Así se ha convertido Mayka Merino en la revelación del año en las pasarelas
La modelo nacional con más proyección en todo el mundo se asoma al mañana con tendencias que inventan una nueva silueta.
Se nota que Mayka Merino (de 19 años) es muy joven, porque todavía cuenta su vida por veranos, como lo hacen los niños y los estudiantes. Este lo ha tenido muy ocupado –en cuanto acabó de desfilar en la pasarela 080 de Barcelona viajó a París para cumplir con sus compromisos profesionales en la semana de la alta costura–. Pero el verano pasado fue incluso más ajetreado. «Me quedé sin ir a las playas de Cádiz por viajar a Londres, y al final me cambió la vida», cuenta.
Se marchó a la capital británica con ropa para dos semanas y todavía no ha vuelto. Aunque el trabajo que sí giró su carr...
Se nota que Mayka Merino (de 19 años) es muy joven, porque todavía cuenta su vida por veranos, como lo hacen los niños y los estudiantes. Este lo ha tenido muy ocupado –en cuanto acabó de desfilar en la pasarela 080 de Barcelona viajó a París para cumplir con sus compromisos profesionales en la semana de la alta costura–. Pero el verano pasado fue incluso más ajetreado. «Me quedé sin ir a las playas de Cádiz por viajar a Londres, y al final me cambió la vida», cuenta.
Se marchó a la capital británica con ropa para dos semanas y todavía no ha vuelto. Aunque el trabajo que sí giró su carrera del revés le llegó en Milán, el pasado mes de septiembre. Ashley Brokaw, la directora de casting a la que el diario The New York Times llama «la power player definitiva de la industria de la moda» y la responsable de que en las últimas temporadas las pasarelas se hayan llenado de caras interesantes, de narices bulbosas, de diastemas y de marcas de nacimiento sin corregir, le echó el ojo y la incluyó en el desfile de Prada. Abriendo. «La modelo que arranca en Prada se considera la revelación del año, pero yo esto entonces no lo sabía», dice. Les ocurrió antes a Daria Werbowy, Sasha Pivovarova o Karolina Kurkova. En el backstage, Merino cruzó su mirada con la de la imponente Miuccia y le entró la risa. «Es que estaba nerviosísima, solo quería hacerlo bien». No le dio tiempo ni a avisar por WhatsApp a su familia, que la seguía por streaming desde Jerez de la Frontera. Su padre, funcionario jubilado, es quien le lleva ahora la gestión de los contratos –«No sé por qué tiene una fama rara el mundo de la moda, es como cualquier otro», dice– y también ha aprendido latín en un año. Ahora maneja con soltura nombres como el de J.W. Anderson, otro que también apostó enseguida por Merino, o Proenza Schouler. El dúo la fichó en exclusiva para su primera New York Fashion Week.
Vista de cerca, la modelo no se parece mucho a la criatura ligeramente alienígena de las fotos ni a la maniquí que desfiló para Prada con un traje de chaqueta –«El más bonito de todos, pero me veía muy señora»–, maxipendientes y el flequillo aplastado con gel sobre la frente. Para la pasarela de Carlotaoms, en el 080, le han hecho una trenza de colegiala y de golpe solo recuerda a lo que es, una chica de Jerez que comparte piso en Londres (se ha cansado de las casas de modelos y ahora vive en una colonia española) y que viste «muy sencilla, casi siempre de negro y con mi rollo teen: zapatillas, petos…». En otro tiempo, se tapaba las orejas algo separadas con el pelo. «Pero hoy las valoro. Entiendo que tengo suerte de haber empezado a trabajar ahora que se lleva el estilo weird (rarito) y otros cánones estéticos». Aun así, su modelo preferida y en quien se fija no es, por ejemplo, una Molly Blair, con la que se la compara, sino la nada weird Karlie Kloss: «Me gusta que tenga sus negocios y sea más que una cara bonita».