“La vida de las actrices de Hollywood no tiene nada que ver con la nuestra”

Hablamos con Emma Suárez y Bárbara Lennie, protagonistas de Las Furias, sobre cine, feminismo, salarios y cómo es la vida de una actriz en España.

Se conocieron hace casi 10 años, en México, mientras rodaban Todos los días son tuyos. «Emma me abrió las puertas, fue generosa conmigo, me introdujo en este oficio de una manera muy bonita», rememora Bárbara Lennie. Entonces tenía 22 años, su carrera estaba despegando. Ahora atesora un Goya –por Magical Girl– y una temporada plagada de estrenos. «Me parece una de las mejores actrices que hay en estos momentos», dice de ella Emma Suárez, quien vive un gran año, con la posible candidatura de Julieta, de Pedro Almodóvar, a los Oscar. Ese momento dulce ...

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Se conocieron hace casi 10 años, en México, mientras rodaban Todos los días son tuyos. «Emma me abrió las puertas, fue generosa conmigo, me introdujo en este oficio de una manera muy bonita», rememora Bárbara Lennie. Entonces tenía 22 años, su carrera estaba despegando. Ahora atesora un Goya –por Magical Girl– y una temporada plagada de estrenos. «Me parece una de las mejores actrices que hay en estos momentos», dice de ella Emma Suárez, quien vive un gran año, con la posible candidatura de Julieta, de Pedro Almodóvar, a los Oscar. Ese momento dulce que ambas atraviesan las hace volver a coincidir en un rodaje. Y no en uno cualquiera. Forman parte del elenco de Las Furias, un drama coral sobre una familia –los Ponte Alegre– y sus secretos, el debut cinematográfico del director teatral Miguel del Arco.

Tanto Emma como Bárbara han trabajado antes con él. Suárez en Deseo –ahora preparan un nuevo montaje, Refugio, que llegará en abril al teatro María Guerrero de Madrid–, y Lennie en incontables ocasiones. Es su amiga y una de sus actrices recurrentes. «Sé cómo escribe, lo que le gusta, hemos creado juntos muchas veces. Entender el mundo de un director es fundamental», desgrana. Esta vez se han enfrentado a un nuevo lenguaje, a un cambio de medio: «Ha sido bonito poder acompañarle en esta primera experiencia cinematográfica, verle igual de volcado, de ilusionado, pero también con muchas más incógnitas y más perdido que cuando hacemos teatro». Para Suárez, «es un director de actores magnífico, que hace fácil trabajar con él porque te da mucha información sobre los personajes».

Emma llega primero a la sesión y no suelta el teléfono. En dos días viaja a Nueva York para presentar Julieta, de Pedro Almodóvar, en el Spanish Film Festival. Después aparece Bárbara. Una tiene el pelo largo; la otra, corto. Acaban peinadas igual para unas fotografías que juegan a convertirlas en gemelas, en un reflejo de la otra; una rubia, una morena. «Ya es perturbador mirarte al espejo, así que tener a alguien al lado igual que tú… Pero ¿por qué no?», dice Lennie. Los estilismos juegan con los detalles, la artesanía; delicadeza y preciosismo a partes iguales. «Me encantan las mujeres elegantes pero extravagantes, las mezclas. Me parece una expresión artística y estética preciosa», reflexiona Bárbara. «Hay prendas que son auténticas maravillas, aunque a mí me gusta ser discreta, pero es divertido cambiar por un día y jugar. Forma parte de nuestro oficio», apunta Emma.

