Margaret Qualley, la actriz que apadrinó Tarantino, se independiza de la sombra de su madre Andie McDowell

Estrena este fin de semana ‘Sueños de una escritora en Nueva York’ y se consolida como una de las actrices del momento.

Margaret QualleyGetty Images

Joanna Rakoff , autora del superventas Mi año con Salinger, se mudó a Nueva York en 1995 dispuesta a comerse el mundo, como todos los que llegan a la Gran Manzana llenos de sueños y ambiciones. Por ejemplo, 15 años más tarde, Sarah Margaret Qualley. La hija de la actriz Andie MacDowell y el modelo, músico y ranchero Paul Qualley también fue de las que un día hicieron su maleta y se fueron a Nueva York siguiendo su sueño. En su caso, fue cambiando de bailarina a modelo y (¿finalmente?) actriz. La escritora y la intérprete tendrían que esperar hasta el rodaje de Sueños de una escritora en Nueva York (que llega a los cines el 4 de junio) para conocerse. Pero Rakoff le tenía el ojo echado a Qualley desde el primer día en que se habló de adaptar a la pantalla su novela superventas sobre una joven escritora que comienza a trabajar en una gran agencia literaria. Buen ojo. El mismo que llevó a Quentin Tarantino a contar con Qualley para Érase una vez en Hollywood o a Spike Jonze a convertirla en la explosiva musa de su anuncio coreografiado para Kenzo o el que ha hecho de ella la última embajadora de Chanel (mientras su madre era la inspiración primaveral de Saint Laurent).

Verla en persona es disfrutar de la belleza de MacDowell, sin la melena rizada, y del melódico acento rural de su padre, todo ello envuelto en una gran dulzura solo rota por sus grandes explosiones de energía. Se ríe mucho, en gran medida de sí misma, una risa que esconde malamente el nerviosismo que sigue sintiendo en público, por muchos consejos que le den su madre o su asistente personal. «He llegado a vomitar de nervios», asegura hablando en pasado. No puede ocultar que es alguien muy emocional, como demuestra en el anuncio del perfume Kenzo World que rodó junto a Jonze. Pero además de las emociones a flor de piel, hay otro detalle que acerca a esta actriz a su último trabajo en Sueños de una escritora en Nueva York. «Aún recuerdo a la perfección mi llegada allí, a los 16 años, una experiencia muy parecida a la de la película, la de una joven que viene de un pueblo llena de sueños y se siente inspirada por la energía de la gran ciudad», rememora. Es cierto que Qualley es parte de Hollywood en lo que a su familia se refiere, pero se crio fuera de la industria, primero en un rancho en Montana, donde nació –»En medio de la nada, una infancia locamente hermosa», recuerda–, y desde los cuatro años hasta que se fue a Nueva York con 16 en Carolina del Norte, donde vivía con su madre y sus dos hermanos, Rainey y Justin, mientras su padre –ya divorciado de MacDowell– se dedicaba a construir casas en Nicaragua.

Fotograma de ‘Sueños de una escritora en Nueva York’

¿Por qué prefirió probar suerte como bailarina y no como actriz?

Me pasaba el día bailando, decidí que era mi pasión y por eso me fui a Nueva York. Pero luego, como que no. El ambiente era demasiado rígido. No me sentía cómoda y por un instante probé a ganarme la vida como modelo. Más bien lo hice para quedarme en Nueva York, porque ser modelo no me pareció un modo de vida sano.

¿Por lo que le contaron sus padres?

No. Ellos estaban más preocupados conmigo cuando quería labrarme una carrera como bailarina porque sabían que era muy difícil. Para mi padre, ser modelo fue genial. Criado en un pueblecito de Wisconsin, que le pagaran por no hacer nada junto a las más guapas y además, poder viajar, fue toda una experiencia. Breve pero extraordinaria. Y mi madre es el mejor ejemplo de que se puede ser famosa y llevar una vida relativamente normal.

Margaret Quealley con su madre, AndieMacDowell.Getty Images

¿Qué la llevó a la interpretación?

El novio con el que vivía en Nueva York, que me llevó a una clase de improvisación. Como buena hija de actores, dedicarme a la interpretación me daba algo de cosa, pero aquello me hizo explotar la cabeza. ¡Tenía que hacer de eso mi trabajo! ¡Era tan divertido! Espero seguirlo haciendo mucho tiempo, porque me encanta. Pero a saber. Quizá algún día me calme y tenga las cosas claras.

El futuro no lo puede tener más claro. Al menos en lo laboral. A diferentes papeles televisivos, incluido el de la hija de Justin Theroux en The Leftovers, siguió su colaboración con Tarantino y Brad Pitt en Érase una vez en Hollywood, película que afianzó su deseo de trabajar con los mejores. «Es de locos porque es…¡Brad Pitt!», dice alterada y con voz de pito como cualquier fan. «Pero es la persona más maja que te puedas cruzar. Un encantito», le describe aún enamorada de la misma forma que se le llena la boca hablando de Sigourney Weaver, su compañera en Sueños de una escritora en Nueva York. «Ella sí que tiene estilo», resume una joven para quien la moda lo es todo. «Si quieres interpretar, empieza siempre por el vestuario. Cambia de ropa o de zapatos y serás una persona nueva», aconseja Qualley. ¿Una frase de su madre? «Mamá es mamá y la escucho siempre, pero sus consejos son de madre: ponte el cinturón, bebe agua…», abrevia las conversaciones de quien ahora además va a convertirse en su compañera de reparto en su próximo trabajo, la serie Maid, para Netflix.

La vida sentimental de Qualley es algo más tumultuosa, especialmente tras esos rumores que la unieron a su amiga Cara Delevingne y su breve relación con Shia LaBeouf, a la que puso fin en cuanto la anterior novia del actor, FKA Twigs, lo acusó de abuso físico y sexual. La actriz de 26 años asegura que la interpretación es todo lo que ama en este momento. «Cómo no enamorarse de algo que haces con gente tan llena de amor y pasión. Y tan divertida», añade mientras sigue acumulando proyectos incluso en tiempos de pandemia. Eso sí, ella dice que se lo está tomando despacito. «Si no me quieren hacer una audición, no me fío. Seguro que la peli es mala. Me tengo que ganar el papel, aunque eso haga que me ponga una vez más de los nervios», resume sobre su técnica Qualley de interpretación, a sabiendas de que siempre le quedará Chanel.

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