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El poder de un traje blanco: 60 años en la cresta de la ola

El traje blanco lleva dando guerra desde los sesenta. Lejos de aminorarse, vuelve con fuerza y ya ha conquistado a Gigi Hadid o a Naomi Watts.

Símbolo inequívoco de poder, el traje blanco forma parte de algunas de las imágenes más icónicas de los siglos XX y XXI. En uno de ellos se enfundó Hillary Clinton cuando aceptó convertirse en la candidata demócrata a las elecciones presidenciales de 2016, la ahora Reina Letizia en su pedida de mano en 2003 o Céline Dion al pisar la alfombra roja de los Oscar en la edición de 1999. En los últimos tiempos, el binomio formado por la chaqueta y el pantalón teñidos en el color más luminoso de la paleta cromática ha vuelto a lo alto de la mano de Tom Ford, Acne Studios o Jil Sander. Aunque el sastre se ha convertido en una prenda de vanguardia, podríamos señalar que comenzó a germinarse a finales de los años 20, cuando “Gabrielle Chanel diseñó un pantalón de seda blanco con una chaqueta de pijama para pasear para la playa”, explica Pilar Pasamontes, historiadora de moda y Directora Científica de Moda del IED Barcelona. El traje blanco tal y como lo conocemos hoy en día (con su chaqueta americana y su clásico pantalón) llegó a nuestras vidas ya en los años sesenta. La suya es una historia de cero a cien. Poco después de que los creadores lo subieran a la pasarela, el traje fue utilizado por muchas féminas como alternativa al clásico vestido de novia. “Las mujeres se empezaron a casar vistiendo minifalda, pantalones… se casaban con lo que querían. Era lo normal y lo normal era ser diferente. No querían ir vestidas igual que sus abuelas, sus madres, sus hermanas mayores, incluso sus tías… A partir de ese momento cambió todo”, explica la experta. Una de ellas fue Amanda Barrie (en la foto), que en su enlace con Robin Hunter en 1967 apostó por un sastre con pantalón acampanado y una pamela XL. Sí, la nueva era había acabado de empezar.
Los años sesenta estuvieron marcados por el boom del prêt-à-porter, por Twiggy y por los vestidos metálicos dibujados por Paco Rabanne. En 1967, Mary Quant (creadora de la celebérrima minifalda) propuso en su colección VIVA VIVA un traje de chaqueta y pantalón en blanco. Tras ella, muchos de los grandes nombres abogaron por el sastre para la mujer, como Andrè Courregès o Yves Saint Laurent, encargado de ensalzar el esmoquin y de buscar el lado más femenino de prendas otrora relegadas al hombre.
Los setenta siguieron su curso. Frente al espíritu más hippy y bohemio, el minimalismo del dos piezas  se impuso entre las estrellas del cine, la publicidad y la televisión. En estos años comenzó a ser cada vez más habitual la presencia del traje blanco en la gran pantalla, tanto para los hombres (nadie olvida al Tony Manero de Saturday night fever) como para las mujeres. La cantante Cilla Black, por ejemplo, se enfundó en un modelo de Tommy Nuit en una imagen promocional que todo América pudo contemplar a lo largo de 1973.
Diana Darvey siguió la estela marcada por las novias más vanguardistas de los años anteriores y eligió un tuxedo blanco para darle el 'sí, quiero' a Terry Grittings en 1975. Eso sí, la actriz, cantante y bailarina inglesa cambió el clásico ramo de flores por un bolso de asa e inspiración lady.
El de Bianca Jagger es uno de los atuendos nupciales más reconocidos de toda la historia. Para su boda con el músico Mick Jagger, celebrada en 1971, la actriz lo apostó todo a un traje blanco de chaqueta y falda (aderezado con pamela con velo) que ha servido como patrón para muchas novias posteriores. No fue, ni mucho menos, la única ocasión en la que se decantó por conjuntos similares. En los años posteriores era habitual verla por las calles haciendo sus quehaceres diarios enfundada en este tipo de trajes.
Deconstruir y descontextualizar las prendas fue algo muy habitual a finales de los noventa. Y de eso sabe mucho Céline Dion. En 1999, la canadiense asistió a la gala de los Oscar enfundada en un traje blanco que no pasó desapercibido. ¿La nota diferenciadora? La cantante apostó por colocarse la chaqueta al revés, logrando hacerse con uno de los looks más comentados de toda la historia de los premios.
Mucho más discreto (pero igual de efectivo) fue el atuendo que eligió Angelina Jolie para asistir a la fiesta posterior a los Oscar en 2001. Para la ocasión, la actriz optó por una creación del dúo Dolce & Gabbana bastante alejada de lo que hoy en día acostumbra: un traje blanco exento de todo tipo de atavíos y unos zapatos a juego. ¿El fin? Otorgarle todo el protagonismo al brazalete y a los pendientes de diamantes que acompañaban al 'look'.
