“No subí sobria a un escenario en años”: el regreso inesperado de Belinda Carlisle, la mujer que redefinió el punk en L.A.
La líder de The Go-Go’s, así como intérprete del exitoso Heaven Is a Place on Earth, editará el próximo año un nuevo EP y una canción junto a Dolly Parton, Debbie Harry, Gloria Estefan y Cyndi Lauper
De adolescente, cuando residía en la ciudad de Thousand Oaks junto a sus seis hermanos, Belinda Carlisle soñaba con viajar alrededor del mundo y un porvenir más próspero que el de sus padres. Criada en un hogar disfuncional, con un padrastro alcohólico que sólo entendía el lenguaje de los puños, lo primero que hizo al cumplir la mayoría de edad fue mudarse al centro de Los Ángeles. Su llegada coincidió con la explosión de la escena punk de California en clubes como Whisky a Go Go, Starwood o The Masque. “Recuerdo que trabajaba de secretaria en el Hilton Hotel Corporation de Century City. Siemp...
De adolescente, cuando residía en la ciudad de Thousand Oaks junto a sus seis hermanos, Belinda Carlisle soñaba con viajar alrededor del mundo y un porvenir más próspero que el de sus padres. Criada en un hogar disfuncional, con un padrastro alcohólico que sólo entendía el lenguaje de los puños, lo primero que hizo al cumplir la mayoría de edad fue mudarse al centro de Los Ángeles. Su llegada coincidió con la explosión de la escena punk de California en clubes como Whisky a Go Go, Starwood o The Masque. “Recuerdo que trabajaba de secretaria en el Hilton Hotel Corporation de Century City. Siempre fui la rara de la oficina. A finales de los setenta, antes de que nadie supiera lo que era el punk rock, tenía que disimular mi pelo verde o morado. Fotocopiando unos papeles para mi jefe, pensé: ‘Voy a ser una estrella del rock un día de estos»’, rememoró en 2021 a la publicación The Eden Magazine.
Si bien en 1977 le dieron la oportunidad de ser la batería de The Germs, a las pocas semanas tuvo que dejarlo debido a la mononucleosis. No sería hasta el año siguiente que, empeñada en cantar y liderar su propia banda, reclutó a las guitarristas Jane Wiedlin y Charlotte Caffey, la bajista Margot Olavarria y la batería Elissa Bello. Así nacieron The Go-Go’s. “La escena punk era genial porque cualquiera podía estar en un grupo y ser terrible, incluidas nosotras. Empezamos de cero. No teníamos ni idea de cómo tocar nuestros instrumentos”, escribió Carlisle en Lips Unsealed, las memorias que editó en 2010. Su ambición y descarada actitud suplieron cualquier carencia técnica.
En el verano de 1979, tan pronto Gina Schock sustituyó a Bello en la batería y ficharon a Gina Canzoneri en calidad de mánager, ocuparon cada noche el escenario del Whisky a Go Go. Poco a poco se ganaron al público de la Costa Oeste. El del Reino Unido no se lo puso tan fácil: en la primavera de 1980, en su primera gira internacional como teloneras de Madness y The Specials, los fans de sendos grupos les dedicó una lluvia de escupitajos. Pese al hostil recibimiento, Canzoneri llegó a un acuerdo con el sello británico Stiff Records para lanzar el sencillo We Got the Beat en Estados Unidos. Al volver a casa descubrieron que, en su ausencia, la canción se había convertido en un pequeño hit.
Después de enfermar de hepatitis A, Olavarria fue reemplazada por la bajista Kathy Valentine. Con el quinteto ya definido, a The Go-Go’s únicamente les faltaba grabar un álbum. Sólo había un problema: ningún gran sello quería apostar por una banda de chicas. “Todas las discográficas decían que no podían contratarnos porque no había habido ningún grupo con una trayectoria demostrada que se pareciera a nosotras. Nos decían: ‘Nos encantáis y vemos que todo el mundo os quiere, pero nunca ha habido un grupo femenino de éxito’. The Runaways eran geniales y tuvieron cierto éxito a nivel de culto, pero ellas no querían ser de culto. Querían ser exitosas.”, comentó Carlisle a Vogue hace un par de años.
Todo cambió cuando Miles Copeland, entonces mánager de The Police y cofundador del sello I.R.S. Records, se interesó por ellas. A principios de 1981 les dio un plazo de tres semanas para registrar su primer LP en Nueva York. No obstante, el plan se dilató porque durante dos meses prefirieron salir de fiesta antes que pisar el estudio de grabación resacosas. Beauty and the Beat, el debut de The Go-Go’s, finalmente llegaría a las tiendas el 8 de julio de 1981, veintitrés días antes de que la MTV pusiera patas arriba la industria musical y emitiera con regularidad el videoclip de Our Lips Are Sealed. Claro está, a medida que aumentaba su popularidad, también les crecían los detractores. Principalmente, entre los puristas del punk. Como Carlisle señaló en Vogue: “Al empezar a dominar nuestros instrumentos, comenzamos a sonar como un grupo de pop. La gente pensaba que éramos unas vendidas porque estábamos teniendo éxito a mayor escala”.
