Juicio a los dosmiles, la década perdida del feminismo
Tras rehabilitar a Monica Lewinsky y Lorena Bobbitt, la cultura hurga en la misoginia de la cultura de la celebridad en la primera década del milenio.
“¿Qué si soy….virgen?”. Hay un momento en el documental Framing Britney Spears (disponible en España en el canal Odisea) en el que la cantante, que tenía entonces 18 años, responde a esa pregunta no ya a un periodista sentado a medio metro de distancia –eso también lo hizo, muchas veces– sino en una rueda de prensa con traducción simultánea, atestada de medios. A Spears se le preguntaba por su himen tan a menudo como a Rosalía se le pregunta por sus uñas. Y es especialmente violento ver a esa adolescente vestida con un top-pañuelo y un sombrero de cowboy ajustarse el pinganillo en la...
“¿Qué si soy….virgen?”. Hay un momento en el documental Framing Britney Spears (disponible en España en el canal Odisea) en el que la cantante, que tenía entonces 18 años, responde a esa pregunta no ya a un periodista sentado a medio metro de distancia –eso también lo hizo, muchas veces– sino en una rueda de prensa con traducción simultánea, atestada de medios. A Spears se le preguntaba por su himen tan a menudo como a Rosalía se le pregunta por sus uñas. Y es especialmente violento ver a esa adolescente vestida con un top-pañuelo y un sombrero de cowboy ajustarse el pinganillo en la oreja como para asegurarse de que realmente le están lanzando esa cuestión delante de toda aquella gente. En lugar de levantarse e irse o avisar a su publicista, sonríe y responde lo que respondía siempre en aquellos días: “Sí, soy virgen y voy a intentar no practicar sexo hasta el matrimonio. Estoy esperando a esa persona especial”.
El documental de Britney Spears, como el de Paris Hilton (The real story of Paris Hilton, disponible en YouTube) y los clips que circulan desde hace unas semanas como la entrevista que le hizo David Letterman a Lindsay Lohan en 2013 en el que se ríe de su desintoxicación están configurando una especie de juicio a la misogninia de los dosmiles, en este caso, filtrada a través de la cultura de la celebridad. A través del escándalo retrospectivo que generan, se está instaurando una mirada horrorizada a la década que llegó justo antes del estallido del feminismo pop y el feminismo corporativo, la que quedó entre el fin de la tercera ola del feminismo, la que se galvanizó por el caso Anita Hill, y la llegada de la cuarta, la que aun está en marcha.
Era inevitable: tras una serie de contenidos culturales que dirigieron la mirada a los noventa en clave feminista y salieron escandalizados, desde el documental de Lorena Bobbitt en Prime Video a la temporada del podcast Slow Burn que reescribió el caso Lewinsky, ha llegado el turno de la década siguiente. Rehabilitadas Tonya Harding (I, Tonya) y Marcia Harding, la fiscal del caso O.J. Simpson, en American Crime Story –en España se ha atendido más al discurso que emergió, por ejemplo, del caso Alcàsser– toca avanzar en el tiempo y atender a las damnificadas de los dosmiles, la década que en la cultura pop generalista queda emparedada entre la vilificación de Courtney Love y el día en que Beyoncé sampleó a Chimamanda Ngochi Adiche (2013), un año antes de que Taylor Swift descubriera el feminismo gracias a Lena Dunham.
El documental que se ha anunciado esta misma semana sobre el auge y caída de los desfiles de Victoria’s Secret tendrá que pasar necesariamente también por esa década en la que esos shows vivieron su apogeo. En aquellos años, Jeffrey Epstein (otro que se pasó los dosmiles recogiendo títulos honorarios en universidades de la Ivy League y viajando en jet privado con príncipes, ex presidentes y futuros presidentes, como pudo verse en la docuserie Jeffrey Epstein: Filthy Rich), que gestionaba la fortuna del dueño del gigante de la lencería, Lesley Wexner, se reservaba el derecho a hacer también el casting de las modelos para el desfile. Se estrenará en 2022 en la plataforma Hulu y lo está dirigiendo el periodista Matt Tyrnauer, director del documental Valentino: el último emperador.
