Quim Gutiérrez, el nuevo icono fashion

El varón flexible. Así define el actor al nuevo hombre. Porque a Quim Gutiérrez no le acobardan los estereotipos. Él exhibe virilidad, pero se confiesa vulnerable. Por eso, todos lo desean. Incluida Givenchy, firma de la que es imagen.

Boris Izaguirre y Francesca Rinciari (Realización)

El actor Quim Gutiérrez ultima la sesión de fotos para este reportaje con un pantalón deportivo de H&M y su torso desnudo. Se enrolla en la verja de un puente peatonal y lo hace de una manera a medio camino homeless y una especie de pantera macho: piel, músculo, inteligencia y supervivencia en un mismo cuerpo. «Esto es lo más absurdo que he hecho en mucho tiempo», bromea mientras saluda con un par de besos. De entre todas las cosas que gustan de él, la voz es la más directa. Grave, educada, serena. «Soy hijo de un catedrático de Biología y una psicopedagoga. En mi casa hablamos,...

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El actor Quim Gutiérrez ultima la sesión de fotos para este reportaje con un pantalón deportivo de H&M y su torso desnudo. Se enrolla en la verja de un puente peatonal y lo hace de una manera a medio camino homeless y una especie de pantera macho: piel, músculo, inteligencia y supervivencia en un mismo cuerpo. «Esto es lo más absurdo que he hecho en mucho tiempo», bromea mientras saluda con un par de besos. De entre todas las cosas que gustan de él, la voz es la más directa. Grave, educada, serena. «Soy hijo de un catedrático de Biología y una psicopedagoga. En mi casa hablamos, y mucho; discutimos a fondo. Eso te da vocabulario. Cuando lo echo en falta, me organizo y me voy con ellos. Procuramos hacer largas sobremesas unas 12, 15 veces al año».

Gutiérrez es uno de los actores más interesantes de su generación. Estrechamente vinculado a la filmografía de Daniel Sánchez Arévalo, cuyo Azul oscuro casi negro (2006) transformó a este intérprete de series televisivas en objeto de deseo y conversación. Ahora vuelven a unir sus destinos en La gran familia española, una fuerte apuesta comercial del director en la que Gutiérrez da vida a uno de los cinco hermanos de una familia inspirada en el clásico musical hollywoodiense Siete novias para siete hermanos (1954). «Daniel y yo hemos trabajado muchas veces juntos y para mí esta es su película más íntima, la que más habla de él, de cómo observa el mundo. Me entusiasmó este retrato de familia porque cuando ves que todas las cosas fallan –el sistema, la sociedad, la economía y la política– te das cuenta de que la familia sigue estando ahí. A lo mejor es un proceso que solo asimilas pasados los 30 años, pero la familia es casi el único lugar posible en el que no eres ni ganador ni perdedor».

Chándal de Cheap Monday, gorra 59FIFTY W de Wesc, calzoncillos de Calvin Klein y zapatillas

Daniel Riera.

Gutiérrez interpreta a Caleb, el hermano líder, acostumbrado a arreglar la vida de los demás pero incapaz de solucionar sus sentimientos. «A mí me gustaría definirme como una persona flexible. Es muy importante para un actor serlo en el sentido físico pero, sobre todo, mentalmente. No es el caso de mi personaje. Es agotador que esté obligado a ser de derechas o de izquierdas, blanco o negro, cuando en la flexibilidad te encuentras mucho más cómodo, piensas más, lees mejor y, sobre todo, abandonas la trascendencia. Cada día veo más artificial y más impostada la trascendencia. Los actores tendemos a ser muy serios, muy analíticos. Hay que reflexionar hasta un punto y entonces hacerte flexible».

¿Esa flexibilidad la aplica también a su virilidad? «Siempre existe esa tensión de si soy gay o no. Me sorprende cuando me lo preguntan abiertamente porque, ante la respuesta negativa, me dicen: “Vaya, había pensado que lo eras”. No sé qué hay en mí que lo provoca. Me sorprende que siga siendo un tópico el hecho de que me puedo pasar dos horas admirando zapatillas y escogerlas por los colores». ¿Puede ser que el actor transpira tanta sexualidad que todos los públicos quieren su pedacito? «Me horrorizaría tener ese concepto tan comercial de mi sensualidad. Entiendo que hay que complacer, pero no que eso sea lo que te hace más o menos seductor. A mí me gusta jugar y hacer sentir a quien me interesa que es lo único que me importa. Pero creo que uno debe ser consciente de que estás seduciendo. Eso arruina completamente una de las cosas más divertidas del mundo».

