La invasión de la eco moda

La tecnología está más presente que nunca en nuestro armario pero, ante nuevas fórmulas de materiales ecológicos, ¿tienen posibilidades estos descubrimientos en la industria?

En 2013 se pondrán a la venta más de un millón de relojes inteligentes. Así lo estima ABI, una compañía especializada en el estudio de mercados tecnológicos cuyos informes sobre tecnologías “ponibles” dan una idea de que ese hipotético futuro de ciborgs podría ser más real que nunca.

Si bien un ser humano no podría convertirse nunca en ciborg porque “eso implicaría una cirugía muy profunda”, según expone Sabine Seymour, profesora experta en tecnología de...

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En 2013 se pondrán a la venta más de un millón de relojes inteligentes. Así lo estima ABI, una compañía especializada en el estudio de mercados tecnológicos cuyos informes sobre tecnologías “ponibles” dan una idea de que ese hipotético futuro de ciborgs podría ser más real que nunca.

Si bien un ser humano no podría convertirse nunca en ciborg porque “eso implicaría una cirugía muy profunda”, según expone Sabine Seymour, profesora experta en tecnología de la escuela de diseño Parsons, la tecnología permitiría aunar a la moda un componente muy importante de funcionalidad, algo que para Seymour supone uno de los fines específicos a la hora de integrar dispositivos en la ropa. Un ejemplo de ello se podría encontrar en el MYO band, un brazalete creado por Thalmic Labs, una start-up canadiense que ha creado un prototipo capaz de detectar los movimientos musculares y transmitir las acciones a un móvil o un ordenador sin ni siquiera tocarlo.

Estos dispositivos suelen estar compuestos por circuitos impresos, un tipo de circuitos que por su tamaño compacto facilitan un funcionamiento eficiente de los soportes en los que se emplean. Debido a su capacidad semiconductora, estos circuitos estarían elaborados en silício, su material estrella, pero ante la búsqueda de otras alternativas, el grafeno podría presentarse como una buena opción. Para Michel Gugliemi, co-fundador de la empresa danesa de diseño Diffus, el grafeno es uno de “los materiales más finos y fuertes que existen. Está compuesto por una sola capa de átomos de carbono que puede ser transparente y flexible”. Esto implicaría que se pudiesen incorporar a la ropa pequeños circuitos con diferentes utilidades; sin embargo, Seymour esclarece que el grafeno no podría tener posibilidades en una prenda. En tal caso, ¿qué materiales podrían usarse si se quisiera incorporar un dispositivo a una camisa de Chanel o un vestido de Louis Vuitton?

Moda y tecnología de materiales eco-friendly

En la investigación de tecnologías con fórmulas eco, científicos de la Universidad de Maryland (Estados Unidos) han desarrollado la nanocelulosa, un material elaborado a partir del papel sobre el que se podrían imprimir circuitos con tintas semiconductoras. Hongli Zhu, miembro del equipo que ha realizado la investigación, explica que la nanocelulosa es un material “transparente, flexible y con gran capacidad para ser maleable” cualidades que compartiría con el grafeno, pero además, este nuevo material podría ser completamente reciclable. Según Zhu, la nanocelulosa sí que podría tener posibilidades en la ropa, lo que supondría un modo de incorporar tecnología a la moda pudiendo respetar al mismo tiempo el medio ambiente.

La moda sostenible se ha vinculado en las últimas décadas a conceptos como ‘orgánico’, ‘comercio justo’ y ‘fibras rápidamente renovables’, pero gracias a compañías como Diffus, también se están incorporando tecnologías ligadas a las fuentes de energía renovables. De este modo, el equipo de Michel Giugliemi ha desarrollado prototipos como el vestido de rayos UVA, que “a través de diferentes aperturas controla la emisión de rayos UVA” que recibe la piel, o el vestido climático, que posee toda una red de circuitos y bombillas LED bordadas que se iluminan ante la presencia de dióxido de carbono.

