Y en 2021, la Academia superó el Principio de la Pitufina
Por primera vez en las 93 ediciones de los Oscar, dos mujeres compiten por el premio a la Mejor directora. Solo una realizadora, Kathryn Bigelow, se lo ha llevado desde que se empezaron a entregar en 1929.
El Principio de la Pitufina, tal y como lo describió la periodista Katha Politt en 1991, es la tendencia en la ficción a tener exactamente un personaje femenino en todo su dramatis personae, a pesar de que la mitad de la población humana está formada por mujeres. “Los programas contemporáneos son esencialmente solo masculinos, como Garfield, o están organizados en función del Principio de la Pitufina: un grupo de amigos hombres acentuados por un único personaje femenino definido estereotípicamente. El mensaje está claro. Los chicos son la norma. Las chicas la variación. Los c...
El Principio de la Pitufina, tal y como lo describió la periodista Katha Politt en 1991, es la tendencia en la ficción a tener exactamente un personaje femenino en todo su dramatis personae, a pesar de que la mitad de la población humana está formada por mujeres. “Los programas contemporáneos son esencialmente solo masculinos, como Garfield, o están organizados en función del Principio de la Pitufina: un grupo de amigos hombres acentuados por un único personaje femenino definido estereotípicamente. El mensaje está claro. Los chicos son la norma. Las chicas la variación. Los chicos son centrales, las mujeres periféricas. Los chicos son individuos, las mujeres tipos. Los chicos definen al grupo, la historia y su código de valores. Las mujeres existen solo en relación a los chicos”, escribió entonces. Es bien fácil encontrar ejemplos de universos en los que rige esta norma, más allá del poblado de los seres azules. En la trilogía original de La Guerra de las galaxias, Leia es la única mujer, igual que Miss Piggy en Los teleñecos. Funcionan más o menos igual las tres primeras partes de la tetralogía Toy Story, la Star Trek original, M*A*S*H* (la enfermera Houlihan resistió 11 temporadas como único personaje femenino), Cars, El club de la lucha y una larguísima lista de series, libros, videojuegos y cómics exhaustivamente recontada en la web TV Tropes.
Aunque el Principio de la Pitufina, que se hizo muy popular en los primeros dosmiles y hasta salía en Donnie Darko, se ha ido diluyendo lenta, muy lentamente, de la ficción generalista –en realidad, no tanto. Ahí está la pandilla de Stranger Things o Jumanji–, la idea de que con una mujer es suficiente, que con poner a una señora ya diversificas sigue viva en muchos ámbitos. Por ejemplo, en los Oscar hasta esta semana. Con la nominación ¡simultánea! de Chloé Zhao, por Nomadland, y Emmerald Fennell, por Una joven prometedora,en la categoría de Mejor dirección se rompe con la tradición de la Academia de Hollywood de nominar generalmente cero y de vez en cuando una sola realizadora. En toda la historia de los Oscar, solo cinco mujeres han optado a ese premio –Lina Wertmüller en 1977, Jane Campion en 1994, Sofia Coppola en 2004, Katrhyn Bigelow en 2010 y Greta Gerwig en 2018– y solo Bigelow lo ganó por En tierra hostil. La Academia admite que un drama sobre el nuevo precariado nómada en la América de Amazon y una fábula de venganza sobre la violación pueden convivir en el mismo segmento, que una no anula a la otra porque no tienen nada que ver más allá de los cromosomas de sus directoras.
La candidatura de Zhao se daba por hecha, la de Fennell no tanto. Zhao, que además está nominada personalmente en las categorías de Mejor película, Mejor guión adaptado y Mejor edición, se convierte, como dijo The Hollywood Reporter, en “el primer individuo cuyo nombre no sea Walt Disney” en acumular tantas posibilidades de premio. Ya que se ponía, la Academia podría haber roto el Principio Pitufinesco a lo grande, con solo mujeres (como las 88 que han existido con solo hombres) porque este año aspiraban también al reconocimiento y se han quedado fuera Regina King por Una noche en Miami, Kelly Reichardt por First Cow, Kitty Green por The Assistant y Eliza Hittman por el drama sobre el aborto Never Rarely Sometimes Always.
La Academia, que en los últimos años ha hecho un esfuerzo por incorporar unos 2.000 nuevos miembros con derecho a voto con énfasis en que no fueran solo hombres blancos de origen anglosajón, da alguna señal de que su estrategia está funcionando. El año pasado, esa categoría volvió a ser un pleno al cinco de hombres a pesar de que habían estrenado filmes la propia Gerwig, que tuvo un taquillazo y un éxito de crítica con Mujercitas, Lorene Scafaria, realizadora de la taquillera Hustlers, con Jennifer Lopez y Céline Sciamma, triunfadora en el circuito de festivales con Retrato de una mujer en llamas. El hecho de que sean dos las nominadas y no solo una (el hecho mismo de que la candidatura de Fennell sea un tanto discutida por la crítica, es decir, que su película no tenga que ser incontestablemente superior para hacerse una nominación, como no lo son las de los hombres directores tantas veces) las libera de eso a lo que se refería Pollitt cuando acuñó el término, de que recaiga sobre sus hombros la responsabilidad de representar no ya su trabajo y su experiencia sino la aportación de todo el género femenino, como ocurre cuando se singulariza a una sola mujer y se la invita a un club de chicos.
A la Academia, igual que a la asociación de corresponsales que entrega los Globos de Oro, que tiene un total de cero miembros afrodescendientes, empezaba a pesarle demasiado las nominaciones que terminaban saliéndoles en los últimos años. En 2015 y 2016, los veinte nominados en las cuatro categorías de actuación (Mujer, Hombre, Protagonista y Secundario) fueron blancos. El año pasado, la actriz Cynthia Erivo fue la única intérprete negra nominada. Hubo incluso una breve polémica cuando algunos medios trataron de contar a Antonio Banderas como “persona de color”. Ahí también ha habido un giro este año con un número récord de nominaciones a intérpretes no blancos. En ninguna categoría se hace más evidente que en la de Mejor actor protagonista, llena de primeras veces. El británico Riz Ahmed se convirtió en el primer actor de origen pakistaní nominado y Steven Yeun en el primer asiático-americano que podría ganar ese Oscar. Compiten con el fallecido Chadwick Boseman y con los dos actores de El padre, los blancos y veteranos Gary Oldman y Anthony Hopkins. Es la primera vez también que los blancos son minoría.
Judas y el mesías negro se convirtió también en la primera película hecha y producida enteramente por afroamericanos en optar al Oscar a la Mejor película, aunque ahí sí que operó un principio análogo al de la Pitufina, el formulismo o tokenism, cuando la mayoría decide que la presencia de un representante de la minoría es suficiente. Se cree que la presencia de esta película en la categoría restó posibilidades a otros dos filmes de temática, reparto y dirección afroamericanos, Una noche en Miami y La madre del blues, con Viola Davis y Chadwick Boseman.
Los intentos de la Academia por diversificar no son el único motivo que han propiciado unas categorías menos uniformes de lo normal. Los Oscar premiarán a películas que tuvieron estreno en cines (aunque sean de Netflix, que ha acumulado 35 nominaciones) en los últimos 14 meses, los más extraños que se recuerdan para la industria audiovisual por motivos obvios. Muchas películas de gran presupuesto y con repartos estelares, como La crónica francesa, de Wes Anderson, han ido retrasando su estreno y no compiten, lo que ha despejado el camino a opciones algo más excéntricas, como Una joven prometedora, que difícilmente habría entrado en las categorías más deseadas en un año más estándar.