Luz Casal: «Antes las cantantes no salían en bragas y sujetador»
La primera roquera española y gran dama de la música comienza la gira internacional de su último disco, Almas gemelas.
La vitalidad que Luz Casal emana en el escenario se queda en calma cuando conversa. Parece mentira que esta voz con la que arrastra sus pensamientos en alto sea la misma que llene el alma de millones de personas desde 1982, con temas como Un año de amor, Piensa en mí o No me importa nada. Premio Nacional de Música, Medalla de las Artes y las Letras de Francia, millones de discos vendidos y protagonista de cientos de miles de bandas sonoras de historias de desamor. Pero a Luz, como a una poetisa, solo le interesa emocionar individualmente. «¿Con qué canción del último disco di...
La vitalidad que Luz Casal emana en el escenario se queda en calma cuando conversa. Parece mentira que esta voz con la que arrastra sus pensamientos en alto sea la misma que llene el alma de millones de personas desde 1982, con temas como Un año de amor, Piensa en mí o No me importa nada. Premio Nacional de Música, Medalla de las Artes y las Letras de Francia, millones de discos vendidos y protagonista de cientos de miles de bandas sonoras de historias de desamor. Pero a Luz, como a una poetisa, solo le interesa emocionar individualmente. «¿Con qué canción del último disco dices que se te ha caído la lágrima?», me pregunta con mucha curiosidad. La niña grande que se asoma cuando ríe a carcajadas se transforma encima del escenario. Ahí crece, madura, transmite. Está a punto de coger un avión rumbo a China para actuar en su gala de año nuevo, el día 19. Después recorrerá Francia [donde la aman], Polonia, Córcega y volverá al Liceo de Barcelona el 20 de marzo.
Entra el estilista Paco Casado y Luz levanta los brazos para abrazarlo. «¡Llevaba más de 15 años sin verlo! Me vistió entera en mi primer disco y me hizo mucha ropa en los ochenta». Lo mira y le cuenta, a un ruborizado Paco, que aún conserva sus prendas: «Una sobrefalda tuya que llevo en la portada de No aguanto más (1983). Piezas así no las puedo regalar».
Entonces, después de más de 30 años de carrera, tendrá un buen armario…
Lo que tengo es un gran almacén [ríe]. He ido atesorando ropa que representaba una época, un disco, y me resulta difícil desprenderme de eso. Si le añades que tengo la misma talla desde hace 30 años se complica todo mucho más.
¿Cómo ha sido su relación con la moda?
Siempre que me he subido a un escenario ha sido vestida con diseñadores españoles. Menos cuando me he puesto la clásica chupa de cuero comprada en un mercadillo de Londres. Me gusta tener contacto con nuestra realidad. Al principio recurría a Paco Casado o a Alvarado. Luego a Juanjo Oliva o David Delfín. Estoy lo más atenta que puedo a la moda por una cuestión de profesionalidad.
Usted se ha quejado cuando la han juzgado por su físico. Decía que no quería enseñar las piernas por miedo a que no la tomaran en serio. Esa afirmación pertenece al pasado, ¿verdad?
Sí [ríe]. Eran otros tiempos. Antes, las cantantes no salían en braguitas y sujetador. Siempre he intentado que la gente tuviera una imagen de mí a través de la música y las letras de mis canciones. Pero llegó un momento en el que pensé que ya estaba bien. Que ponerme una falda no era sinónimo de cambio trascendental ni de transgresión.
Vestido de Max Mara. Zapatos de L. K. Bennett. Pulsera de Óscar de la Renta.
Sergi Pons
¿Hubo algún detonante?
Qué va. No fue por un motivo especial. Pero aún existe ese remanente de tener que destacar en una crítica si una mujer va bien o mal vestida. Hay cantantes que potencian su sexualidad y cuando se habla de ellas se las trata de una determinada manera y en un porcentaje alto por su imagen. Y nos parece una consecuencia normal. En eso sigue habiendo distinción con los hombres.
Las generaciones posteriores a la suya han tenido varios referentes de mujeres roqueras españolas. Pero en sus inicios, ¿había alguna?
No. Mis referentes, por su actitud, eran Janis Joplin y Chrissie Hynde. Aquí no había nada. Pero no lo he echado en falta. No me ha parecido imprescindible en mi vida tener una guía porque sentía la seguridad de la música y sabía cómo enfocarla. De la misma manera que tampoco me he sentido abanderada de nada.
Pero no negará que usted ha sido una precursora como solista roquera…
Eso es algo con lo que naces y que te cuestionan más los otros. Yo empecé muy pronto en la música y ganaba dinero desde muy pequeña. Creo que está tan metido en mi ADN que no me cuestiono nada más.
¿Y qué me dice de mantenerse?
Eso es lo más jodido. Decía Albert Camus que «llegar a conseguir el éxito es fácil pero merecerlo no tanto». Hay que tener mucho tesón. Pero también hay otros elementos a tener en cuenta, porque si la gente no te respeta es complicado transformar una mierda en un ramito de rosas. Tengo la sensación de haber hecho un trabajo impoluto en el que nadie puede meterse ni husmear para sacar porquería. Pero cometes un desliz, dices una frase equivocada, opinas de una manera general que entresacan para generar un titular y la has cagado para siempre. Entonces tienes que remontar como si fueras una cantamañanas. Una ignorante.
¿Por eso ha procurado no mojarse en nada?
Sí. Creo que ya soy lo suficientemente explícita a través de mi trabajo.
¿Ha cambiado el significado de la palabra éxito a lo largo de su vida?
