Montserrat Caballé: «Lo más duro de mi carrera fue separarme de mis hijos tantas veces»

Sesenta años de carrera, 90 papeles operísticos y más de 80 discos. Éstas son solo las cifras de la soprano española más importante de todos los tiempos.

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Las mujeres a las que se las nombra con su apellido, como la Caballé, son las que se han ganado a pulso pasar a la historia. Ella es una de las más grandes cantantes líricas internacionales de la segunda mitad del siglo XX, y el 9 de diciembre el Teatro Real de Madrid le rendirá un homenaje. Numerosas sopranos vinculadas con la barcelonesa interpretarán piezas de los triunfos de la diva en la capital.

¿Cómo recibe este homenaje?


No conozco a nadie de los que cantarán, aparte de mi hija, pero será una noche muy especial. He contado las obras que he hecho en M...

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Las mujeres a las que se las nombra con su apellido, como la Caballé, son las que se han ganado a pulso pasar a la historia. Ella es una de las más grandes cantantes líricas internacionales de la segunda mitad del siglo XX, y el 9 de diciembre el Teatro Real de Madrid le rendirá un homenaje. Numerosas sopranos vinculadas con la barcelonesa interpretarán piezas de los triunfos de la diva en la capital.

¿Cómo recibe este homenaje?

No conozco a nadie de los que cantarán, aparte de mi hija, pero será una noche muy especial. He contado las obras que he hecho en Madrid y han sido 23, que son muchas [risas]. Uno se sorprende cuando repasa.

¿Pensó que se dedicaría siempre a la ópera?

Tenía 13 años cuando empecé a trabajar y pude aportar mi granito de arena a mis padres. Era una forma de salir adelante en tiempos difíciles y pensé que con el canto, si me iba bien, podríamos llegar a tener una vida más estable, con menos sufrimientos y angustias por no pagar el alquiler. Con el tiempo, me fui viendo idónea para la ópera. Tenía una vocecita y grandes esperanzas, que no cuesta nada tenerlas, además de esfuerzo para hacerlas realidad. Yo quería ayudar a mejorar la situación tan terrible que vivíamos en casa, como tantos ahora.

¿Tiene una empatía especial con el tema actual de los desahucios?

Siento un pesar muy grande, porque yo sé lo que es que te echen de casa. Estuvimos durmiendo dos noches al aire libre. Lo recuerdo con pena. Pero teníamos a papá que era un hombre muy positivo y nos decía: «Si no nos hubieran sacado del piso no estaríamos en este lugar. Aquí vemos el cielo lleno de estrellas, también salir el sol y el momento en el que empiezan a cantar los pájaros». Él era optimista ante la vida y ésta fue una lección muy buena.

Entonces, ¿cómo se costeó los estudios?

Tuve la suerte de contar con la familia Beltrán Mata, que me subvencionó el Conservatorio. El director dijo que tenía dotes y gracias a ellos pude prepararme.

«El vestuario de Tosca me lo regaló María Callas». En la foto, con Pavarotti en 1978

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¿Qué ha sido lo más sacrificado de su carrera?

Estar separada de mis hijos. Han sido tantos años fuera que lo llevo hundido dentro del alma. En ocasiones, aunque fuera por dos días, cogía un avión donde estuviera y me venía a verlos. Pero el trabajo era de mi agrado, por lo que no era sacrificado. Lo hacía con voluntad y cariño hacia la música.

¿Y conoció a María Callas?

Era generosa, una artista excelente y, sobre todo, una gran amiga. No es como la cuentan. Yo la conocí como mujer y fue una persona que sufrió mucho. No tuvo mucha suerte en la vida. Aunque parezca mentira, era un ser humilde que se acercaba a la música con gran respeto y tenía el don de saber revivir a los personajes. Fue única.

Le obsequió el vestuario completo de Tosca, ¿fue importante para usted?

Lo fue por lo sentimental, por lo que representa. También me regaló los pendientes que ella había llevado en Norma para que yo me los pusiera en el teatro de La Scala de Milán. Me los probé en el ensayo general, pero no los llevé en la función. Me parecía que cometía un sacrilegio hacia la más grande. Ella había sido la mejor Norma de todos los tiempos y yo solo era una persona que intentaba hacerlo bien. ¡Cómo podía llevar sus pendientes!

¿Quién le ha hecho los trajes a lo largo de su carrera?

Tuve una modista de confianza en Barcelona que se llamaba Fefa. Incluso me hizo trajes de escena. Pero no era famosa. Ella estudiaba a la persona y, como yo tenía sobrepeso, me ponía las cosas que más me favorecían. Fefa tenía muy buen gusto. Por eso siempre mis trajes han despertado esa ilusión.

Sus vestidos siempre han brillado sobre las tablas.

¡Es porque hay muchas luces en el escenario, te enfocan y todo brilla! [risas]. Fefa los hacía con una ilusión que parecía que iba a cantar ella.

¿Guardó algunos?

Sí, tengo el de Madame Butterfly, con el que conocí a mi esposo, e infinidad de ellos. Yo no tuve la suerte de poseer una figura estilizada como la de algunos cantantes, y cuando llegaba a los teatros no había trajes de mi talla. Para evitar ese problema, siempre viajaba con los míos. Era más práctico.

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¿Siente que su vida ha sido excepcional?

Sí. Y creo me la han regalado, porque yo solo he cantado con gran amor las músicas que los compositores han escrito.

Después de Freddie Mercury y Vangelis, ¿nadie más la ha tentado para cantar rock?

No. El único que me seduce es el astrofísico Garik Israelian. Vive en Tenerife y me ha enseñado el ruido del universo. Estamos creando la música de las estrellas. Es algo increíble.

No me puedo hacer una idea de lo que es…

¡Yo tampoco! [risas]. Pero está quedando muy bonito.

¿Qué ha sido lo último que le ha sorprendido musicalmente?

Descubrí a la sudafricana Pretty Yende cuando ganó el concurso internacional que lleva mi nombre. Ella es un fenómeno vocal, y no hay tantos a lo largo de una vida. Todo el mundo canta bien y tiene una técnica. Pero cantar bien, como decía María, no es hacer un agudo, es interpretar toda una obra.

Aparte de cantando, ¿con qué disfruta?

Además de con toda mi familia, pintando. He hecho óleos y acuarelas durante toda mi vida. Mi marido tiene los cuadros escondidos, porque no quiere que alguien los vea y se los quite. En Nueva York hice una exposición firmada con un seudónimo, que fue lo que me aconsejaron, y los vendí todos [risas].

¿Cuál ha sido su mejor interpretación?

La de madre. Y no he podido efectuarla como quisiera. Pero he procurado que mis hijos fueran como mis padres, que miraran la vida hacia delante, no con reto, sino con bondad.

¿Canta a diario en casa?

Antes lo hacía para calentar la voz. Ahora, de repente, estoy en la cocina y me doy cuenta de que estoy cantando. Noto que me ayuda y me relaja. Canto poco. En la ducha nunca. Pero cuando viene mi nieta sí lo hago. Es una gran ilusión tener un nieto, porque es volver al momento en el que mis hijos eran pequeños.

¿Le enseñaron imágenes del anuncio de la lotería del año pasado en las que se mofaban de usted?

No. Pero tenían razón (risas). Cogieron las secuencias donde yo ponía cara de susto. Primero pensé que era una broma al ver a Raphael. Pero me lo pidieron por favor, era una cosa social y lo hice. Lo que me gusta muchísimo es el anuncio de la Loteria de este año. Me parece mucho más bonito, humano e inteligente.

*Entrevista publicada el 6 de diciembre de 2014.

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