Eran los años en los que su popularidad alcanzaba cotas más altas (cuando encarnó a la picante Samantha Jones de Sexo en Nueva York) y ni la propia Kim Cattrall pudo resistirse al encanto del tuxedo blanco para asistir a los Premios del Sindicato de Actores en 2002. En la época en la que las reinas del pop no cesaban de enseñar el ombligo, ella les hizo un guiño con un crop top metalizado con un escote vertiginoso, cuyo efecto rebajó colocándose encima un traje de corte minimal. 
El suyo es, con toda probabilidad, uno de los trajes que más grabado se ha quedado en nuestra retina. En noviembre de 2003, una joven periodista Letizia Ortiz pasó a convertirse en la prometida del Príncipe Felipe enfundada en un traje blanco de corte recto y firmado por Armani. La elección del tono era de todo menos arbitraria. “Si vistes un traje blanco se te verá mucho más que cualquier otro color, da mucha luz, hace más joven, es muy elegante y es un color de líder”, explica Pasamontes. Posteriormente, han sido  varias las ocasiones en las que la ahora Reina de España ha recuperado el tuxedo, aunque, eso sí, el fit ha variado y su imagen se ha modernizado.
Su ha influencia ha sido tal que ha conquistado a celebrities que siempre han luchado por huir de lo minimal. Lady Gaga o la mismísima Jennifer Lopez son dos de ellas. La intérprete de No me ames y On the floor se enfundó en uno cruzado para asistir a una entrega de premios organizada por la revista Us Weekly en 2007, logrando hacerse con uno de sus looks más recordados.
El de Carolina Herrera es un historial intachable lleno de propuestas que supuran elegancia por los cuatro costados. Suyo es el binomio formado por falda larga y camisa blanca, el dúo infalible para ir perfecta a cualquier fiesta. Símbolo de la atemporalidad y convertida en la perfección (estilística) personificada, la diseñadora ha optado por el clásico traje blanco en diferentes ocasiones, como en la edición de 2008 de los CFDA Fashion Awards.
Muchas han sido las ocasiones en las que el traje de chaqueta y pantalón ha adquirido un papel protagonista en las colecciones de Yves Saint Laurent. Pero el que esbozó Stefano Pilati para la colección otoño-invierno 2012 (su última línea al frente de la casa francesa) era, cuanto menos, peculiar: hombreras muy marcadas, silueta afilada (cinturón mediante) y estampado de flamencos.
Binomio atemporal, elegancia innata. Difícil es hablar de un dúo tan elegante y no convertir a Sophia Loren en la tercera en discordia. El traje blanco ocupa un lugar preferente en el historial de estilo de la musa italiana, pero quizá una de las veces que mejor lo ha llevado fue cuando, en 2012, asistió al Festival de Cine de Taormina en 2012  como ponente.
Color del poder, el blanco ha acompañado a muchas mujeres (y hombres) del mundo de la política en momentos importantísimos de su carrera. Lo llevó Cristina Cifuentes el día que anunció su dimisión como Presidenta de la Comunidad de Madrid y, años antes, Hillary Clinton (de Ralph Lauren) cuando aceptó ser la candidata demócrata a las elecciones presidencias de Estados Unidos de 2016. “Era la primera mujer que se presentaba como candidata a la Casa Blanca y era un color de liderazgo. Toda la gente que viste de blanco son líderes, el Papa sin ir más lejos. Es una forma de ejercer en tu mente su papel de líder”, explica Pasamontes. En su carrera a la Casa Blanca fueron varias las ocasiones en las que la política estadounidense lo apostó todo a este conjunto, aunque quizá fue la última, en plena toma de posesión de Donald Trump (y también de Ralph Lauren), la que ha resultado ser más significativa.
El último año ha estado marcado por la vuelta del traje por todo lo alto. Y es que en plena era del empoderamiento femenino, este parece haberse convertido en el mejor reflejo estilístico de lo logrado. Por él han apostado en los últimos meses Nicole Kidman, Naomi Watts (que lo llevó durante el último festival de Venecia, cuando era uno de los miembros del jurado de votación), Victoria Beckham o la propia Gigi Hadid (en la imagen). La modelo norteamericana, que vive uno de sus mejores momentos profesionales, optó por un dos piezas de Ralph Lauren que huye de lo oversize para acudir como invitada a The Tonight Show, el programa de televisión dirigido y presentado por Jimmy Fallon. La elección de la top se ha convertido en el mejor de los ejemplos de cómo este dúo ha logrado actualizarse casi seis décadas después de su aparición.