«¿Jon Nieve? ¿Quién es ese?»: seis feministas españolas opinan (y no siempre bien) sobre el final de ‘Juego de tronos’

Luna Miguel, Irantzu Varela, Isabel Valdés, Clara Serra, Isabel Calderón y Berta Gómez hacen su balance del gran fenómeno cultural de la última década. SPOILER: una de ellas está muy, pero muy cabreada.

HBO

CLARA SERRA, escritora y número dos de Más Madrid


El episodio más esperado de Juego de tronos nos deja un sabor agridulce, y no solo porque ponga fin a una serie que llevamos siguiendo 9 años, sino cómo ha sido su final. Somos muchos y muchas quienes creemos que esta temporada se ha hecho deprisa y corriendo, sin prestar demasiada atención a los matices y grises de los personajes que nos habían enganchado temporadas atrás. Juego de tronos comenzó siendo una serie donde ni los malos eran del todo malos ni los buenos del todo buenos y se ha acabado ...

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CLARA SERRA, escritora y número dos de Más Madrid

El episodio más esperado de Juego de tronos nos deja un sabor agridulce, y no solo porque ponga fin a una serie que llevamos siguiendo 9 años, sino cómo ha sido su final. Somos muchos y muchas quienes creemos que esta temporada se ha hecho deprisa y corriendo, sin prestar demasiada atención a los matices y grises de los personajes que nos habían enganchado temporadas atrás. Juego de tronos comenzó siendo una serie donde ni los malos eran del todo malos ni los buenos del todo buenos y se ha acabado convirtiendo en una serie de batalla del Bien contra el Mal, con final feliz incluido. Sin embargo, en clave feminista, nos deja dos lecciones importantes. La primera es que las mujeres cuando hacemos política no somos mejores ni peores que los hombres. Y eso significa también la lucha por la igualdad. Tenemos el mismo derecho que los hombres a llegar al poder, a hacerlo bien o a hacerlo mal, a equivocarnos, a tener ambición e, incluso, a dejarnos llevar por ella hasta la locura. Las mujeres no debemos tener acceso al poder -tampoco en el imaginario de la ficción- solamente bajo la condición de demostrar nuestra bondad y nuestra virtud. Las mujeres, como decía Amelia Valcárcel, tenemos derecho al mal. Algo que ha quedado muy claro con el ascenso y caída de Daenerys, la cual ha acabado en el mismo camino que su padre. La segunda, que las mujeres podemos aportar mucho a la política si traemos nuevas formas de hacerla. Sansa es el mejor ejemplo de ello; ha aportado sororidad, templanza, y en definitiva, una forma muy distinta de hacer política, pero esas formas no son exclusivas de las mujeres ni una esencia que solo las mujeres puedan aportar. Tyrion y Bran acaban siendo buenos ejemplos de ello, y no es casualidad, por cierto, que sean un tullido y un enano, tan infravalorados y discriminados en la sociedad como las mujeres, quienes acaben demostrando que se puede cambiar la forma de hacer política y avanzar hacia sociedades más justas.

Pero también nos da la oportunidad de poner sobre la mesa nuestras exigencias feministas, las que nos toca seguir haciendo. Las mujeres queremos más y lo queremos todo y en el Poniente que queremos construir también hay reinas, buenas gobernadoras y consejeras. Viendo la composición del Consejo de La Corona una se pregunta: ¿de verdad solo hay una mujer válida en todo Poniente para dar buenos consejos? La otra tiene que ver con el horrible final de Daenerys. Nos dijo Kate Millet que el amor ha sido siempre el opio de las mujeres, que mientras nosotras amábamos los hombres gobernaban. Y así ha sido de forma absolutamente literal para la pobre Daenerys, la mujer más poderosa de la tierra de Juego de tronos y con más posibilidades de sentarse en el Trono de Hierro.

