La moda alza la voz para defender al inmigrante
La industria reacciona ante la crisis socio-política global y muestra una visión del mundo más abierta, ética y multicultural.
«La moda es la armadura para sobrevivir a la realidad del día a día», decía Bill Cunningham. «Las nuevas propuestas capturan la energía del momento político y social que estamos viviendo», analiza Lazaro Hernandez, mitad de Proenza Schouler. «Diseñamos para una mujer que se pone unos zapatos planos y una chaqueta y sale a la calle para protestar. Una fémina que no se queda encerrada en el baño acicalándose. Esa no es la actitud. Hoy no vale quedarse de brazos cruzados», declara. La industria se moviliza en bloque para defender una visión más inclusiva del mundo.
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«La moda es la armadura para sobrevivir a la realidad del día a día», decía Bill Cunningham. «Las nuevas propuestas capturan la energía del momento político y social que estamos viviendo», analiza Lazaro Hernandez, mitad de Proenza Schouler. «Diseñamos para una mujer que se pone unos zapatos planos y una chaqueta y sale a la calle para protestar. Una fémina que no se queda encerrada en el baño acicalándose. Esa no es la actitud. Hoy no vale quedarse de brazos cruzados», declara. La industria se moviliza en bloque para defender una visión más inclusiva del mundo.
En los últimos meses, hemos visto bandanas blancas en contra del decreto que prohíbe la entrada a Estados Unidos de extranjeros desde Siria, Irán, Sudán, Libia, Somalia, Yemen e Irak; mensajes de protesta como «we need leaders» (necesitamos líderes); chapas del Consejo de los Diseñadores de Moda Americanos (CFDA por sus siglas en inglés) en apoyo a la organización Planned Parenthood; bandas sonoras que denuncian que esta no es la imagen de diversidad y libertad que representa Nueva York; pancartas en las que se lee «bienvenidos refugiados»; y la palabra «inmigrante» impresa con orgullo en carteles y camisetas. «No se trata solo de apoyar a los inmigrantes, es vital luchar por ellos, dar la cara, y utilizar todos los medios que tenemos a nuestro alcance para que su voz se escuche», advierte la diseñadora Mara Hoffman. «Cuando la vida de las personas se convierte en moneda de cambio de la política, cuando se detiene a refugiados en un aeropuerto y cuando se arresta a gente en redadas, es crucial que dentro y fuera del circuito de la moda todo el mundo se una para luchar por aquellos que están siendo perseguidos».
El renacer de la conciencia social
«La moda tiene un papel muy importante en política, y viceversa», recuerda Kevin Amato, fotógrafo, cazatalentos y director de casting de Hood by Air. «Diseñadores como Ashish tratan cuestiones como la inmigración con clase y belleza. ¡Todos deberíamos vivir en su mundo!», concede. Esta polémica ha dividido y polarizado a los ciudadanos de Estados Unidos, pero también a los de Europa. Según un informe elaborado por el Centro de Estudios Internacionales de Londres, realizado antes de que entrara en vigor la ley de Trump, el 55% de la opinión pública del Viejo Continente se opone a la entrada de más migrantes de países musulmanes. «Es fácil dirigir el odio contra ellos, especialmente contra las minorías, culpar a los ‘extranjeros’. Mucho más que educar a la gente sobre la realidad: cómo estos crean empleo, emprenden negocios, pagan impuestos, aportan conocimiento, talento…», reflexiona Ashish Gupta, un creador nacido en Delhi y afincado en Londres.
La denominada «América de Trump» ha desencadenado una ola de protestas en favor de los derechos humanos. Es el despertar de una nueva era de activismo. «Llegó a la Casa Blanca prometiendo crear puestos de trabajo y lo ha conseguido. Porque ha dado a toda la gente que lucha en su contra un trabajo de jornada completa», argumentó en febrero Dao-Yi Chow en el backstage de Public School. La camiseta se ha convertido en el uniforme de denuncia de muchos. «Los mensajes son una forma de arte contemporáneo para las nuevas generaciones. Escribimos cómo nos sentimos. Para comunicar fuerza, unir a la gente e incentivar la creatividad», explica Daniel Buezo, estilista de artistas como Kehlani y cofundador de la marca de streetwear de Los Ángeles Kids Of Immigrants.
«En esta industria confluyen arte, música, cultura y redes sociales, por lo que está necesariamente ligada a lo que sucede en el planeta. La moda debería siempre reaccionar o reflejar el mundo que nos rodea y, a veces, en la medida de lo posible, intentar mostrar un mañana más brillante y prometedor», apunta Nicola Formichetti, director creativo de Diesel y mente detrás de la última campaña, Make Love Not Walls, fotografiada por David LaChapelle. «Lo que veíamos en las noticias no tenía buena pinta, así que decidimos mover ficha y alzar la voz contra lo que nos divide, lo que nos separa, el concepto del muro –físico y mental–; y promover un mensaje positivo que derribara ese obstáculo, en nombre de la unidad y del amor».
