¿Hasta qué punto los famosos diseñan sus líneas de ropa?
Pocos se resisten a probar suerte en el mundo de la moda creando su propia marca o firmando colecciones cápsula. ¿Cómo funciona el mundo de los ‘diseñadores-celebrity’?
No hay estación en la que Alexa Chung no presente una colección cápsula. Ni marca que se resista a unir fuerzas con alguno de los miembros del clan Kardashian-West. Hasta famosos aparentemente desligados del mundo de la moda prueban suerte lanzando sus propias líneas de ropa. No solo no es nada nuevo sino que atravesamos un momento en el que prácticamente todas las semanas se anuncia un nuevo tándem celebridad-marca de moda. Solo el pasado mes de septiembre Claudia Schiffer lanzó una colección de ca...
No hay estación en la que Alexa Chung no presente una colección cápsula. Ni marca que se resista a unir fuerzas con alguno de los miembros del clan Kardashian-West. Hasta famosos aparentemente desligados del mundo de la moda prueban suerte lanzando sus propias líneas de ropa. No solo no es nada nuevo sino que atravesamos un momento en el que prácticamente todas las semanas se anuncia un nuevo tándem celebridad-marca de moda. Solo el pasado mes de septiembre Claudia Schiffer lanzó una colección de cachemira, línea de ropa inspirada en España, la modelo Suki Waterhouse presentó su propia firma de accesorios, el jugador de baloncesto Russell Westbrook apostó por True Religion y hasta Bill Murray se apuntó al carro creando su propia marca de golf. Y la lista es más larga. En las ruedas de prensa y comunicados que recogen estas constantes sinergias no faltan declaraciones del famoso de turno explicando cómo fue el proceso de diseño o cómo fue capaz de sobrevivir a un torbellino de rodajes, conciertos, grabaciones y alfombras rojas encontrando tiempo suficiente para «crear» sus prendas. Es cuando la pregunta se hace inevitable: ¿hasta qué punto las celebrities diseñan sus líneas de ropa? ¿Solo prestan su nombre e imagen o de verdad toman parte en el proceso? La implicación real difiere mucho según los casos concretos pero, si algo parece claro es que entre las mil tareas que desempeña cualquier famoso que se precie de serlo, el título de diseñador de moda les queda bastante grande.
Para intentar comprender mejor el papel de estos actores, cantantes y modelos en la creación de sus firmas y líneas, vamos distinguir tres grupos: los que protagonizan colaboraciones puntuales con marcas ya existentes en el mercado, los que crean firmas y consagran su carrera al diseño (por ejemplo The Row en el caso de las gemelas Olsen o Victoria Beckham en el de la ex spice girl) y los que se cuelan en el negocio de la moda sin abandonar su profesión, hasta el punto de que a veces el gran público ni siquiera sabe emparejar determinada marca con su célebre dueño.
Los miembros del primer grupo se vinculan a marcas concretas para crear una colección cápsula (normalmente inspirada en su estilo) que suele agotarse en pocos días. Las hordas de fans que mueven estos personajes son clientes potenciales que no dudarán en invertir una cantidad –generalmente significativa– para hacerse con las creaciones de su ídolo. Kate Moss para Topshop, Gigi Hadid para Tommy Hilfiger o Pharrell Williams para cualquiera de las marcas con las que ha trabajado son buenos ejemplos. En este caso, el papel de los famosos recae principalmente en vincular su nombre e imagen a la firma. Está claro que no tienen que saber demasiado de perfumes, zapatos o barras de labios porque las decisiones importantes quedan en manos de la empresa y sus dotes creativas suelen ser escasas o reducirse al papel de «comisarios».
Así lo reconocía Alexa Chung, reina de las colaboraciones, cuando presentó su línea de ropa junto a Marks and Spencer. La función de la británica se redujo a bucear en los archivos de la firma para seleccionar las prendas que quería incluir en la colección, repensarlas y modernizarlas. Del mismo modo suele suceder en el resto. Dan indicaciones acerca de cómo es su estilo (lo interesante es que las prendas sean fieles a lo que se pone) o qué tipo de piezas les gustaría comprar y llevar. Pero que nadie se los imagine dibujando o eligiendo telas. No son diseñadores y no pueden serlo de la noche a la mañana. «Vamos a olvidarnos de este confuso término que usan las tiendas cuando sugieren que las celebrities están ‘diseñando ropa’. Los que trabajan en moda o en departamentos legales saben que la gran mayoría de estas colecciones se reducen a acuerdos de licencia por los que una cantante, modelo o ‘it-girl’ autoriza al minorista a utilizar su nombre y relacionarlo con la colección a cambio de una compensación económica. Obviamente, existen variaciones de este acuerdo y dependendiendo de ellas se incrementa la participación del famoso», explican en un interesante reportaje de The Fashion Law.