IRANTZU VARELA – Activista y coordinadora de Faktoría Lila

A mí me ha gustado el final de Juego de tronos. Pero, como en casi todos los procesos revolucionarios, creo que lo más interesante no es la victoria final, sino el camino. Y en este camino, los personajes más interesantes han sido, sin duda, las mujeres, especialmente esos cuatro mujerones que son Sansa, Arya, Daenerys y Cersei. Y todas acaban como “tenían” que acabar, de la única forma que les permite la manera en que cada una elige enfrentarse al conflicto que les genera la feminidad impuesta en un mundo patriarcal:
Cersei, esa Lady Macbeth que ansía el poder, pero asume que no va a poder ejercerlo como le gustaría, porque es una mujer, decide conspirar desde el palacio, del que no sale nunca, y se cuenta a sí misma que todo lo hace por su familia. Muere en casa, abrazada al padre de sus hijos, mientras bebe vino y ve cómo ese pueblo que no le importa una mierda, muere abrasado.A Arya ese mundo se le queda pequeño. Ya ha muerto toda la gente a la que quería ver morir, y explora por si hay un mundo en el que se pueda ser una mujer, como lo es ella.
Daenerys pretende liberar al mundo y se le va la pinza en ello. Como a todos aquellos que pretenden liberar el mundo. No está loca, está intentando ejercer el poder con el carisma y la violencia “legítima”, como hacen los hombres poderosos. Y acaba legitimando las masacres y la violencia contra el pueblo, como hacen los hombres poderosos. Y muere en manos del hombre que decía quererla, como la mitad de las mujeres asesinadas.
Y Sansa, esa mujer resiliente y empoderada como quisiéramos ser todas, que construye una fortaleza interior con la violencia que han ejercido sobre ella, por ser una mujer. Fuerte, valiente, independentista y ejerciendo el poder desde el cuidado y la protección de su pueblo. La Reina en el Norte. También me gusta que reine un “tullido” y su mano sea un “enano”. Los hombres cisheterosexuales sin diversidad funcional ya han mandado demasiado. Y bastante mal, por cierto. Y Jon Nieve… ¿quién es ese?

LUNA MIGUEL – Escritora

Más que Juego de tronos esta historia debería llamarse ‘La venganza de los Stark’. Reconozco que no estoy del todo feliz con el final. Siempre he sido team Daenerys y pensaba incluso que hasta en el último momento el dragón se la llevaría volando hasta alguna bruja roja que le daría la vida de nuevo como pasó con Jon temporadas atrás, o incluso que la llevaría más allá del muro y su sangre helada la convertiría en la mejor de las villanas posibles, una Reina de la Noche, pero, snif, snif, mi gozo paranoico en un pozo. Pero aunque no estoy del todo feliz con el final por el devenir de my queen, sí que me satisface la idea de que los chiquillos que tuvieron que soportar la muerte de su padre perdiendo la cabeza, ahora son los amos de Poniente, del Norte, de lo que hay más allá del Norte, y vete tú a saber qué pasa con Arya y su viaje a lo desconocido. Cosa graciosa: he terminado de ver el 8×06 en la cama, a las 7 de la mañana, con mi hijo al lado, que me decía “qué es eso”, “qué es eso”, “qué es eso”, y cuando Arya ha aparecido surcando los mares hacia un nuevo mundo, ha señalado la pantalla y ha dicho “¡Dora la exploradora!”. Ojalá sea verdad que es como Dora, y le den una serie a ella sola, yo la vería. Pero no me voy por las ramas como hacía Bran cuando podía caminar y trepar. De hecho, a mí me parece muy bien que él sea rey, porque en cierto modo “él” ni siquiera es “él”, es “otra cosa”, y eso hace que el final sea de lo más abierto, y que podamos imaginarnos cantidad de tramas muy divertidas con su silla de ruedas. Lo que me hace echar todavía más de menos a Hodor. Y lo que me hace, también, pensar que el poeta Ted Hughes ya predijo, como suelen hacer Los Simpson, el destino del Cuervo de los Tres Ojos con un poema mítico: “¿Quién es más fuerte que la esperanza? La Muerte. / ¿Quién es más fuerte que la voluntad? La Muerte. / ¿Más fuerte que el amor? La Muerte. / ¿Más fuerte que la vida? La Muerte. / Pero, ¿quién es más fuerte que la Muerte? Yo, obviamente. / Pasa, Cuervo”.

ISA CALDERÓN – Guionista

No madrugué, esperé hasta la noche para seguir el ritual de cada lunes, cenar delante de la tele comentando con mi pareja cada detalle de la trama. No sé cómo lo conseguí, pero llegué a mi cita de los lunes sin que ningún plasta, de esos que abundan en la redes y que he silenciado implacablemente, me destrozara mi visionado, personal e intransferible. Mira, pero qué gente es esa necesitada de atención y de importancia y de ¿reconocimiento? que corre a las redes a contarte que lo ha visto y no solo eso, a contarte lo que ha pasado, pero ¿por qué? ¿son idiotas? SÍ.  En fin, entonces, toda esta temporada, menos las dos batallas, que me parecieron entretenidísimas, no me ha parecido una narración majestuosa, como he leído por ahí, pero ni mucho menos. Más bien una historia final de trazo grueso que no hace honor ni a las expectativas, ni a la épica o grandilocuencia que ha destilado la serie todos estos años.