«En un momento en el que la diversidad está en juego, quiero reafirmar cuán crucial es este valor para mí y para Kering. La diversidad de origen, opinión y creencias es parte de nuestra identidad y de nuestro éxito», defendió en Twitter a finales de enero François- Henri Pinault, director ejecutivo del grupo propietario de casas de lujo como Gucci, Saint Laurent, Alexander McQueen o Stella McCartney. «En el estudio de diseño de la marca hay tantas nacionalidades como personas; todos en el equipo somos de países distintos», pone de ejemplo el belga Glenn Martens, director creativo de la firma parisina Y Project. «Mi padre llegó a Inglaterra procedente de Jamaica», recuerda Jourdan Dunn. La supermodelo es una de las 81 personalidades de la industria que han participado en el vídeo I am an immigrant, para recordar que la moda está hecha por inmigrantes.
Abrir el canon a la realidad global
La última temporada ha sido más plural que de costumbre. Según un informe del foro The Fashion Spot, que analiza 241 desfiles (de Nueva York, Londres, Milán y París), el 27,9% de las modelos que pisaron la pasarela para presentar las colecciones de otoño-invierno 2017-18 representaban a minorías. De todas las fashion weeks, Nueva York fue la más multicultural. Allí el 31,5% de los maniquíes eran ‘no caucásicos’. El casting de los desfiles de la Gran Manzana incluía por lo menos un modelo afroamericano. «A veces siento que el tema en torno a la diversidad se pone muy blanco y negro, literalmente», denuncia
Rikki Byrd, profesora de Historia de la Moda y Métodos de Investigación, de la Universidad Washington de San Luis, coautora de Fashion And Race Syllabus. «Sin embargo, en los últimos años la recurrente discusión sobre la falta de representación racial en la pasarela ha evolucionado para abrazar una conciencia más inclusiva que habla de curvas, género, edad… ¡Y la lista sigue!», apunta Byrd, que el año pasado dirigió en Parsons un programa sobre moda y raza.
«Los requisitos que exigen la mayor parte de agencias de modelos son muy estrictos. Hay restricciones de estatura y peso, pero también de estilo. Controlan, por ejemplo, cómo se visten los modelos, si deben cambiar de look… Nosotros no nos ceñimos a un canon estético preestablecido. Buscamos gente interesante. Perfiles únicos», resume Lucy Greene, cofundadora junto a Pandora Lennard de la agencia Anti-Agency. No quieren perchas sobre las que colocar la ropa. Reclutan chicos con personalidad. Porque están convencidos de que la belleza física cae en picado frente a la autenticidad y la diferencia. Y el tiempo parece que les da la razón. «En los últimos cuatro años, nuestra visión se ha popularizado y las agencias de la vieja escuela incorporan nuevos perfiles a su cantera», continúa.
«El concepto de diversidad debería de ser plural por definición. Sin embargo, no siempre lo ha sido. Ha cambiado a lo largo de los años y ha evolucionado, como la sociedad», apunta Hoffman. «Que todavía sea un tema de debate y acapare titulares demuestra que el cambio no es orgánico», advierte Amato. «La moda se está diversificando en muchos sentidos, pero falta por ver en qué desemboca», opina. «El objetivo final no debería ser incluir una chica afroamericana en una campaña sobre la multiculturalidad», insiste Hoffman. En la pasada temporada, sobre la pasarela hemos visto tres modelos transgénero (Casil McArthur, Avie Acosta, Stav Strashko), 21 mujeres de 50 años o más (Benedetta Barzin, Jan de Villeneuve, Marie-Sophie Wilson), y 30 maniquíes de talla grande (Candice Huffine, Marquita Pring, Ashley Graham).
«El futuro es ampliar todavía más el canon e integrar conceptos como el amor, la compasión, la humanidad al trabajo y a la vida personal», vaticina Hoffman. En febrero, antes de que las modelos saltaran a la pasarela, las cuatro organizadoras de la Marcha de las Mujeres de Washington sorprendieron a los asistentes al desfile de esta creadora estadounidense con un emotivo discurso. «Su labor es inspiradora. Cuando nadie sabía hacia dónde tirar, ellas se unieron para actuar, liderando una de las marchas por los derechos humanos más masivas de la historia. Yo solo quería ofrecerles un micrófono. Porque estoy convencida de que hacer ruido y protestar sí provoca cambios; y la fuerza de la moda como plataforma y altavoz puede ser determinante», zanja.
«La publicidad es una gran herramienta de comunicación», coincide Renzo Rosso, presidente y director ejecutivo de Only The Brave. «En la última campaña tenemos un atleta olímpico, un bailarín de ballet, un modelo transgénero, una maniquí musulmana y otros que no se identifican con ninguna religión. Y están todos juntos pasándoselo bien. Un mensaje de esperanza que, gracias a la publicidad, puede ser viral», continúa. «Como empresa, tenemos la responsabilidad de mostrar una visión del mundo lo más plural posible», zanja.