Chaqueta con capucha de viscosa y neopreno de Giorgio Armani, camiseta de Levi’s y cadena y anillos de El Mercado de la Plata (Fuencarral, 52).

Daniel Riera.

¿Pero qué siente cuando se da cuenta de que para el publico gay es un sex symbol por su masculinidad? «Lo noto. Pero me llama la atención que un hombre todavía tenga que pedir permiso hoy para gustar a todos. Está claro que es un clic: algo que despiertas en la gente. ¿Por qué contenerlo o explicarlo? Pasa y punto. Ese es el principio de la flexibilidad. Estamos en una permanente revolución, todos los días algo cambia, así que también cambia la sensualidad masculina. Cada vez hay más cosas de nosotros, los varones, que gustan y eso hay que disfrutarlo».

El elemento masculino por excelencia en la cultura latina es el fútbol y juega un papel protagonista en La gran familia española. La acción se desarrolla durante la boda del hermano menor, Efraín (brillantemente interpretado por Patrick Criado, a quien muchos ven como el nuevo fetiche de Sánchez Arévalo), que a su vez coincide con la final de la Copa del Mundo en Sudáfrica 2010. «No soy nada futbolero y como catalán tengo reacciones ambiguas acerca del patriotismo que significa ver triunfar a la Selección. Pero eso no significa que no defienda la inmensa emoción que sentí, como tantos otros españoles, cuando Iniesta marcó el gol. Ese momento, que fue maravilloso, queda muy bien reflejado en la película: un instante irrepetible de unidad como país, como luchadores, como hombres. Es inolvidable. Yo vi ese partido con Daniel, precisamente. Y de repente, como en la película, pasamos de ser los quejicas con ese mantra de “España no lo va a conseguir, no sabemos ganar” a ser todo lo contrario: esperanzados, optimistas y, definitivamente, ganadores. Ahí está la clave de esta cinta. Está muy bien que recordemos que podemos creer en nosotros mismos». 

Pantalón deportivo con raya lateral de H&M, gorra de Lacoste live! y anillos de El Mercado de la Plata (Fuencarral, 52).

Daniel Riera.

De cerca, Gutiérrez es arrebatador. No tiene una manicura perfecta, lleva una camiseta con un dibujo de Teen Wolf, el personaje que inmortalizara Michael J. Fox en los años 80, y también otra camiseta con el 23 mítico de Michael Jordan. El pelo, imposiblemente revuelto; los ojos, deliciosamente marrones. Se aproxima, habla a los ojos, envía saludos a mi marido. ¿Cree que los sex symbols latinos no solo tienen más pelo, sino que se les permite ostentar rasgos más toscos, jugar más con el lado canalla que a los anglosajones, que solo pueden ser rubios y de belleza clásica? «¿Me estás llamando feo?», replica sonriendo sin complejo, mostrando su característico diastema. «Es que no son solo los dientes. Son las orejas, la nariz aplastada. Soy Frodo, yo me veo así. Pero estoy de acuerdo en que a muchas chicas les gustan los chicos malos». ¿A las señoras también? «Un buen restregón con un golfo siempre está ahí, en las fantasías», responde riendo. «El tema de mis dientes separados… Imagínate, mi primer agente hasta me planteó arreglármelos. Pero toda mi familia los tiene iguales, es marca de la casa. Así que coincidimos en que no los íbamos a tocar ni de broma». Por si quedaba alguna duda, hace tres años en el cumpleaños de Almodóvar el fotógrafo Bruce Weber lo miró a los dientes y le dijo: «Nunca te los toques».

Básicamente, es una de sus señas de identidad y en más de una ocasión, al verle sonreír uno desea saber qué se sentiría al colar un poquito de lengua entre esos incisivos. «Cuando empecé siempre me fijaba en Jean Paul Belmondo. Era verlo y me parecía rudo, feo, viril, genial. No me parezco ni de lejos a él, pero al ver que un hombre así podía hacer películas, crear personajes tan cargados de emoción, de contención, pensé que yo también podía».