Bárbara luce cazadora, bermudas, abrigo y botas de GIVENCHY y joyas de BÁRCENA.Félix Valiente

Ese oficio, la industria del cine español, que ella describe como «un trabajo de resistencia total», genera sus prioridades particulares, señalan. Coinciden las dos al afirmar que los actores solo desean trabajar, ni más ni menos. Las reclamaciones de Hollywood –como la igualdad salarial entre hombres y mujeres a la que Patricia Arquette dedicó su discurso al recibir el Oscar por Boyhood y de la que Robin Wright se ha convertido en abanderada tras exigir cobrar lo mismo que su compañero Kevin Spacey en la serie House of Cards– se antojan muy lejanas desde Madrid. «No estoy pendiente de los cachés o de lo que ingresan los compañeros. Creo que aquí nos tenemos que adaptar a las circunstancias, a lo que hay, si queremos trabajar», reflexiona Emma Suárez. Y Bárbara Lennie coincide: «Esa lucha no existe así, abiertamente, en España. Somos un sistema muy diferente, ellos tienen una manera de hablar del dinero y de sus contratos mucho más abierta, es un mercado mucho más poderoso, los contratos son leoninos. Es un mundo tan diferente al nuestro… Pero habrá diferencias salariales, seguramente. Yo no sé cuánto cobra un compañero que podría estar en el mismo estatus que yo. No lo sé, pero creo que me lo empezaré a preguntar».

Tampoco sienten cercanas cruzadas como la de Julia Roberts y Kristen Stewart, que en el pasado Festival de Cannes pisaron descalzas la alfombra roja en protesta por la etiqueta que exige tacones a las intérpretes. «Me parece estupendo que cuenten lo que pasa, que las mujeres tenemos que ir con los tacones, o que critiquen esa cámara para poner los dedos y enseñar las uñas… Pero creo que las preocupaciones de las actrices medias españolas no tienen tanto que ver con las de las actrices medias estadounidenses, porque aquí es muy difícil trabajar, acceder a pruebas, hacer una película… Nuestras realidades no son las mismas», explica Lennie. Y Suárez recalca la idea: «Es otro mundo, nosotros no tenemos una industria tan importante. Aquí lo que queremos es hacer películas; por ese motivo en muchas ocasiones te tienes que adaptar al tipo de producción en el que participas».

Pese a esa distancia que dejan tan patente entre el cine americano y el español, puede que este año Suárez viva la entrega de las estatuillas doradas muy de cerca: Julieta es el filme seleccionado por la Academia de Cine para representar a España en esta edición número 89 de los galardones de Hollywood. Reconoce que está nerviosa, puede que el 26 de febrero pise la mítica alfombra roja de los Oscar junto a Almodóvar. El 24 de enero, cuando se anuncien las candidaturas, saldrá de dudas. «La posibilidad está ahí. Confiemos en que el sueño se convierta en realidad. Sería increíble, pero con Pedro todo es posible», imagina en voz alta, intentando contener la ilusión.

Bárbara, con vestido de tafeta de DELPOZO, pendientes de WEMPE, brazalete de BÁRCENA y zapatos de LIU JO. Emma viste abrigo capa de DELPOZO, pendientes de WEMPE, brazalete de BÁRCENA y zapatos de LIU JO.Félix Valiente

Tocan los vestidos, bromean con sus volúmenes –«¡Parecemos Meninas!», exclaman–, juegan con los flecos, se quitan y ponen tacones. El juego del posado empieza. En un instante, dejan de reír y comentar sus proyectos y viajes; buscan un gesto solemne, profundo, para la foto. De fondo, tapices y brocados, como una puesta en escena teatral, algo que también se cuela en el ambiente de Las Furias. Porque al afrontar su salto de las tablas a la gran pantalla Del Arco no ha querido olvidar su elemento. Ha habido ensayos previos al rodaje; el patriarca de los Ponte Alegre –interpretado por José Sacristán– es un actor con alzhéimer que vive instantes de lucidez en los que declama a Shakespeare; incluso en el lanzamiento de la película –que se presenta en la Semana Internacional de Cine de Valladolid el 22 de octubre y llega a los cines el 11 de noviembre– se ha organizado un guiño a los usos teatrales, con la preventa de entradas antes del estreno.

Fue un rodaje intenso, de solo seis semanas, realizado en gran parte en una casona de Cantabria, entre el bosque y el mar. Para Suárez se trató de toda una exploración: «Confío mucho en Miguel. Él busca hablar de los secretos de las familias, de los conflictos que se generan. Es muy interesante que el cine aborde los dramas personales, que provoque una reflexión».