De la imagen a la revolución
¿Tendencia? ¿O movimiento? «Sin duda, estamos ante un ejemplo de estrategia de marketing; «pero también es un movimiento social», observa Amato. «Está claro que detrás hay un interés comercial. La moda es un negocio. Las marcas quieren llegar al público y buscan modelos con los que se sientan identificados», analiza. «Por supuesto, hay diseñadores que lideran el cambio; y otros que sencillamente se suben al carro y exhiben un sentido de la diversidad falso. Una especie de Barrio Sésamo de la moda, como quien marca con una equis las casillas de todas las etnias para tener el cupo completo».
En los años 60 (marcados por la guerra de Vietnam, el racismo, la opresión, el avance del comunismo, la agitación social, las protestas, y también la revolución musical, el movimiento hippy y la contracultura), surgió una nueva ola de modelos que desafiaron la belleza de la época. En 1966, Donyale Luna se convirtió en la primera modelo afroamericana en aparecer en la portada de la edición inglesa de Vogue. En 1974, Beverly Johnson hizo lo propio en la edición estadounidense. Sin embargo, más de 50 años después, seguimos cuestionando la presencia o ausencia de mujeres negras sobre la pasarela. «En la moda, como en el resto de industrias de masas (Hollywood incluido), la necesidad y la demanda de una mayor visibilidad solo surge en tiempos de inestabilidad política», denuncia Bird.
«En los 60 era imposible menospreciar el movimiento de orgullo de la comunidad afroamericana, que declaraba lo negro es bello. El problema es que la cultura mainstream se limita a tomar nota; pero es incapaz de transformar ese espíritu reformista en una práctica inclusiva consistente. Y pasado el revuelo, baja de nuevo la repercusión y la representación de esta comunidad en los canales masivos», argumenta. «Es difícil señalar por qué en algunos desfiles todavía persiste la política de escoger modelos ‘solo blancos’. Cada marca tiene una estética, e intenta que el casting se ajuste a esa visión. Lo que no significa que un desfile no pueda incluir distintas etnias. Influyen muchos factores: directores de casting, estilistas, directores creativos, lo que demanda la sociedad, el retrato que hace la prensa de lo que es popular. No es culpa de una persona. Hasta que no haya una demanda real del público y de los medios no habrá cambios», augura Lucy Greene.
Modelo del momento por sorpresa
Podría haber llegado ese momento de inflexión. «Somos una cultura global. Y el mundo ahora se extiende más allá de sus limitaciones geográficas. Hablamos de un mundo tecnológico. Si los consumidores usan su voz estoy convencido de que la industria será más diversa. Tan diversa como su público objetivo», calcula Amato. Pero sobre todo, «ya ha habido un cambio en las dinámicas de poder de la industria; hoy hay afroamericanos en cargos relevantes dentro del circuito de medios especializados, como Elaine Welteroth en Teen Vogue; y con ellos cambia el enfoque de las portadas y el contenido», apunta Bird. «Es un paso importante».
De todas las modelos, la que más interés despertó en febrero fue Halima Aden. Nacida en un campo de refugiados en Kenia, esta somalí estadounidense, la primera con hiyab que ficha la agencia de modelos IMG, se ha convertido, gracias a Carine Roitfeld, en la primera mujer con velo que desfila para casas como Kanye West, Alberta Ferretti y Max Mara. «Es un caso excepcional», asegura Fatima Helal, de la revista Zahrat Al-khaleej, la única editora con hiyab sentada entre el público asistente al desfile. «Ha habido avances. Lentos y graduales. Pero ahí están: la bloguera musulmana Nura Afia, embajadora de la marca de maquillaje Cover Girl; o Mariah Idrissi, que llevó velo en un vídeo viral de H&M», contextualiza Reina Lewis, profesora de Estudios Culturales de London College of Fashion y autora del libro Muslim Fashion: Contemporary Style Cultures.
«Si antes las marcas querían llegar a la comunidad afroamericana, ahora quieren acercarse al mercado musulmán», resume Lewis. «Es un cambio social, que algunos han visto como una oportunidad para hacer negocio». Según el informe del estado de la economía islámica global, los consumidores musulmanes gastan 215.000 millones de euros en moda, una cifra que alcanzará los 307.000 millones en 2019, «más que los mercados de Inglaterra, Alemania e India juntos», calcula Aljazeera. La tecnología ha allanado el camino. «Mientras los primeros blogs eran básicamente de texto (y la gente escribía comentarios), gracias a Tumblr o Instagram cualquiera puede participar en una conversación con un clic o un emoticono, sin necesidad de hablar ruso o árabe», valora. ¿El problema? «Algunas propuestas son oportunistas y así se perciben. Además, no debemos olvidar que en estos países existe ya una industria consolidada», recuerda.