porque ya existía una parada próxima con el nombre del barrio (Mirasierra), por lo que el nombre de Paco de Lucía no despista al viajero.

Habrá quien argumente que no es la misión de Metro honrar a mujeres importantes, sino identificar el espacio. Pero, por una parte, la excepción sí se ha hecho con hombres en el pasado y en el presente. Y por otra, hay maneras de combinar el homenaje y la orientación. El plano actual es un ejemplo de que solo hace falta la voluntad de llevarlo a cabo. La estación Joaquín Vilumbrales no tiene correspondencia con el callejero: es un homenaje a un alcalde de Alcorcón que falleció a los tres meses de estar en el cargo. La calle Juan de la Cierva, en Getafe, se encuentra a 300 metros de la boca de metro con el mismo nombre, pero se aprovechó esa cercanía para homenajear al inventor del autogiro. La estación Lima cambió de nombre 15 años después de su inauguración para pasar a ser Santiago Bernabéu a raíz de una propuesta del consejero de Obras Públicas y Transportes de la Comunidad de Madrid. A Julián Besteiro, presidente del Congreso de los Diputados durante la II República, se le recuerda en MetroSur sin necesidad de que exista una calle cercana con su nombre. Es decir, con excusa geográfica o sin ella, Metro ha realizado homenajes a hombres ilustres lo que está muy bien si también se homenajease a mujeres que han pasado a la historia. En ese sentido, animamos a los lectores a proponer nombres que merezcan formar parte del mapa. Quizás algún día alguien pueda hacer transbordo en María Zambrano, coger el intercambiador Carme Ruscalleda, quedar en Margarita Salas o bajarse en Mireia Belmonte.

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