‘La ropa que ya no me pongo’: un fanzine que invita a la reflexión
Todos en algún momento nos damos cuenta de que hace meses o años que ciertas prendas rondan nuestro armario y no nos deshacemos de ellas por cariño. ‘La ropa que ya no me pongo’ es un fanzine dedicado a esas montañas de piezas que nos acercan irremediablemente al síndrome de Diógenes.
A.S. son las iniciales de la responsable del fanzine La ropa que ya no me pongo, una creadora pluridisciplinar madrieña nacida en el año 1990, que trabaja música, fotos o collage, entre otros soportes. “Todo empezó este verano, en un momento en el que no me encontraba nada bien anímicamente y sentía que necesitaba librarme de muchas cosas. De todo lo que pudo haber sido lo primero que me vino a la mente es que mi armario era un caos absoluto. Acumular cosas sin mucho sentido durante años empezaba a agobiarme. Entonces pensé algo as...
A.S. son las iniciales de la responsable del fanzine La ropa que ya no me pongo, una creadora pluridisciplinar madrieña nacida en el año 1990, que trabaja música, fotos o collage, entre otros soportes. “Todo empezó este verano, en un momento en el que no me encontraba nada bien anímicamente y sentía que necesitaba librarme de muchas cosas. De todo lo que pudo haber sido lo primero que me vino a la mente es que mi armario era un caos absoluto. Acumular cosas sin mucho sentido durante años empezaba a agobiarme. Entonces pensé algo así como que si ordenaba mi armario terminaría ordenando un poco mi vida”. De una manera intuitiva A.S. estaba siguiendo las doctrinas de Marie Kondo, quien, recordemos, aboga por la paz vital a través del orden.
Según nos cuenta A.S., comenzó a meter en cajas y bolsas de basura toda la ropa que llevaba años sin ponerse, que no era de su talla, o no se había puesto nunca. “Lo hacía con intención de llevarla al Humana sin mirar atrás, pero me daba penita desprenderme de mi grandiosa colección de horteradas. Me parecía muy frío, supongo que soy una romántica –o tengo síndrome de Diógenes– así que antes de condenar cada prenda al limbo de la ropa para donar me la probaba, imaginaba situaciones en las que podría usarla, me imaginaba encontrándomela algún día en el Humana y teniendo ganas de comprarla de nuevo”, explica. Y prosigue: “Así surgió este ejercicio aberrante de fotografía y estilismo. Puse una cámara compacta en automático y con temporizador en un trípode y empecé a probarme ropa sin ninguna clase de orden ni nada planificado. A veces me daban ganas de llorar, otras sentía que estaba buenísima… una montaña rusa emocional.”
El resultado, 16 páginas, en color en papel de alto gramaje mate, repletas de fotos que fueron tomadas con una cámara compacta y luego procesadas digitalmente creando efectos de doble exposición. Según explica la creadora, “los fondos son imágenes derivadas de las propias fotos, tratadas a modo de glitches”. La edición es limitadísima: hay pocas unidades y no hay previsión de hacer más. Su lanzamiento a la venta fue físicamente en una presentación en Madrid, y también se puede adquitir a través de su correo electrónico. “Si sobran es probable que haya alguna copia en alguna galería de Madrid”, comenta la artífice.
Para A.S., que se dedica profesionalmente a la restauración de relojes y que durante 8 años tocó en un grupo de rock, hacer este fanzine supuso una especie de catarsis. Lo hizo ella sola todo: desde la idea hasta los últimos retazos de posproducción. “Me lo tomé como un proceso de redescubrimiento de mi misma, buscando aceptarme física y emocionalmente. No me maquillé ni me peiné. Solo mi cuerpo y la ropa sentenciada. Trataba de dejarme llevar por como me sentía en el momento o lo que me sugería cada prenda, y la verdad es que fue muy liberador en todos los sentidos, además de ayudarme a recomponer un poco la autoestima. Supongo que quererse mucho para conseguir verse bien con ropa que no te sienta bien y encima terminar publicándolo.”
