La luz de neón no se apaga
Los tubos luminosos cumplen 100 años en plena forma. Su nostálgico poder de atracción y su perdurabilidad, literal y metafórica, (re)conquistan el mundo del arte, la moda y el diseño.
Adiós leds, bienvenido (de nuevo) neón. Los letreros fluorescentes sin los cuales Las Vegas, los diner o Tron (la película de culto de los ochenta) no serían lo que son, inundan otra vez la escena. «Después de unos años dominados por la moda de las bombillas y la estética industrial, se está recuperando, con especial furor en Inglaterra, este material delicado que se trabaja en alta tensión», explica Marcel Redondo, creativo de la empresa de diseño y rotulación The Font Hunter en Barcelona. Parte de su encanto, comenta el experto, es precisamente que «hace falta ser un poco...
Adiós leds, bienvenido (de nuevo) neón. Los letreros fluorescentes sin los cuales Las Vegas, los diner o Tron (la película de culto de los ochenta) no serían lo que son, inundan otra vez la escena. «Después de unos años dominados por la moda de las bombillas y la estética industrial, se está recuperando, con especial furor en Inglaterra, este material delicado que se trabaja en alta tensión», explica Marcel Redondo, creativo de la empresa de diseño y rotulación The Font Hunter en Barcelona. Parte de su encanto, comenta el experto, es precisamente que «hace falta ser un poco manitas para trabajarlo». Por otro lado, añade «tiene una durabilidad de 10 o 15 años y un aura de romanticismo retro muy atractiva».
Su actual popularidad coincide con el centenario de su patente por parte del francés Georges Claude, a través del cual se introdujo en el París de los años veinte y luego en Estados Unidos, con los míticos letreros de Times Square. Sin duda, la historia de la publicidad y el imaginario pop están marcados por la combinación de este gas con el argón introducida en tubos pigmentados para lograr diferentes colores. ¿Cómo se lleva hoy? «Aplicado en madera, como detalle en cuadros y en carteles exteriores, pero algo alejados del exceso colorista de los ochenta», señala Redondo. Este recurso luminoso no es un icono exclusivo de la cultura visual de Occidente: la muestra online Neon Signs recoge más de 4.000 carteles en Hong Kong para denunciar su progresiva desaparición; y el libro Nour, de la fotógrafa francesa Céline Stella, captura el seductor contraste de estas luces con el desierto de Arabia Saudí, por poner dos ejemplos.
Desfile o-i 2015-2016 de Milly en Nueva York.
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Fuerza y ductilidad
El italiano Lucio Fontana fue uno de los precursores en su uso artístico, que hoy también promueven la británica Tracey Emin o los norteamericanos Joseph Kosuth (que acaba de exponer en Londres) y Glenn Ligon (cuya obra puede verse en el centro Nottingham Contemporary de esta ciudad inglesa hasta el 14 de junio). Por su parte, a la sueco-americana Michele Pred la sirve para enfatizar sus mensajes políticos en bolsos vintage: «Pretendo que sean carteles a pequeña escala».
También es un fetiche para Hernán Marina, que trabaja con él en una serie de intervenciones urbanas en Buenos Aires y en una escenografía teatral. El argentino destaca «su ductilidad, la técnica artesanal con que se realiza y su paleta de colores relativamente amplia». Y lo mejor, cómo afecta a la percepción del espacio: «Esa masa de color que se genera alrededor de la pieza es envolvente. Ya no se trata del dibujo ni del color, sino de algo más que incluye todo eso y a la vez lo trasciende».
‘Neon Structure’, de Lucio Fontana (1951), sobre ‘Pure Pigment’, de Yves Klein (1957), en la IX Triennale de Milán en 2010.
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