El punto de inflexión, de todos modos, aconteció el 14 de noviembre de 1981. Esa noche, tras pasar prácticamente todo el día encerradas en un camerino bebiendo champán y haciéndose rayas de cocaína, The Go-Go’s actuaron en el programa Saturday Night Live. En las semanas posteriores, para su sorpresa, la gogomania se expandió como un virus. Su fama aumentó hasta tal punto que, el 6 de marzo de 1982, Beauty and the Beat alcanzó el número uno en el Billboard 200 -la lista de discos más vendidos en Estados Unidos-, permaneciendo seis semanas consecutivas en el mismo puesto. Despacharon dos millones de copias y, sin ser conscientes, hicieron historia: hoy en día, continúan siendo la única banda femenina, que escribía y tocaba sus propias canciones, que ha llegado a lo más alto en dicha lista.
Lo que la mayoría desconocía era la otra cara de la moneda. En una reveladora entrevista que concedió a The Guardian en 2021, Carlisle confesó: “Nunca subí a un escenario completamente sobria durante años y años” y que, desde que fundó el quinteto, padecía lo que los psicólogos definen como el síndrome del impostor. El trastorno, al igual que sus adicciones, no hicieron más que agudizarse con el estrellato: “Cuando el álbum de The Go-Go’s llegó al número uno, recuerdo estar sentada en mi cocina, de juerga, pensando: ‘No me lo puedo creer, no me lo merezco’. Tal vez porque sucedió muy rápido. Siempre tenía esa vocecita que me decía: ‘¿Qué estás haciendo?’. Al principio era adicta al ácido. Pero cuando conocí la coca, pensé: ‘Dios mío, cuando tenga dinero, voy a comprar un montón de esto. Y lo hice”. En el mismo medio, en 2017, rememoró un episodio que ayuda a comprender cuánto le superó la situación: “Al empezar a ganar dinero me volví un poco loca. Una vez fui al hipódromo y, a la mañana siguiente, me desperté con un caballo. Había estado bebiendo, drogándome y apostando. En aquel momento me pareció una buena idea”.
Su segundo álbum, Vacation, editado en 1982, tuvo que conformarse con el octavo puesto en el Billboard 200. Aunque la estocada final se produjo en 1984. Después de la publicación del LP Talk Show, el cual fue ninguneado por la crítica y el público, Carlisle y Schock se enemistaron con Caffey, Wiedlin y Valentine porque, al ser las compositoras de los temas, ganaban más dinero. Wiedlin terminó dejando la banda y el resto salieron de gira, pero nada fue lo mismo. En mayo de 1985, coincidiendo con la entrada de Caffey en un centro de desintoxicación para superar su adicción a la heroína, ella y Carlisle decidieron poner punto final a The Go-Go’s. Ninguna de las dos tuvo las agallas de comunicar en persona a Schock o Valentine la noticia.
En cierta medida, Carlisle aparcó los malos hábitos en 1986 al arrancar su carrera en solitario, con el largo Belinda, y contraer matrimonio con el productor de cine Morgan Mason. Pero en 1987, coincidiendo con el éxito mundial del disco Heaven on Earth y, sobre todo, el sencillo Heaven Is a Place on Earth, volvieron a aflorar sus peores demonios. Más allá de la presión añadida que implica convertirse en una estrella del pop, desarrolló un trastorno alimenticio por culpa de los titulares que, desde hacía años, la prensa había dedicado a su aspecto. Tal como aseveró en The Guardian hace un lustro: “Fue horrible. Ahora miro hacia atrás y veo que era normal, fluctuaba de peso y nunca fue un problema. Creo que una de las cosas que la gente adoraba de The Go-Go’s era que éramos chicas normales. Cuando eres tan joven, y siempre se menciona el peso cuando sales en los periódicos, te revuelve la cabeza. Esa fue una de las razones por las que me metí en las drogas.
Actualmente reside en Bangkok junto a su esposo y trabaja en Animal People Alliance: una organización sin ánimo de lucro, con sede en Calcuta, que fundó en 2014 para proteger a animales de la calle desatendidos en la India y Tailandia. En lo que a la música se refiere, The Go-Go’s limaron sus asperezas y, desde 1999, han seguido actuando regularmente. De hecho, semanas más tarde de ser incluidas en el Salón de la Fama del Rock and Roll en 2021, volvieron a pisar el escenario del Whisky a Go Go, el club donde forjaron su leyenda. Pero aún hay más. Este mes, en la revista británica Retro Pop, Carlisle ha anunciado que en primavera lanzará un EP, con el título provisional de Once Upon a Time in California, que supondrá su vuelta al pop veintisiete años después del disco A Woman & a Man. “Es muy raro, porque iba a retirarme. Sólo quería trabajar de vez en cuando y llevar una vida agradable. Entonces mi hijo se encontró con la compositora Diane Warren en un Starbucks y le preguntó: ‘¿Qué está haciendo tu mamá?’. ‘No lo sé’, contestó, y ella soltó: ‘¡Oh, pues llamémosla!’. Ella tiene el lenguaje más obsceno en el negocio y me dijo: ‘Perra, ¿qué estás haciendo? Tengo algunos éxitos para ti’”. En febrero, además del primer adelanto Big Big Love, llegará a las plataformas de streaming el tema que ha grabado con Dolly Parton, Debbie Harry, Gloria Estefan y Cyndi Lauper para la banda sonora de la película 80 for Brady, protagonizada por Jane Fonda y Lily Tomlin. Contra todo pronóstico, 2023 puede ser su gran año