La insólita historia del diamante de tres millones de euros con el que Tita inauguró el Thyssen

Aquella espectacular piedra, llamada Estrella de la Paz, había sido objeto de un duro litigio entre el Barón Thyssen y su anterior esposa.

Tita con el diamante de tres millones de euros.

Este semana, hace veintisiete años, Tita Cervera, que ya era Tita Thyssen, apareció en la inauguración del Museo que lleva el apellido de su difunto esposo con un espectacular vestido de Jean-Louis Scherrer: el corpiño de pedrería y la falda de volantes verdes la convertían en una cariátide envuelta en costura de lujo, pero el detalle que de verdad quitaba el hipo no era ese, sino la joya que colgaba de su cuello: un diamante de 179 dilates denominado Estrella de la Paz valorado en tres millones de euros. Tenía sentido que aquella piedra formase parte de la velada porque de alguna manera era r...

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Este semana, hace veintisiete años, Tita Cervera, que ya era Tita Thyssen, apareció en la inauguración del Museo que lleva el apellido de su difunto esposo con un espectacular vestido de Jean-Louis Scherrer: el corpiño de pedrería y la falda de volantes verdes la convertían en una cariátide envuelta en costura de lujo, pero el detalle que de verdad quitaba el hipo no era ese, sino la joya que colgaba de su cuello: un diamante de 179 dilates denominado Estrella de la Paz valorado en tres millones de euros. Tenía sentido que aquella piedra formase parte de la velada porque de alguna manera era responsable de la llegada de la colección de arte a España: el barón y ella se habían conocido gracias a aquel prodigio mineral.

Carmen Cervera ya era una entusiasta de las joyas antes de conocer a Thyssen. “Era el diamante sin faltas más grande del mundo. Yo había visto esa piedra varias veces en las oficinas de Harry Winston en Ginebra. De hecho, me habían dejado a solas con ella para que la tocase y la observase. Me dijeron que estaban pensando en hacer algo creativo con ella y cortarla. Resultó que esa persona era Heini”, le contó la baronesa Thyssen al fallecido escritor Dominick Dunne en el libro Mansions of Limbo.

Pero en aquella época (los años setenta) Heini estaba casado con una modelo brasileña llamada Denise Shorto. La relación era un fracaso (o un éxito, según se mire): ella, como ha contado el escritor y periodista Steven M.L. Aronson, tenía un idilio consentido por su marido con un marchante llamado Franco Rappetti, quien le proporcionaba cuadros de pintores barrocos y grandes maestros de la pintura. Heini y Denise se divorciaron finalmente a mediados de los años ochenta, con un acuerdo millonario de por medio y un rifirrafe judicial que incluso llegó a los medios. Denise llevó a juicio al barón para demostrar que la fortuna que tenía era cuatro veces mayor de lo que decía y para reclamar las joyas que él le había regalado. Reclamaba, entre otras cosas, la Estrella de la Paz. Según ella, el diamante había sido especialmente diseñado para ella y se lo había regalado con una nota que ponía: “Cariño, perdóname por mis faltas”.

Inauguración del Museo Thyssen-Bornemisza con el rey y la reina, el ministro de cultura, Jordi Solé Tura, Tita Thyssen y el Barón Thyssen.Rafa Samano (Cover/Getty Images)

Shorto consiguió, según cuentan las crónicas, una importantísima compensación económica, pero durante un tiempo, el destino de la piedra de la disputa fue un misterio.

Thyssen ya era de nuevo un hombre soltero aquella tarde que coincidió con Tita Thyssen en una velada organizada por Fred Horowitz, un joyero independiente que había trabajado muchos años para Harry Winston. Ella estaba pasando unos días en el barco de Horowitz y su esposa, Donatella. Al día siguiente, los tres fueron al yate de Thyssen. “Ahora que le conozco mucho mejor”, le contó a Dominique Dunne, “sé que aquel día me miró de la misma manera en que mira a un cuadro que sabe con toda seguridad que va a comprar. Lo único es que yo soy más cara que un cuadro y no tienes que cambiarme el marco”.

El 8 de octubre de 1992, Tita posó para la prensa española junto a los reyes de España, el entonces ministro de educación y, por supuesto, su esposo, con aquel diamante gigantesco y sin una sola falta colgado del cuello. Se estima que durante los 17 años de matrimonio, Heini se gastó al menos 30 millones de dólares en joyas para su esposa.

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