Chándal de Cheap Monday, gorra 59FIFTY W de Wesc, calzoncillos de Calvin Klein y zapatillas de Nike Air Max.

Daniel Riera.

¿Es ese potencial de rudeza y sensibilidad, de inteligencia y flexibilidad emocional lo que vio Riccardo Tisci para convertirlo en imagen de Givenchy? «En realidad nunca sabes cómo surgen estas historias. Uno piensa: “Me habrán googleado, habrán visto alguna escena, alguna foto y les encajaba y me ofrecieron el trabajo”. Pero, apenas conocí a Tisci, de inmediato estábamos hablando, haciendo chistes y saltando de un tema a otro».

¿Un encuentro flexible? «Digamos que divertido: me tomé cuatro copas de champán seguidas porque fui solo, sin representante, sin amiga o amigo de “ven, vamos a flipar con esto”. Fui solo, integral. Y con un francés no tan fluido como para hacer chistes. Pero me debieron de ver asimilándolo todo y, al final, la sesión se realizó en una atmósfera fantástica. Me interesan muchas cosas del mundo de la estética. Siempre he tenido inclinación por comprar libros de arte, decoración y moda. Me gusta mucho la fotografía y me apasiona Ron Galella».

Galella es el único paparazi que ha visto cómo sus instantáneas de celebridades de los años 70 se han elevado a la categoría de obras de museo. De hecho, grandes instituciones, desde la Tate Modern a PhotoEspaña, le dedican retrospectivas. «Tiene el don de capturar la verdad. Todas esas fotos de Jackie Kennedy huyendo de su acoso y derribo [la célebre primera dama llegó a imponerle una orden judicial para mantenerlo alejado de ella 200 metros] o de Marlon Brando a punto de asestarle un puñetazo son un universo que me atrapa. Son historias. No tiene nada que ver con los paparazis de hoy en día, escondidos en furgonetas con las ventanas tintadas y buscando fotografiarte sin camiseta en Ibiza. Galella quería retratar un tiempo que es único, irrepetible. Lo mismo me sucede con Studio 54, creo que allí estaba surgiendo un cambio en la sociedad. Podrá parecer vacuo, decadente, pero para mí es absolutamente fascinante y envidiable».

Jersey de lana de Gucci y pendiente con imán de Givenchy.

Daniel Riera.

¿Ahora resulta que nos hemos vuelto más aburridos? «Sí, la obsesión por el éxito te hace ser mucho menos arriesgado. Y, de nuevo, no atreverte a ser flexible. Por eso disfruto tanto siendo actor. Es la única profesión del mundo que te invita continuamente a tomar riesgos. A Daniel le gusta mucho que improvisemos durante la creación de nuestros personajes. Lo llama “caminos descartados”. En este sentido, Antonio de la Torre es fantástico. Es rápido, sabe combinar la improvisación con el guión, dándole aún más verosimilitud al personaje. Me encanta compartir con profesionales así, como José Coronado, que llevan años rodando películas y se lo siguen pasando bien».

Gutiérrez disfruta mucho con las nuevas tecnologías y las redes sociales. «Hay cuentas de Twitter que son para información, otras para debate. Me parece que es la red más democrática porque te permite reír y reflexionar. Para mí, que soy tan racional, que todo lo reflexiono, es fantástico aprender a reírte de ti mismo, a no tomarte tan en serio». En una de las fotos que ha colgado en su Instagram, se califica como «un cliché con gafas» y aparece endemoniadamente sexy, con el pelo agitado, una camiseta sin mangas y unas gafas de sol completamente negras. «Desarmarte a ti mismo es lo más seductor que conozco», reafirma. Se levanta para recoger su maleta y marcharse unos días a la playa antes de que la promoción de la película no lo deje respirar. «Como me divierto creando varias versiones de mí mismo, más me reafirmo en que tener estilo es fácil: agitas un par de ideas y te sale». ¿Y qué es lo difícil? «No darle importancia».

Chaqueta de Givenchy, camiseta de Levi’s y cadenas de El Mercado de la Plata (Fuencarral, 52).

Daniel Riera.

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