Pero al lío, las mujeres de GOT: Daenerys, de repente, pero de repente, se corrompe y se vuelve LOCA. Sansa casi no sale y cuando lo hace nos la presentan: chivata, hiératica, sosa, y finalmente ambiciosa. Pocas dimensiones más en su personajes. Pocos matices. Ella casi no ha importado nada. Arya es un alma libre, se carga al caminante blanco jefazo y entonces es una heroína pero pasan un poco de ella, francamente. Ella es power, pero ni pincha ni corta. Y Cersei a pesar de ser uno de los personajes más valientes y con más agallas (como dicen los americanos) de la serie, muere como un cervatillo, dócil y vulnerable protegida por su hermano. Todos los demás se reparten el bacalao, Tyrion carismático, sabio y leal. Lo más. Jon Snow mártir y buenísima persona. Bran, que no ha pintado nada, catalizador de alguna historia, ahora lo pinta todo. No sense. Y los nuevos consejeros todos como divertidos, compadres, sonrientes y super a gusto porque el mundo es suyo. Mira, que vuelva a empezar. 

ISABEL VALDÉS- Periodista  

A las 04.36 de la mañana del lunes tenía un WhatsApp con decenas de exclamaciones e interrogaciones preguntándome “qué onda” con el asesinato de Daenerys a manos de Jon y si era “normal” que después de todo fuese a gobernar Bran en vez de cualquiera de las mujeres que quedaban y que ya estaban los hombres blancos y ricos de Hollywood “jodiendo” el poder a las mujeres. Esos mensajes se fueron repitiendo a lo largo del día. A las 21.21 horas, cuento 23 con las mismas preguntas y las mismas quejas, sin tener en cuenta los grupos y teniendo en cuenta que hay aún una amplia masa rezagada que estará viendo el 8×06 ahora mismo.

Como en tantos otros momentos a lo largo de las últimas temporadas de Juego de tronos, el guion, la trama, los personajes y hasta las pausas han sido escudriñadas por la perspectiva feminista de cientos de miles de mujeres en todo el mundo. Hombres también, cada vez más. Por eso, lo que hace ocho años podría haber pasado desapercibido, hoy forma parte de los análisis de seguidores, periodistas, expertos en la serie y teóricas feministas. Si insistimos en que el patriarcado existe y resiste porque está en todas partes y en que la cultura es uno de sus mejores escaparates, es inevitable repasarlo desde ahí.

Al “qué onda” del asesinato de Daenerys aún no he sabido qué contestar. “El amor es la muerte del deber”, le dice Jon a Tyrion cuando va a verlo al calabozo. “A veces el deber es la muerte del amor”, le contesta él, pragmático como siempre, anulando la falsa idea de omnipotencia del amor romántico y la falsa inacción a la que se supone que el enamorado se ve abocado, sin capacidad de respuesta ante lo que sucede y sin control sobre sus propias decisiones.

¿Habría asesinado Daenerys a Jon si las cosas hubiesen sido al revés? Probablemente. ¿Habría Jon arrasado Desembarco si hubiese sido vendido, humillado, violado, maltratado y vapuleado durante toda su vida, si todos sus amigos y consejeros hubiesen sido asesinados o lo hubiesen traicionado, si Daenerys le hubiese rechazado y traicionado y además tuviera un dragón? Puede. ¿Me parece acertada la muerte de la Madre de los Dragones? No termino de tenerlo claro. ¿Es esta, una vez más, una historia escrita por hombres intentando desligitimar a las mujeres con poder convirtiéndolas en “locas”? Es posible. ¿Realmente Daenerys se vuelve “loca”? Unos cuantos memes corrieron la pasada semana alegando que Targaryen de loca tenía poco, que estaba “hasta el coño”.

Muchas se vieron identificadas con ese “dracarys”. Todas hemos pensado alguna que otra vez a lo largo de esta semana lo maravilloso que sería tener un dragón. También probablemente Sansa, Arya y Brienne. Las tres ocupan en el final de la serie lugares clave, no solo dentro de la trama, sino como símbolos de la ruptura de estereotipos que la serie ha ido intensificando con cada temporada.

Brienne de Tarth, la primera mujer Comandante de la Guardia Real, con todos los clichés que su propia fisonomía había ido borrando, sentada en la mesa de los consejeros, con voz y voto para decidir el futuro de los Seis Reinos. El final de la caballera tiene, eso sí, algo que chirría: abre el Libro Blanco para rellenar la historia buenista de Jaime Lannister y no para inaugurar la suya en esas páginas, que recogen el periplo de los miembros de la Guardia.

