Las mujeres de más de 60 se libran de la estética de antaño
Ya sea porque los tiempos, las actitudes y las formas de pensar han cambiado o porque los 60 son los nuevos 50, en la calle cada día se ven menos mujeres de esa generación con la estética de antaño.
Son los más numerosos. También los más olvidados. El CSIC estima que en 2051 el 36% de los españoles tendrá más de 65 años y, sin embargo, en un estudio realizado el año pasado por la consultora Research Now, el 20% de los baby boomers (la generación nacida entre 1942 y 1960) afirmaba sentirse ignorado por las marcas de moda. Cuando se trata de las mujeres, la cosa empeora. La agencia de estudios de mercado Kantar WorldPanel sitúa a las féminas mayores de 50 como las consumidoras más pujantes del mercado, pero el 80% de ellas tiene dificultades para encontrar algo adecuado en las tien...
Son los más numerosos. También los más olvidados. El CSIC estima que en 2051 el 36% de los españoles tendrá más de 65 años y, sin embargo, en un estudio realizado el año pasado por la consultora Research Now, el 20% de los baby boomers (la generación nacida entre 1942 y 1960) afirmaba sentirse ignorado por las marcas de moda. Cuando se trata de las mujeres, la cosa empeora. La agencia de estudios de mercado Kantar WorldPanel sitúa a las féminas mayores de 50 como las consumidoras más pujantes del mercado, pero el 80% de ellas tiene dificultades para encontrar algo adecuado en las tiendas.
«El día que cerréis no sabré a dónde ir». Elena Guerrero cuenta que esta es la frase más repetida entre sus clientas. Lleva muchos años trabajando en Olalde, una mítica cadena de ropa para señoras que hasta hace bien poco poseía más de una decena de establecimientos en la capital. Ahora tiene dos. Sus consumidoras rondan los 60 años, «utilizan una talla cincuenta de media y suelen comprar pantalones sastre y faldas a la rodilla». Lo que no quiere decir que no sigan las modas «desde hace unas temporadas, por ejemplo, han cambiado el clásico abrigo de paño por las trencas y las parkas. Y compran muchas blusas estampadas», asegura.
Ni prendas sobrias, ni colores apagados, ni cortes tradicionales. La realidad de las mujeres maduras desmonta los prejuicios que la sociedad genera en torno a su estética. «En los últimos años hemos visto una evolución de nuestra clienta hacia una actitud cada vez más juvenil. Busca prendas adaptadas a su silueta siguiendo las tendencias de moda», confirma Eulalia Agustí, del departamento de márketing de Punto Roma, una empresa que, gracias a enfocarse en este nicho de mercado, ha crecido de forma exponencial en los últimos años. Actualmente posee 212 puntos de venta nacionales y 210 internacionales. «Evolucionamos a medida que lo hacen los gustos de nuestro público. Este verano hemos introducido jeans desgastados con bordados y aplicaciones. Y entre lo más demandado se encuentra la tendencia que mezcla la blonda y el crochet con estampados selváticos», apunta.
Tampoco la forma de consumir e informarse tiene que ver con las dinámicas de antaño. «Desde que nos anunciamos por Internet ha aumentado la clientela. Viene gente de distintas zonas de la ciudad porque nos ha encontrado allí», sostiene Bienvenida Martínez, que trabaja en el Corte Italiano, un comercio del sur de Madrid que ha sabido esquivar la crisis gracias a las nuevas tecnologías. Porque lo cierto es que el comercio digital no es sólo cosa de millenials. La consultora Radius Global Market Research publicó hace unos meses un informe revelador: el 86% de los mayores de 60 se informa en la Red antes de adquirir algún producto.
Si el estilo de vida de estas mujeres ya no es el de antes, su armario tampoco debería serlo. «El gran avance de hoy es que la ropa no tiene edad, la tienen sus usuarias. La diferencia viene por la manera de pensar o de situarse en el mundo», opina la periodista y escritora Lola Gavarrón, autora del libro La gran dama de la moda (Esfera Libros), una biografía sobre María Rosa Salvador, fundadora de la tienda Dafnis, el que fuera el templo nacional de la ropa de lujo para señoras.
Para hacer frente a esta transformación han nacido enseñas que deben su éxito a la adaptación de las tendencias a edades y tallas diversas. Ann Taylor facturó más de 500 millones de euros en 2014. L. K. Bennett, favorita de Kate Middleton (33) y de Judy Dench (81), creció en España y Estados Unidos un 36% el año pasado. Y la española Nice Things, que comercializa estilos para distintas generaciones, ha cerrado el año con ventas cercanas a los 25 millones.