Su último proyecto es Eclipse, un bolso compuesto por placas fotosensibles que almacena energía solar suficiente como para iluminar el interior del accesorio y además, poder cargar el móvil. Giuglemi explica que el almacenamiento de energía es una vía por la que se puede extraer “energía directamente de la naturaleza para ser convertida y acumulada”. En el desarrollo de los dispositivos llevables, los materiales piezoeléctricos (que generan energía gracias a las presiones a las que se les somete) podrían generar energía eléctrica a través de la “energía mecánica” obtenida por ejemplo “de la fricción o del movimiento humano” describe. Esto supondría que los microsistemas que se incorporaran a la ropa podrían funcionar gracias a energía generada por nosotros mismos.

Detalle del vestido climático de Diffus.

Diffus

Imitando a la naturaleza

La propia naturaleza es una de las mayores fuentes de inspiración en iniciativas ecológicas que parten de su observación para imitar el comportamiento de organismos ya presentes en el medio ambiente. Uno de esos proyectos es Bio-Couture, que liderado por Suzanne Lee, investigadora de Saint Martins (Londres), diseñó en 2010 un tipo de tejido creado por bacterias gracias a una solución de azúcar y té verde en la que los microorganismos actuaban formando fibras de celulosa. Una vez creada, podía manipularse como una tela normal y si se rompía, se podía introducir nuevamente en la solución para que volviera a generarse gracias a la acción de las bacterias.

Actualmente, investigadores de la universidad de Harvard han desarrollado un nuevo tipo de fibra inteligente que cambia de color cuando se estira. Sin ningún tipo de pigmento ni tinción, los científicos se inspiraron en el comportamiento de la llamada ojo de paloma (Margaritaria Nobilis) una fruta tropical de Sudamérica cuya superficie presenta una estructura de capas capaz de manipular la luz para parecer más carnosa y nutritiva.

Otro descubrimiento revolucionario ha sido la tela de araña. La empresa japonesa Spiber, en colaboración con el Instituto de Biociencias Avanzadas de la Universidad de Keio (Tokio) y la empresa Kojima Industries, han desarrollado Qmonos, una proteína sintética basada en el hilo que produce este insecto, un material extremadamente fuerte y más flexible que el nylon. Para presentarlo, esta start-up ha creado el “Blue Dress”, un vestido realizado íntegramente en este innovador material. Como declaran, es “un paso hacia una industria que no depende del petróleo”.


Para Sabine Seymour los nuevos materiales que respetan el medio ambiente suponen el camino hacia el que se dirige el desarrollo. Sin embargo, mantiene una posición de cautela sobre la manipulación de estos materiales “porque en ocasiones pueden provocar reacciones en la piel. Poner una etiqueta verde no es la solución, hay que tener cuidado con el modo en que se define la sostenibilidad”.

¿Es posible que las marcas de lujo inviertan en esta tecnología?

Gartner, otra compañía especializada en mercados tecnológicos, estima que hacia 2016 el mercado de los dispositivos podría generar una industria valorada en 10 billones de dólares. Sin embargo, desde Business of Fashion abren el debate de por qué hasta la fecha las marcas de moda se han abstenido de esta revolución tecnológica, y plantean que ante los límites del cuerpo humano y las jóvenes empresas que están surgiendo a raíz de estas tecnologías, la moda debería empezar a invertir si no quiere perder una fuente de ingresos tan importante como es el mundo de los accesorios personales.

Tanto Gugliemi como Seymour se preguntan el motivo de que la tecnología todavía no esté integrada en el proceso creativo de las marcas de moda, y mientras que el co-fundador de Diffus lo achaca a una falta de conocimiento a pesar de que “los materiales y herramientas para tratar asuntos medioambientales crecen exponencialmente y están a su disposición”, Sabine Seymour opina que es una cuestión de interés porque “la tecnología es un sistema de negocio en constante cambio, frente al de la moda, que es más estable” y deja claro que el panorama tiene que cambiar: “Es algo que no casa todavía con su modelo de negocio, pero tienen que abrir una puerta a ello.”.

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