Esta idea queda reforzada por un artículo pubicado en Buzzfeed que analizaba la implicación de Rihanna en una colección cápsula que lanzó hace años junto a River Island: “Es increíblemente admirable en una ‘diseñadora-celebrity’ que no finja que haya diseñado todo ella misma. Adam Selman, que dirige la línea con ella, siempre habla con la prensa y da veracidad a su trabajo. Incluso apareció junto a Rihanna al final del desfile. Esto es muy diferente de lo que ocurre con otros diseñadores (ejem, Victoria Beckham) que no reconocen que en realidad no diseñan sus líneas y se comportan como si lo hicieran. Uno de los creadores que trabajan con las gemelas Olsen una vez me contó en una entrevista: ‘Ellas dicen cosas como que un cenicero les inspira y después nosotros tenemos que saber cómo hacer la ropa basándonos en eso’. Pero esa gente no aparece junto a las Olsen frente a la prensa», escribía la periodista.
Un par de años después de aquello, en un reportaje publicado en 2015 en The Independent, el periodista Alexander Fury afirmaba que Victoria Beckham había aprendido bien su personaje de directora creativa: “Hablo de su faceta de diseñadora como un rol que desempeña porque Beckham no diseña su ropa. Del mismo modo que tampoco lo hacen otros muchos diseñadores que son la cabeza visible de marcas exitosas internacionalmente». La propia Beckham hablaba en la misma publicación acerca de su carencia de formación como diseñadora y confesaba en una entrevista a The New York Times que trabajaba mano a mano con un grupo de diseñadores. “Cuando estoy empezando la colección, me siento con mi equipo y hablamos acerca de lo que me gusta, de lo que me inspira, de lo que deseo, de lo que quiero llevar y de lo que no he hecho nunca antes. Tenemos modelos sobre las que vamos probando y trabajando las prendas. Soy capaz de dibujar pero mal. Creo que nadie espera que diseñe del modo convencional y eso es algo bueno”, afirmó la otrora spice pija.
Victoria Beckham, al igual que las gemelas Olsen al frente de The Row, son dos ejemplos de manual del segundo grupo: famosos que abandonan sus anteriores carreras como cantantes o actores para reconducir su presente y futuro en la competitiva industria de la moda. En ambos casos, les ha salido redondo. En 2014, la marca homónima de la primera fue premiada como mejor firma del año por el British Fashion Council y no ha dejado de cosechar buenas críticas entre los popes de la moda. The Row, la de las segundas, también ha recibido numerosos galardones como mejor marca femenina o mejor firma de accesorios según el Consejo de Diseñadores Americanos. La clave de su éxito reside precisamente en haber centrado toda su carrera en sus firmas tal y como explica Teri Agins, editora de moda y autora del libro Hijacking The Runway, un ensayo que analiza el fenómeno de los ‘famosos-diseñadores’. Puede que no sean capaces de realizar un boceto y de que su equipo de consultores merezca gran parte de los méritos, pero su papel, más bien como verdaderas gestoras y empresarias, es fundamental para el éxito de sus proyectos. Ambas han sabido transfigurar su fama –sin plasmar sus rostros en las campañas– en millones de dólares en ventas.
Por último están aquellos que como Reese Witherspoon al frente de Draper James o Justin Timberlake capitaneando William Rast, compaginan sus agitadas agendas con su propia firma de moda y/o estilo de vida. Las blogueras e ‘it-girls’ también son expertas en este campo. Saben que no hay nada que les guste más a sus seguidores que llevar prendas parecidas a las suyas y para eso no hay mejor que firmarlas. Así lo hace la francesa Jeanne Damas al frente de Rouje, Harley Viera Newton y su firma homónima, la bloguera Alexandra Spencer regentando Réalisation par o, como ejemplo patrio, Sara Carbonero detrás de Slow Love. La propia Alexa Chung ha decidido dar el salto de las colaboraciones a capitanear su propia enseña, algo que era de esperar. Según recoge The Guardian, Chung ya ha reclutado a miembros de Selfridges y Matches Fashion en su equipo. Tampoco cabe duda de que los cofrades de este grupo son el rostro visible de un estudiado trabajo con profesionales del sector.
Aunque nos pique la curiosidad, lo de menos al final es si diseñan ellos o no. Lo importante para los potenciales compradores es hacerse con prendas que reflejan el estilo de esa estrella a la que admiran. Pero, cuidado, también ahí está la trampa. «Las marcas de ropa de famosos son especialmente volátiles debido a que su éxito está estrechamente ligado a una persona cuya popularidad puede cambiar drásticamente», rezaba este artículo de Forbes. Por eso hace tiempo que Lindsay Lohan no firma una colaboración. Aunque también tenga que ver la que se lió cuando hizo de consultora senior en Emanuel Ungaro. «La colaboración de Lindsay Lohan fue un desastre. Estoy furioso, pero no puedo hacer nada al respecto», explicó el propio Ungaro. Kanye West, otro famoso convertido en diseñador, la culpó de arruinar la credibilidad de los diseñadores-celebrity y fue aún más duro: «Es el 11 de septiembre de la moda». Una crítica voraz solo comparable a los palos que le han llovido a él por su última colección para Yeezy. Pero a pesar de algunos descalabros, a juzgar por la frecuencia de las alianzas entre la industria y los famosos, así como el éxito en repercusión y cifras de algunas de ellas, todo apunta a que seguiremos viviendo un aluvión de célebres colaboraciones. Al menos, hasta que mueran de éxito por culpa de un empacho.