¿Qué diablos le pasa a Johnny Depp?
El fracaso crítico y comercial de ‘Trascendence’ en Estados Unidos ha llevado a muchos a preguntarse si el actor, aparentemente infalible, no habrá perdido el rumbo en los últimos años.
“¿Dónde vas a ir?”, pregunta Rebecca Hall a la entidad informática que una vez fue su marido en un momento crucial de Trascendence, el debut en la dirección de Wally Pfister (colaborador habitual de Christopher Nolan). “A todas partes”, sentencia él. Es una buena manera de describir la carrera de Johnny Depp tras el éxito masivo que supuso Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra allá por 2003: el actor ya era una estrella por entonces, pero Jack Sparrow lo propulsó directamente a la estratosfera de los mejores pagados de Hollywood. Desde entonces, cada movimiento...
“¿Dónde vas a ir?”, pregunta Rebecca Hall a la entidad informática que una vez fue su marido en un momento crucial de Trascendence, el debut en la dirección de Wally Pfister (colaborador habitual de Christopher Nolan). “A todas partes”, sentencia él. Es una buena manera de describir la carrera de Johnny Depp tras el éxito masivo que supuso Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra allá por 2003: el actor ya era una estrella por entonces, pero Jack Sparrow lo propulsó directamente a la estratosfera de los mejores pagados de Hollywood. Desde entonces, cada movimiento en su filmografía se ha analizado con lupa y, a la luz de dos recientes fracasos comerciales, el diagnóstico no ha sido muy benigno. Al parecer, Johnny Depp ha perdido su toque.
Quizá sería injusto culparlo a él de la mala estrella en taquilla de El Llanero Solitario (2013), un incomprendido blockbuster de aventuras que, siendo rigurosos, ni siquiera estaba protagonizado por él (esa labor recaía en Armie Hammer). Depp podría haberse limitado a componer un Sparrow navajo en su interpretación de Tonto, pero hizo algo más complejo: una versión western de la comicidad física de Buster Keaton que, sin duda, lo convertía en secundario robaescenas. Digamos que se esforzó, y eso es mucho más de lo que se puede decir de su supuesto papel estelar en Trascendence. El argumento le exige interpretar a una suerte de hombre que no estaba allí (un científico moribundo cuya conciencia es descargada en un superordenador) durante buena parte del metraje, algo que no debería resultar un problema para alguien con tanta presencia escénica como el Capitán Jack. Sin embargo, tenemos la sensación de que realmente han contratado a una simulación por ordenador de Johnny Depp para interpretar el papel: no hay un ápice de vida o carisma en él. De hecho, uno está tentado a pensar que grabó la mayoría de sus escenas vía Skype desde su isla en las Bahamas.
Así que llega la ocasión de preguntarnos qué demonios le ha sucedido a ese actor hambriento de retos al que Tim Burton rescató de una infausta serie adolescente y convirtió, más o menos, en la primera estrella realmente moderna de los 90. ¿Sería razonable echarle la culpa de todo a Piratas del Caribe? ¿Intervienen noticias de carácter personal en este cambio en su percepción por parte del público? ¿Y, ya que estamos, realmente hay razones para llevarnos las manos a la cabeza?
En ‘Trascendence’, un patinazo para la crítica.
Cordon Press
Tim Burton le salva hasta que se interpone Jack Sparrow
En 1990, Depp se agarra a John Waters como un naufrago a un bote salvavidas. Sus compromisos televisivos con Jóvenes policías (1987-1991) lo están convirtiendo en la clase de actor-barra-ídolo teen que siempre odió, así que se toma su papel en Cry-Baby (El lágrima) como una última oportunidad de subvertir ese rol y demostrarle a Hollywood que, demonios, sabe actuar. Mensaje recibido: Tim Burton pelea por él para protagonizar Eduardo Manostijeras (1990), un gesto que Depp no olvidará nunca (le sacó para siempre del pozo televisivo y le convirtió en alguien a quien convenía tomar en serio). Fue el inicio de una colaboración en la que, si nos ponemos analíticos, podemos detectar el declive de ambos: lo que empezó con trabajos tan sobresalientes como Ed Wood (1994) o Sleepy Hollow (1999) acabó degenerando en blockbusters tan huecos como Alicia en el País de las Maravillas (2010) o Sombras Tenebrosas (2012). Sencillamente, el cóctel Burton & Depp ya no suena tan bien como antes (de hecho, se ha convertido en un chiste recurrente).
Para muchos, Jack Sparrow fue el principio del fin. Se trataba de una creación superlativa (Pepe le Pew conoce a Keith Richards en alta mar) que fue degenerando a golpe de secuela, instalando cada vez más a Depp en la cómoda (y muy lucrativa) jaula de la imitación sin vida. La cuarta entrega de la saga, Piratas del Caribe: En mareas misteriosas (2011), ni siquiera tenía al frente a Gore Verbinski, cineasta cuya huracanada imaginación visual mantenía la trilogía original a flote. En consecuencia, la interpretación de su protagonista se volvió una metáfora de la propia saga: algo que continúa moviéndose más por inercia que por la pasión incontaminada con la que comenzó, más por los resultados internacionales de taquilla que por la pasión de construir una película veraniega con la misma energía chiflada que una atracción. Si La maldición de la Perla Negra dotó de vida a los animatronics de Disneyland, En mareas misteriosas los volvió a convertir para siempre en muñecos inanimados. Y esto es especialmente cierto en el caso de Johnny Depp, que ya empezaba a confirmar las sospechas de muchos espectadores: lleva tantos años interpretando a Jack Sparrow que ya puede hacerlo con la cabeza puesta en, por ejemplo, el último brazalete carísimo que se ha comprado en París.