En el ajo están también de algún modo unos de los cerebros más creativos y frescos de su generación, que han apoyado a la autora en la presentación pública del fanzine. Se trata de Olaya Axolotes, una de las mujeres con más actitud de la escena más joven del indie español y cabeza del inclasificable grupo madrileño Axolotes Mexicanos; la ilustradora “Soy Cardo”, cuyas desprejuiciadas viñetas acumulan más de 6.000 seguidores en Instagram; y “Supernoveau”, es decir, Gaspar Blaya, creador del Be Fresh Festival, el fenómeno musical viral del que hablamos en Smoda en 2015.
La ropa que ya no me pongo es una iniciativa con vocación de continuidad, según detalla su creadora: “Tengo en mente, si la acogida es buena y tengo ganas, darle una vuelta de tuerca y hacer algo similar pero de forma colectiva, abrir una convocatoria para que otras personas hagan lo mismo que he hecho yo: fotografiarse con sus medios y a su estilo con la ropa que ya no se ponen, y hacer algo conjunto, no se si un libro, una exposición… se me ocurren mil acciones. Me gusta la idea de que lo que para unos es ropa que no se ponen para otros pueden ser joyas. También el proceso de probar combinaciones de prendas que jamás te habrías puesto: a lo mejor un jersey que adorabas con un vestido que también pero que juntos son horror y que realmente da igual”.
Un trabajo artístico que lleva a la reflexión: el paso del tiempo, los recuerdos que almacenamos, cómo eras, cómo eres… Y que pone en cuestión la forma de consumo en que vivimos inmersos. “Hace consciente de lo consumistas que somos a veces, la cantidad de cosas que compramos casi compulsivamente y luego no usamos nunca. Y eso lleva a ser más responsables, pensar dos veces la próxima vez antes de comprar esa prenda que no necesitas porque ya no te cierra el armario y aun así crees que no tienes nada para ponerte. Intentar salir de la vorágine fastfashion e invertir en cosas necesarias y más justas. Y a la vez donar la ropa en vez de tenerla muerta de asco en el armario ocupando espacio y energía”, explica A.S.
Éstas son algunas de las historias de las prendas de las que se desprendió:
“Estos leggins jamás me los puse (de forma visible). Los compré en Finlandia cuando estaba de Erasmus y a veces me los ponía debajo de los vaqueros para no pasar frío. Cuando los compré fue pensando que me los podría poner para alguna fiesta ochentera o similar, y al final no ocurrió. Los guardaba por si llegaba la ocasión de disfrazarme con ellos y porque me recordaban el tiempo que pasé allí.”
“Cuando tocaba en una banda de rock me encantaba disfrazarme. Quería ser Bowie, Marc Bolan,… me flipaba el glam de los setenta, así que cada vez que veía algo de purpurina, lentejuelas, terciopelo, cosas brillantes, plataformas… lo compraba. Tengo un montón de prendas que no tienen sentido fuera de un escenario y ahora mismo no tengo ganas de pensar en escenarios. La banda era la excusa perfecta para llenar el armario de horteradas. Con el tiempo me he dado cuenta de que no necesito excusa para ser hortera y lo disfruto más. Me divierte pensar qué ponerme y tratar de conseguir combinaciones diferentes. La ropa es una forma de expresión más. Muchas veces lo pasamos por alto porque todo el mundo se viste todos los días, pero es mucho más que cachos de tela.”
“No se si esto es una camiseta o un vestido. Realmente creo que es un vestido corto por delante, largo por detrás, pero soy demasiado alta para que me quede como vestido y termina siendo una prenda un poco absurda. Me gustaba la tela, el corte, pero me queda mal. No se por qué lo he guardado tanto tiempo ¿tenía esperanzas de que algún día me quedara bien?.”
“Bragashorts de lentejuelas. No me imagino un futuro cercano, lejano, nunca, volviendo a ponerme eso. Pero como nunca digas nunca, lo mejor es no tener la oportunidad de volver a hacerlo. Han vivido muchos conciertos y me encantaban”.
“¿Qué estaba pensando? Nunca me puse esa cosa rosa. Lo compré en rebajas, que es un peligro. Siempre terminas cayendo con alguna horterada inútil que te cautiva en la tienda y luego no ves momento de usar. La camiseta en cambio me encantaba, pero está destrozada de usarla, muy desgastada”.