La incomprensible tiranía del portero de discoteca

Los clubes construyen su leyenda mediante agresivas políticas de puerta. Un festival debate este y otros aspectos del lado oscuro de la fiesta.

Instagram Sven Marquard

La puerta de Berghain es uno de los grandes misterios de la noche berlinesa. Este súper club de techno, que muchos consideran el mejor del mundo, es tan famoso por lo que sucede dentro como por lo que deja fuera. Cada semana montones de aspirantes, entre ellos personajes conocidos como el DJ y productor Felix Da Housecat, resultan “no estar en la lista” después de esperar durante horas a temperaturas bajo cero. ¿Qué hay que hacer para franquear el umbral? Lance la pregunta al aire en cualquier red social y se encontrará c...

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La puerta de Berghain es uno de los grandes misterios de la noche berlinesa. Este súper club de techno, que muchos consideran el mejor del mundo, es tan famoso por lo que sucede dentro como por lo que deja fuera. Cada semana montones de aspirantes, entre ellos personajes conocidos como el DJ y productor Felix Da Housecat, resultan “no estar en la lista” después de esperar durante horas a temperaturas bajo cero. ¿Qué hay que hacer para franquear el umbral? Lance la pregunta al aire en cualquier red social y se encontrará con un aluvión de consejos indigeribles. No hay que hablar español, no hay que arreglarse, no se puede demostrar miedo, no hay que ser demasiado joven ni demasiado viejo, no se puede llegar en grandes grupos. Hay que vestir de negro absoluto, mantenerse serio, llevar chándal o bufanda o ser fieles al siempre desconcertante lema “sé tú mismo”.

Enfrentarse el portero con la cara tatuada Sven Marquard es comparable al trance de encararse con la esfinge de la mitología griega, que asesinaba a quien no resolvía sus acertijos. Pero en este caso no existe una respuesta o una fórmula infalible para entrar en esta antigua central eléctrica. La aparente arbitrariedad del cancerbero y las desventuras que provoca son sabrosa comidilla de reuniones nocturnas. Sin hablar de los ríos de tinta que han corrido sobre el asunto y de la aplicación que se presentó en 2013 y que supuestamente ayudaba a superar la selección. Sin embargo, hay quien no se quedan en la mera anécdota y creen que los congregantes deben devanarse los sesos para ajustarse a las expectativas del local. Muchos consideran que la política de acceso del club es simplemente xenófoba, sexista o racista.

Aquí es donde por la noche, incluso cuando las temperaturas son negativas, decenas de personas esperan para que luego no les dejen entran al Berghain.

Corbis

Estas implicaciones son algunas de las que debatirán en el festival SOS48, que se celebra los próximos días 1 y 2 de mayo en Murcia. El apartado Voces del festival, un conjunto de conferencias, instalaciones, performances y mesas redondas, estará dedicado esta edición al lado oscuro de la fiesta. Su comisario Ivan López de Muruena ha querido confrontar y debatir esa faceta menos amable y celebratoria de la noche, dentro de la que se incluyen los descartes de los porteros. “La fiesta también es segregación”, argumenta López Munuera. “Los cordones de terciopelo son una arquitectura muy sencilla que sin embargo invoca exclusión, adscripciones a ideologías y rangos económicos y sociales.”

Un acceso restringido y tan agresivo resulta controvertido pero a la vez resulta una manera efectiva de crear mitología alrededor de su nombre. Como recuerda López Munuera, que actualmente reside en Nueva York, una de las premisas sobre las que se construyó la leyenda de Studio 54 era que allí no entraba quien se había gastado dinero en un vestuario de Halston, si no el personaje con aspecto más peculiar, sin tener en cuenta nada más. “El tema Le Freak de Chic está inspirado en esto”, explica. “Los propios músicos habían iniciado el movimiento disco pero una noche les denegaron la entrada a un club donde se escuchaba ese género musical".

El ‘Berghain’ en Berlín.

Getty

Boombox es una de las encarnaciones más recientes. El club londinense que cerró hace unos 7 años era conocido por dar techo a la fauna más extravagante del East End. Una lámpara a modo de sombrero o un maquillaje propio de película de terror garantizaban el acceso inmediato. Cualquiera con aspecto común y corriente se daban la vuelta. Boombox era endogámico, narcisista y no le faltaban detractores, pero no se puede negar que dio espacio a quienes se enfrentaba al rechazo en otros ambientes. También aglutinó y promovió u colectivo que terminó siendo uno de atractivos de la industria de la moda de la ciudad. Habituales como los diseñadores Giles Deacon, Gareth Pugh, Kim Jones o Henry Holland, se encuentran hoy entre los indispensables de un evento masivo como son las semanas de la moda

“La segregación es negativa y la exclusión no es deseable, pero puede producir conciencia”, razona López Munuera. Incluso llega a generar escenas paralelas que se nutren de la separación. “Me sorprendió ver cómo excluidos de las fiestas, muchos de ellos de la comunidad latina, montan la suya propia en la zona de aparcamiento del club. Las vestimentas de fuera son incluso más alocadas y desafiantes que las de dentro. Unos looks que no se le hubieran ocurrido ni a un estilista”

Quién sabe, quizás el futuro de la fiesta berlinesa no estará confinado entre cuatro paredes. Lo más interesante de Berghain terminará siendo lo que sucede en la cola.

La cola en el estudio 54 ganaban las apariencias peculiares.

Getty