Quizá su mayor problema sea la inevitable comparación con Leonardo DiCaprio, otro actor que alcanzó masa crítica a mediados de los 90. Mientras que la estrella de El lobo de Wall Street (2013) ha decidido basar su carrera únicamente en proyectos de prestigio y/o estimulantes desde el punto de vista creativo, Depp parece más interesado en cobrar el cheque y retirarse a meditar a una de sus casas. Parecía que Trascendence iba a ser su equivalente a Origen en la carrera de DiCaprio (2010), pero su guión ha acabado resultando más cercano a una película hecha para el canal SyFy que a la sofisticación temática y narrativa del filme de Nolan. Podría parecer que Johnny Depp ha abandonado la búsqueda de la autenticidad en pos del artificio, de la excentricidad impostada: Willy Wonka, Sweeney Todd, Tonto, Barnabas Collins, el Sombrero Loco… Sus últimos personajes tienen en común un exceso de maquillaje y pelucas, nunca de ambición creativa.
Algunos analistas han querido detectar razones extracinematográficas en el fracaso de Trascendence. En 2012, tras meses de especulaciones por parte de la prensa rosa, el actor se divorció de Vanessa Paradis, con la que llevaba casado casi 15 años. La razón, si atendemos a las lenguas viperinas de Los Ángeles, fue Amber Heard, su compañera de reparto en Los diarios de ron (2011). Ambos se prometieron en las navidades de 2013, pero aún no han pasado por el altar. ¿Puede que el fin de su imagen de marido y padre perfecto haya sido la causa de que algunos sectores le hayan dado la espalda? Lo dudamos, pero no podíamos dejar fuera este dato biográfico en la declaración del fiscal. Ahora, es el turno de la defensa.
En ‘El llanero solitario’, otro sonado fracaso.
Cordon Press
Mejor siendo un bicho raro
Se tiende a considerar la década de los 90 (es decir, su carrera pre-Piratas del Caribe) como la edad dorada de Johnny Depp, pero quizá convenga hacer memoria, o repasar su ficha de IMDb, para comprobar que no todo era oro por aquel entonces. Entre Ed Wood’ y Dead Man (1995), dos incontestables puntos álgidos de su carrera, el actor rodó la enervante Don Juan DeMarco (1995). Tras darle la réplica con dignidad a Al Pacino en Donnie Brasco’(1997), se enfrascó en un desnortado debut como director, The Brave (1997), que no ha tenido continuidad hasta el momento. Y su tendencia actual a trabajar en thrillers inanes ya estaba presente por entonces, como demuestran A la hora señalada (1995) o La mujer del astronauta (1999). Es decir, que es posible que Johnny Depp no esté viviendo una decadencia, sino un periodo de valle en una carrera que, en realidad, siempre ha tenido altibajos
Desde luego, su tendencia a trabajar con directores dotados de personalidad no se ha atemperado con el tiempo. En los últimos años, Depp ha aparecido en una película de Terry Gilliam (El imaginario del Doctor Parnassus, 2009), una de Michael Mann (Enemigos públicos, 2009) y otra de Gore Verbinski (El Llanero Solitario), aparte de una colaboración con el siempre minusvalorado David Koepp que, de momento, parece que nos llegará el año que viene. Por supuesto que The Tourist’(2010) fue horrible, pero concedámosle el beneficio de la duda: ¿a quién no le habría gustado trabajar con un Florian Henckel von Donnersmarck que acababa de dirigir La vida de los otros (2006)? Leer el guión antes les habría ayudado a ambos, eso sí.
Y tanto se puede decir que Depp haya perdido su tendencia natural al riesgo: Rango (2011), su extrañísima película animada junto a Verbinski, resultó ser una refrescante rareza en la que, de hecho, recuperó la energía loca con la que interpretó a su amigo Hunter S. Thompson en la sublime Miedo y asco en las Vegas (1998), adaptándola a un festival posmoderno que cruzaba el recuerdo del spaghetti western con samplers narrativos de Chinatown (1974). Fue otra interpretación basada fundamentalmente en su voz, pero a años luz de la que realiza en Trascendence. Desde aquí le deseamos a Johnny Depp más Rangos en los próximos años: no arrasará en taquilla, pero está claro que tampoco lo hará con superproducciones sin alma. Y, sinceramente, alguien que ya tiene previsto volver a interpretar a Jack Sparrow en una quinta Piratas del Caribe no necesita preocuparse por su solvencia comercial: mejor seguir siendo un bicho raro.
¿Dónde está ‘este’ Johnny Depp?
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