Las confesiones de la agente que convirtió en millonarias a las supermodelos

Las memorias de Carole White, fundadora de la agencia Premier, han provocado un terremoto en las pasarelas. Los secretos de sus antiguas protegidas han dejado de estar a salvo.

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“La gente cree que somos como Joan Collins y que estamos todo el día esperando a que nos hagan la manicura. Es cierto que nos encanta estar ociosas, pero vestimos jeans y camiseta de faena”. Así resume su universo Carole White (Deal, Reino Unido, 1950), responsable del éxito de algunas de las mejores supermodelos de la historia y fundadora de la agencia Premier, una de las más prestigiosas del mundo. A sus 64 años, White ha decidido echar el resto y contar los secretos que ha callado durante décadas. Lo ha hecho en...

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“La gente cree que somos como Joan Collins y que estamos todo el día esperando a que nos hagan la manicura. Es cierto que nos encanta estar ociosas, pero vestimos jeans y camiseta de faena”. Así resume su universo Carole White (Deal, Reino Unido, 1950), responsable del éxito de algunas de las mejores supermodelos de la historia y fundadora de la agencia Premier, una de las más prestigiosas del mundo. A sus 64 años, White ha decidido echar el resto y contar los secretos que ha callado durante décadas. Lo ha hecho en el libro Have I said too much?: My life in and out of the model agency, un testimonio decididamente parcial –y por eso más entretenido– que nos permite comprender mejor el boom de las supermodelos en los 90 y la gestación de algunos de los iconos contemporáneos de la moda.

Carole White decidió convertirse en booker después de probar suerte como modelo y descubrir que “no valía", tal y como asegura ella misma. Tras siete años en la agencia Bobton’s, en 1981 decidió abrir su propio negocio. Con esfuerzo y no pocas dificultades, Premier Model Management sentó las bases de la fiesta de fin de siglo, la de la era dorada de las supermodelos. Por las manos de White pasaron, entre otros, talentos como Linda Evangelista, Cindy Crawford, Claudia Schiffer o Naomi Campbell. A todas las nombra constantemente en el libro, y la mayoría de las veces es para contar algún chascarrillo. La peor parada es Campbell, otrora considerada como su hija adoptiva. La rentable relación que forjaron durante años saltó por los aires en 2010, en el juicio contra el dictador liberiano Charles Taylor, quien al parecer habría regalado a la modelo tres diamantes de sangre (procedentes de países inmersos en conflictos bélicos). Campbell fue llamada a declarar con el fin de esclarecer aquel episodio y White, a quien también la citaron, contradijo la versión de la modelo.

Naomi Campbell en el juicio del dictador Charles Taylor, en La Haya.

Cordon Press

Pero antes de que todo se torciera, la era dorada de las supermodelos colmó de alegrías a White y sus chicas. La portada de enero de 1990 de la edición británica de Vogue –con Naomi Campbell, Linda Evangelista, Tatjana Patitz, Christy Turlington y Cindy Crawford– dio el pistoletazo de salida a una década que no sabía muy bien por dónde tirar después de la verbena de los años 80. Los diseñadores optaron en su mayoría por el minimalismo y las apuestas en blanco y negro –con excepciones como Versace o la oda al grunge de Marc Jacobs para Perry Ellis–. Las modelos fueron las encargadas de animar aquello, quienes a falta de otras alegrías se convirtieron en protagonistas de la década. Así, las chicas de la portada de Vogue acabaron participando en un videoclip para la historia: Freedom, de George Michael.

White no se arroga el mérito de haber creado el fenómeno de las supermodelos, pero explica que “entre todos" lo crearon. Sí se atribuye otros éxitos profesionales, como el de haber sabido rentabilizar todas y cada una de las apariciones de sus chicas hasta límites entonces desconocidos. “Estaba harta de que los periodistas me pidieran entrevistas para ellas, así que decidí empezar a cobrarles. La primera vez pedí 6.000 euros y aceptaron. Aquello se convirtió en la norma”, dice la agente en su libro. Otro precedente fue el de la campaña de Opel Corsa en 1992, la primera superproducción publicitaria con supermodelos de la historia. White gestionó los contratos. Christy Turlington, Linda Evangelista y Naomi Campbell recibieron cada una 350.000€. Ese mismo año varias de ellas protagonizaron la que muchos consideran una de las grandes portadas del siglo XX, la del centenario de la edición estadounidense de Vogue.

White es rotunda respecto a la profesionalidad de las modelos: pocas los son. A lo largo de los años, descubrió que la mejor forma de desarrollar con éxito las sesiones de fotos y los diversos contratos de sus representadas consistía en engañar a todo el mundo y diseñar varias agendas. A las modelos las convocaba dos horas antes de la hora oficial, pues contaba con que ninguna llegaría a tiempo. En el libro explica incluso cómo muchas veces acababa pidiendo las llaves de las habitaciones de los hoteles para poder despertarlas. Quien siempre cumplió lo acordado fue Claudia Schiffer, cuya formalidad germana era bien conocida por todos.

Pero si de alguien habla maravillas es de Kate Moss, una modelo con quien paradójicamente nunca trabajó. Se trata de una espinita clavada en la carrera profesional de White. Cuando Moss daba sus primeros pasos esta no quiso contratarla, un hecho del que todavía se arrepiente. Sin embargo, desde la distancia, siempre la ha admirado por su “belleza única y peculiar”.

En 2010 la agencia Premier abrió sus puertas a las cámaras de la cadena británica Channel 4. De la noche a la mañana, Carole White y su equipo se convirtieron en la sensación televisiva del momento. Durante dos meses protagonizaron un docu-reality en el que mostraron los entresijos de la profesión. El verbo efervescente –y en ocasiones vulgar– de nuestra protagonista generó ríos de tinta e infinidad de bromas y coletillas en redes sociales. White recuerda esos días como “una locura”. La periodista Jan Moir, del Daily Mail, la describió de esta manera: “Carole fuma como una chimenea, tiene la piel como la de un arenque ahumado y no tiene ni idea de cómo trabajar ante las cámaras”.

El libro de White no es solo un recorrido nostálgico por un pasado glorioso. La autora se moja con la actualidad y critica, por ejemplo, casos como el de la modelo Kendall Jenner, a quien ni siquiera concede ese título y justifica su popularidad por el apellido. Además, rechaza la polémica de la delgadez extrema en la moda y fija el problema en los medios de comunicación, responsables a su juicio de haber fabricado una problemática “falsa”. Para ello no duda en emplear el término “bollocks”, en román paladino “gilipollez”. Según ella, ciertos casos aislados –“tan solo tres” a lo largo de su carrera– no justifican el debate mediático. “La gente se siente incómoda con un oficio que se dedica a juzgar la apariencia. Pero eso no ocurre, por ejemplo, en el mundo del deporte o la danza, que también lo hacen. ¿Alguien se imagina a una bailarina de ballet gorda? ¡Nadie la podría levantar!”, explica. Carole White tiene muchas virtudes, pero está claro que la delicadeza no es una de ellas.

Frank Micelotta (Getty Images)

Las modelos Linda Evangelista, Cindy Crawford, Lauren Hutton, Beverly Johnson, Christy Turlington y Naomi Campbell. Muchas de ellas fueron representadas por White.

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Portada de la edición estadounidense de ‘Vogue’ en su 100º aniversario.

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Portada del libro.

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