La opinión pública española también hará su propio examen de conciencia a partir de la semana que viene, cuando se estrene en Netflix Nevenka, la docuserie sobre el caso de la concejala del PP que se atrevió a acusar a su jefe, el alcalde de Ponferrada Ismael Álvarez en el año 2000. Fernández ganó en los tribunales pero tuvo en frente a la corriente mayoritaria en su propio pueblo, que se manifestó en masa para dar apoyo al alcalde, y en los medios. El fiscal del caso, que la trató durante el juicio como si ella fuera una beneficiada de la relación con Álvarez y no la víctima, José Luis García Ancos, terminó incluso siendo expedientado y retirado del caso. Para la historia de la misoginia en España queda la famosa pregunta que le hizo en el juicio: ¿Por qué usted, que no es una empleada de Hipercor que le tocan el trasero y que tiene que aguantar por el pan de sus hijos, por qué usted aguantó?
El escritor Juan José Millás, que estuvo cerca del caso y de la propia Nevenka desde el principio y escribió en 2005 el libro Hay algo que no es como me dicen: Nevenka Fernández contra la realidad, siempre ha sostenido que la ex concejala, que no ha vuelto a vivir en España en estos veinte años, quedó desprotegida en un fuego cruzado ideológico (y muy español por otra parte). En su partido la rechazaron por perjudicar sus intereses y desde la izquierda se le reprochó, sostiene Millás, haber sido precisamente de derechas.
Como el de Nevenka, el documental de Britney Spears también tiene su nómina de villanos. Algunos con nombres y apellidos, como la periodista Diane Sawyer, que le hizo una entrevista en 2003 en la que le preguntó “qué le había hecho” a Justin Timberlake y le mostró las declaraciones de la esposa de un gobernador que decía que si pudiera “dispararía” a la cantante por ser un mal ejemplo para la juventud. La entrevista también incluyó un segmento con un montaje de vídeo sobre los tics nerviosos de la cantante. El porpio Timberlake, por supuesto, sale muy mal parado y se ha visto obligado a emitir una disculpa conjunta a Spears y a Janet Jackson, por su lamentable papel en el entreacto de la Superbowl de 2004, con el famoso nipplegate, del que él salió indemne y ella no.
Pero el principal culpable en todos estos documentales se encarna de manera un tanto nebulosa en los medios generalistas y en el público que los consumía y demandaba. Si el editor gráfico de la revista US Weekly contaba con 8 millones de dólares de presupuesto al año para gastarse en fotos de paparazzi es porque mucha gente estaba comprando la revista, que tiró en aquellos años por una línea de cobertura mucho más cruda. Comprando las revistas y clicando en el blog de Perez Hilton, que también se ha disculpado con la cantante en estos días.
La directora de Framing Britney Spears, Samantha Stark, ha explicado en varias entrevistas que querían enmarcar a la cantante en una era pre-#MeToo y anterior al cambio de tono en las conversaciones en torno a la salud mental. En términos de feminismo pop o de lo que pasaba en el pop por feminismo, el cénit de la fama de Spears es contemporáneo al estreno de Los ángeles de Charlie y la canción Independent woman (ambas del año 2000), productos que exudan un girl power muy pro-establishment y materialista, precursor de lo que vendría a partir de 2013, cuando empezó a ser obligatorio para toda actriz y estrella del pop exhibir cierta politización y se empezó a premiar públicamente la mentalidad girlboss. Sin embargo, entraña cierto peligro hacer juicios de época en bloque y mirar solo a un segmento de lo que estaba pasando. En los dosmiles, por cada Crepúsculo, con toda su mormona languidez, hubo una Buffy, por cada vídeo de Maroon 5 y Limp Bizkit, uno de Le Tigre o de Sleater Kinney (con una décima parte de los visionados). También estaría bien haber aprendido ya a usar la socorrida etiqueta “post #MeToo” con algo más de cuidado porque se puede llegar a creer que tras el otoño de 2017 quedó radicalmente alterada la balanza del poder. Es cierto que Harvey Weinstein está en la cárcel pero esta misma semana se supo que Brett Ratner, uno de los directores que emergió de aquella primera oleada de acusaciones en Hollywood, acusado de abusos sexuales por seis actrices, entre ellas Olivia Munn y Natasha Henstridge, tiene listo ya su retorno a la industria, con una película sobre Milli Vanilli. En Cataluña, las ex alumnas (y ex alumnos, víctimas de comentarios homófobos algunos) del Institut del Teatre que se han atrevido a contar sus experiencias tras el exposé que publicó el diario Ara sobre los reiterados abusos machistas por parte de algunos profesores a lo largo de tres décadas, se han encontrado con comentarios no tan distintos en espíritu a los que recibió en su día Nevenka Fernández: “¿Y no podías levantarte e irte cuando te estaba tocando?”, “pues sí que has tardado en hablar”.