No. Pueden decir que he vendido más de 10 millones de discos, pero el éxito es que haya gente que se emocione con lo que hago. Hay quien sería capaz de adoptarme para el resto de su vida. Me hacen entender que significo algo. Que estoy en el buen camino.
Llegó a Madrid en los ochenta, ¿cómo es posible que no se le incluya en las memorias de la Movida?
Para eso había que ir todos los días a los mismos sitios y con la misma gente. Además, yo era roquera y los roqueros eran setentones, a pesar del exitazo de Leño. Siempre me ha costado formar parte de pandillas por mi carácter. Me crié en una familia apartada de todo. Mis padres y yo solos. Y necesito que haya un cacho de mi vida que no esté controlado por nada. Ni por mí.
¿Es enemiga de la rutina?
Absolutamente. Pero la echo de menos. Porque para trabajar estaría bien tener una buena disciplina: estar en el mismo lugar, levantarme a la misma hora y saber que voy a estar cuatro horas sentada. Pero me dura poco. Los sábados no son mis días reservados para salir e ir a museos [ríe]. El año pasado no estuve ni cuatro meses en España. Mi vida es algo inesperado e indisciplinado a lo que me amoldo. Tengo facilidad para coger la maleta, cambiar de estaciones y no tener melancolías. Yo no echo de menos casi nada.
Vestido de Dolce & Gabbana. Pendientes de Dolce & Gabbana. Anillo de Louis Vuitton.
Sergi Pons
Eso es salirse de algo que está muy de moda ahora llamado ‘zona de confort’…
Bueno, desviándonos de lo estrictamente musical, si eres un amante de la literatura ya estás transgrediendo tu rutina buscando otras experiencias, mundos y maneras de ser. A mí me gusta leer e ir al cine por la capacidad que tengo de transformarme en el personaje de la película. Ser todo el rato yo me resulta pesado [ríe].
El 19 de febrero actuará en la gala del año nuevo chino ante 700 millones de espectadores. ¿Cómo se enfrenta a eso?
Yo siempre canto como si fuera la primera y última oportunidad de mi vida. Si no, me haría un flaco favor. Me da igual si es con miles de luces o dos foquitos, un piano y mi voz.
Estuvo allí hace dos años y debió gustarles para que la invitaran a esta gala…
Di una rueda de prensa de cinco horas y todos los periodistas me preguntaban lo mismo, que cómo empecé en la música. Ellos tienen una información pequeña de quién soy como yo solo conozco una parte ínfima de su cultura. Entonces tengo que engrasar ciertas partes de mi máquina que ya son inservibles. Y empezar como si fuera una desconocida.
Vamos, que China da humildad.
Absolutamente. Porque eres alguien nuevo, inexperto. Ahora, a ver si tengo el valor de cantarles en chino. He ensayado bastante pero se van a reír…
En las redes sociales solo habla de su trabajo y de solidaridad. ¿Es por guardar su intimidad?
Hoy podría sacar tres tuits de la ropa que me he puesto y de la gente del equipo. Pero a mí no me sale natural, me parece frívolo. El tiempo que tengo para escribir, aunque sea en pocos caracteres, lo empleo en mis cosas. No tengo la predisposición a compartir con la gente el 80 % de lo que hago cada día. Pero podría mejorarlo.
¿Cómo?
Acabo de leer el libro de Luis García Montero, Mañana no será lo que Dios quiera. A cada persona que me he encontrado le he dicho que me estaba encantando y han querido comprárselo. Eso sería estupendo compartirlo en las redes diciendo que tiene una prosa tan acojonante que dan ganas de piratear frases, ¡y páginas! (ríe). Es uno de los poetas más grandes y a la gente que me sigue seguro que le gustaría.
¿Cómo se lleva que usted rezume optimismo y sus letras sean tristes?
Bueno, la vida es dura. Cuando cumples 20 años sabes que la felicidad es un instante y que el resto es cargar con una piedra más o menos voluminosa, y un pesar más o menos grande. Pero creo que mis canciones son esperanzadoras.
¿Qué historias le inspiran?
Como cantante, las que tienen… [se lo piensa] dolor no, porque el físico lo conozco bien. El emocional también, y no me gusta usar esa palabra. Prefiero decir que me inspiran los fragmentos de la vida que han tenido complicaciones. Pero siempre con una pequeña puerta entreabierta. No soy una cantante que mueva el culo. Muevo más la parte interna. ¡Pero si he cantado boleros de desamor como si al final fuera feliz! [risas]. Me gusta transmitir que las historias, por duras que sean, siempre tiene consecuencias buenas. Si aprendes una lección con dificultad, eso que tienes a tu favor.
¿Cuál ha sido la lección más importante que ha aprendido en su vida?
Hay dos. La primera es que el tiempo es finito. La segunda, tener confianza en el ser humano a pesar de todo. Siempre hay esperanza para encontrarte con alguien que de manera altruista, aunque sean cinco minutos, te lo da todo.
¿Qué le ha dado el amor y qué le ha quitado?
Recibo amor todos los días de manera insospechada. No me siento una persona frustrada con experiencias dolorosas. He tenido suerte con la gente que me he encontrado y he sentido el amor muy intensamente. No me gusta hablar de los episodios de mi enfermedad. Pero una de las sorpresas más maravillosas que sentí en el primer periodo, donde era todo nuevo, fue ver la cantidad de gente a la que le caía bien. Me ofrecían llevarme a donde fuera. Creo en las personas porque sé que, ante la dificultad, aparece lo mejor de cada uno.