Las tres se venden en establecimientos propios y en lugares como El Corte Inglés. «Los grandes almacenes siempre se han beneficiado de una oferta que se dirige a todo el segmento demográfico, pero no es sexi hablar de ello», comentaba la inversora Carmen Busquets en una reciente entrevista al Financial Times. Las tornas, sin embargo, están cambiando gracias a nuevos proyectos que aúnan veteranía y tendencia. Han nacido plataformas como The Wardrobe Wake Up, que ofrecen asesoramiento a mujeres maduras, o libros como Style Forever (Grant Books), un manual de estilo por encima de los 50. También iniciativas como la de la australiana Gemma Saccasan: «Una vez que pasas los 40 no hay nada que se ajuste a ti. O te vistes como las jóvenes o lo haces como la sociedad quiere que luzca una mujer de 80», cuenta esta abuela de familia numerosa. Ante esta situación, se matriculó en una escuela de moda y acaba de lanzar su propia marca.
MARÍA TERESA CAMPOS (Málaga, 73 años)
Periodista
Consciente de ser afortunada en lo que a la vestimenta se refiere –ella y su estilista Pepa Carmona son «casi un solo ser»–, recuerda que las mujeres de más de 60 años son de las consumidoras que más invierten en moda: «Por eso es un gran error que tantas marcas fabriquen sólo hasta las tallas 40-42». La incombustible periodista reconoce que huye de la «ropa de señora mayor» y explica que en los últimos años ha empezado a compartir prendas con sus hijas, que cada vez entran más a menudo en su vestidor. Fan de Manolo Blahnik asegura no ponerse delante de la cámara sin estar subida a unos buenos tacones. La experiencia televisiva le ha servido de máster de estilo para saber qué le sienta bien y qué no: solapa estrecha, chaqueta fina, cintura ajustada y nada de cuellos altos. Esas reglas son innegociables.
Gafas de sol de Prada. Vestido de Missoni. Phillipe Milton
BEATRIZ DE MOURA (Río de Janeiro, 76 años)
Fundadora de tusquets editores
«Cuando ejerce de editora utiliza «traje de chaqueta y tacón», pero en su día a día opta por un atuendo más informal. A esta brasileña afincada en España lo que de verdad le gusta es perderse en los mercadillos de México, Costa Rica y Argentina en busca de abalorios. Exigente y leal, advierte que «las firmas de moda que no cuentan con las mujeres mayores pierden un capital muy importante». Ella ha pasado de hacerse faldas con cortinas a poder comprarse trajes de chaqueta de Armani, «pero, por lo general, el gran lujo no piensa en mujeres de más de 50, a menos que sean Jane Fonda», señala. Más allá de la ropa, si algo le importa a Beatriz es el cuidado de la piel: no se separa de la crema Eight Hours de Elizabeth Arden, la misma que veía utilizar a su madre cuando pasaba horas frente al espejo.
Traje de Joaquín Pérez Valette. Phillipe Milton
LUISA SALLENT (Ripollet, Barcelona, 80 años)
Pintora y escultora
Si la elegancia tuviera 80 años se personificaría en la esbelta figura de Luisa Sallent. La artista ha confiado su fondo de armario a su amigo, el diseñador Joaquín Pérez Valette. El resultado: un estilo que refleja el carácter independiente y curioso de una mujer que, ya a los 19, era maniquí de moda de las firmas más exclusivas. Sallent no sigue las tendencias. Hace unos años se atrevió a dejarse el pelo cano en lugar de teñírselo: «Al principio fue un ‘shock’, pero el cambio ha sido muy natural y me ha suavizado las facciones». A los 75 años perdió a su pareja, el expresidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch. En lugar de venirse abajo, decidió que con esa edad podía empezar una nueva vida. Dicho y hecho. Ahora hasta monta los vídeos que cuelga en su propia web.