Sansa Stark, que bajo el toldo y en medio de la discusión sobre quién se sentará en el trono, le pide a su tío que se siente y lo ordena con una mirada, que es asertiva y consecuente con sus deseos y objetivos, sin ceder un ápice, consiguiendo mantener la independencia del Norte aún después de que su hermano haya sido coronado. Sansa, que también acumula violencia y dolor, es uno de los mejores regalos feministas de la serie. Tras la gran batalla, sentada en una mesa de un salón de su castillo, le dice a El Perro que si no hubiese sido por todos los Joffreys, los Meñiques y los Ramsays de su vida, habría seguido siendo “un pajarillo”. De la sumisión al empoderamiento, templada y serena, esta Stark encarna la resiliencia y el aprendizaje. Y acaba donde y como quería, envuelta en espadas que la corean. The Queen in the North, la primera de Invernalia.

Y Arya Stark, despidiéndose de Jon, diciéndole que al Norte no piensa volver. «¿Qué hay al oeste de Poniente?», pregunta ella. «No lo sé», contesta Snow. «Nadie lo sabe, ahí es donde acaban los mapas, ahí es donde voy”. La pequeña de los Stark ha sido durante toda la serie el emblema de ese otro modelo de mujer que se reclama a menudo para las niñas. Ella es la autonomía y la libertad. Ella decide qué, cuándo y cómo y, al igual que Brienne, no estuvo ni un solo día metida en el disfraz que los demás intentaron colocarle. Y su despedida está a la altura, enrolándose en algo que la historia también ha reservado siempre a los hombres: el descubrimiento. Arya se va como creció, saltando al otro lado de los límites simbólicos de las fronteras.

BERTA GÓMEZ – Coordinadora de la publicación cultural feminista La Fronde

Para mí, la reina legítima es y siempre será Daenerys Targaryen, así que no, no me ha gustado el final. Es bastante significativo que como el resto no ha conseguido a vencer sus ejércitos -suyos no por su apellido sino porque creían en su reina- ni matar a todos su dragones, al final tenga que ser el hombre del que ella estaba enamorada quien la mate después de jurarle su amor. Una jugada bastante sucia para el honorable Jon Snow. Me molesta especialmente que encima lo haga en nombre de la justicia, ¿Por qué solo Tyrion y él pueden decidir lo que es justo o no? Además, si Jon tiene sangre Targaryen, ¿por qué nadie duda que él también pueda estar volviéndose loco?

La escena en la que el dragón quema el trono para mí solo puede significar que ella era la reina, y si Daenerys no va a poder sentarse en él, nadie debería ocupar ese lugar. El momento «viva la democracia» que viene a continuación podría servir como bálsamo, pero creo que queda más bien como una solución rápida y poco coherente -como todo lo que ocurrido en esta temporada- con el resto de la serie. Por salvar algo me quedo con las historias de Sansa y Arya, aunque tampoco se les da el protagonismo que merecen.

Más allá de la locura –injustificada o no– de Daenerys, no creo que la serie haya dejado de ser feminista en estos último capítulos, más bien nunca lo ha sido. Quizá era feminista en la carcasa pero si rascabas un poquito, nada. Por ejemplo, en Juego de tronos hay personas femeninos protagonistas con diferentes formas de ser y que además han avanzado en la serie, y eso es de agradecer, desde luego, pero si analizamos otros aspectos como las relaciones románticas, las amistades y enemistades entre mujeres y la forma de ejercer el poder, siempre están narradas desde un punto de vista muy masculinizado. No es de extrañar tampoco que esto sea así teniendo en cuenta que todos los guionistas y directores desde la cuarta temporada han sido hombres.

De estos últimos capítulos a mí me ha molestado especialmente que, aunque ellas han sido quienes más han trabajado y dado muestras de valentía, han sido ellos los que se han llevado el mérito y la gloria eterna, por una supuesta divinidad que nadie se atreve a cuestionar.

De todas formas, para ser justa con Juego de tronos, creo que era prácticamente imposible que el final no fuera decepcionante para la mayoría. Quizá hemos estirado tanto nuestra relación con la serie que lo máximo que le podíamos pedirle es que acabara de una vez, y lo ha hecho. Tanta paz lleves, como descanso nos dejas, Juego de tronos. Ahora podemos centrar toda nuestra atención y discusiones improductivas en las nuevas temporadas de BigLittle Lies y El Cuento de la criada, que empiezan en junio.

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