Camisa de Max Mara, pantalón de U de Adolfo Domínguez y zapatos de Rochas. Anillos y brazalete de Lotocoho. Phillipe Milton
OLIVA ARAUNA (Santander, 61 años)
Galerista
«Ahora nos vestimos a mil años luz de como lo hacían las mujeres de generaciones anteriores cuando cumplían 60 años o más». Oliva Arauna está convencida de que una determinada actitud ante la vida cuenta más que muchos otros factores a la hora de afrontar la madurez, «y eso se refleja en la forma física y en la manera de vestir». Mujer alegre y enérgica, lamenta que aún haya tantas marcas reacias a captar a clientas de cierta edad pues, por lo general, «tienen más dinero que las jovencitas». Nueva York, Basilea, París y Londres son las ciudades a las que le gusta ir de compras cuando tiene ocasión. Cuando entra en una tienda normalmente lo hace porque le atrae «algo de un color maravilloso». Pero, al final, «siempre salgo con algo negro», confiesa.
Trench de COS. Phillipe Milton
FLORA DE PABLO (Salamanca, 63 años)
Profesora de investigación del CSIC
En los años setenta ella era una de las «pintureras» de la Facultad de Medicina. Así era como sus compañeros llamaban a las chicas estudiantes, todavía minoría, que iban maquilladas a clase en la Universidad de Salamanca. Fan de la cosmética, la presidenta fundadora de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas siempre le agradecerá al maquillaje «que me haya permitido disimular los días en los que me he levantado con mala cara, especialmente cuando pasaba la noche en vela para preparar un examen». De Pablo huye de las modas estrictas. Alguna vez ha disfrutado comprando en un mercado indio o en una ‘boutique’ en Japón, pero la mayor parte de su fondo de armario está comprado en las tiendas de los distintos aeropuertos del mundo.
Camisa de Hermès. Phillipe Milton
MARTHA BREEDVELD DE POSTIGO (Rotterdam, 68 años)
Coleccionista de arte
Su nieta pequeña lo tiene claro: «Abu viste de Prada», dice a quien le pregunta por los gustos de su abuela. Y así es. Llega a esta entrevista con una perfecto de la firma sobre una camisa blanca básica de Carolina Herrera. Volcada en la colección de arte contemporáneo H3arte, un proyecto con un lenguaje multidisciplinar en el que participa toda su familia aunando criterios y gustos derivados de las diferencias generacionales, reconoce que tras pasar años vistiendo de Armani ahora se siente más cómoda con unos vaqueros o un jersey de Prada o con cualquier prenda de David Delfín, de quien es socia. Esta holandesa afincada en Madrid –que en sus inicios profesionales como adjunta a los jefes de protocolo conoció desde dentro los entresijos de los primeros Gobiernos de la democracia con Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo y Felipe González– se compra lo que le gusta, pero sólo si le sienta bien. Nunca elegiría una prenda para aparentar ser más joven, no quiere caer en algo que considera un error y que puede llevar a «situaciones ridículas». La perseverancia «sin histeria» ha sido decisiva para cuidar su forma física. Cuenta con un entrenador personal desde hace 20 años y está segura de que, de no haberlo hecho, «ahora tendría 10 kilos más, por lo que no me podría vestir igual».
Chaqueta y blusón de Dries Van Notten. Phillipe Milton
ELENA BARRAQUER (Barcelona, 60 años)
Médico oftalmóloga
«Soy muy práctica y por eso cuando salgo de compras voy a tiro fijo». Impaciente hasta el punto de negarse a tomar su postre favorito si tiene una reunión o a coger el ascensor si debe esperar lo más mínimo, esta doctora –que pertenece a una saga de cinco generaciones de oftalmólogos– se deja aconsejar por quienes ya están acostumbrados a sus prisas y conocen bien su estilo, que ella misma define como «sport cañero». En Barcelona, donde vive, sólo se detiene en Sayan (Madrazo, 129) o Tot-Hom (Balmes, 235). Los viajes a EE UU le dejan más tiempo libre para visitar las tiendas de Madison Avenue en Nueva York o para recorrer el centro comercial Neiman Marcus de Miami. No tiene problemas a la hora de encontrar tallas: una vez al año viaja a países en vías de desarrollo con la Fundación Barraquer para combatir la ceguera y proporcionar gafas a los niños en edad escolar, y cuando regresa, no le da tiempo a recuperar el peso que pierde en las misiones médicas. Esta doctora sí echa el freno a la hora de cuidar su piel con las cremas hidratantes de Natura Bissé y los tratamientos de vitaminas. De cirugía estética y otro tipo de retoques, ni hablar. «Sé cómo es una operación y no se me ocurriría hacerme algo así. No me fío de mis colegas los cirujanos plásticos», bromea.