Bárbara se mete en la piel de Julia, una psicóloga argentina, la asistente de Marga Alegre (Mercedes Sampietro), la madre del clan: «Aunque no uso el acento en mi vida diaria, no me cuesta cambiarlo. Mi madre es psicoanalista y es argentina, es un mundo en el que he crecido. Yo he hecho terapia y la hago siempre que la necesito». Emma es Ana, la tranquila eterna novia de Héctor (Gonzalo de Castro), el primogénito. La suya es una historia con recorrido: «Habíamos trabajado juntos en Deseo, por lo que ese matrimonio que interpretamos ya tenía un pasado. Cuando conoces a un actor no es lo mismo que si trabajas con él por primera vez, existen un código y una química previos». En una familia que es carne de drama, llena de referencias literarias, los personajes de Lennie y Suárez son el contrapunto, conectan con la realidad. «No tienen lazos sanguíneos con la familia, son las espectadoras», indica Emma. «Mi personaje mira desde fuera el mundo Ponte Alegre con ironía, intenta poner espacio con el resto. El humor requiere de distancia, relativizar a través de la ironía», apunta Bárbara.

Emma lleva camisa, falda y abrigo de DRIES VAN NOTEN y joyas de ANSORENA.Félix Valiente

Para entender el trasfondo de la película hay que tirar de mitología griega. En ella, Tisífone, Alecto y Megera son las Furias, nacidas de la sangre de Urano cuando Gea le da una hoz a Cronos para que corte los testículos de su padre. Tienen cabeza de perro, alas de murciélago y serpientes en lugar de cabello. Esquilo y Sófocles las mencionan. «Cuando alguien hace algo contra la familia se introducen en su mente como un veneno, por eso hay que tener mucho cuidado con lo que uno hace con los suyos, nunca sale gratis», subraya el personaje de José Sacristán al inicio de la película. «Está llena de referencias al mundo clásico, las sagas, habla de cómo influye esa vida de la ficción en la real. Y tiene un tono que no es el estrictamente realista ni cotidiano, elevado en una atmósfera sobrenatural, de las energías que giran en torno a la familia, de esas furias que los observan», resume Lennie, quien tiene en el horizonte rodar en Argentina y el estreno de María (y los demás) y Contratiempo.

Extrapola esa situación incierta del clan Ponte Alegre a las familias políticas españolas: «Parece que las Furias están actuando ahí a saco… Pensar que las cosas pueden ser no solo diferentes sino mejores es fundamental, porque si no uno pierde la esperanza. Pero lo observo con cierta desconfianza y escepticismo, porque tampoco siento que se estén generando muchas cosas que me interesen, estoy decepcionada». Suárez añade: «La incertidumbre que vivimos no solamente afecta a la cultura. Se extiende a la educación, a la sanidad, a los trabajadores… Es un momento de decepción, porque no se encuentra la salida. Ni al diálogo entre los políticos ni a resolver los temas importantes de este país». «Estamos todos desconcertados», reconoce Lennie. «Yo escuché una vez decir a Pilar Miró que el poder corrompe… Y quizá ella tuviera razón», remata Suárez.

Lejos del juego de tronos del panorama político, pero sin dejar de abordar sus repercusiones en la vida cotidiana –el desempleo, la dependencia–, la película se centra en las relaciones. No hay miedo al abordar temas que pueden parecer tabú, como la relación entre una mujer mayor y otra joven. «El cine es el espejo de la vida muchas veces, y en ocasiones las películas no lo son; hacemos historias demasiado correctas o higiénicas. En esta, Miguel no ha tenido ningún temor a que pase todo lo contrario», subraya Lennie, en una reivindicación del riesgo.

Bergman, Visconti, Kazan, Welles o Fernán Gómez han sido los maestros a los que se ha encomendado el director, «hombres de cine con trayectos de ida y vuelta por encima de ridículos prejuicios sobre ambas disciplinas», explica el autor. Hay que dejar esas ideas preconcebidas de lado, opina Suárez: «Las Furias es la demostración de que el cine es casi un acto de fe». Ahora estrena también La próxima piel y Falling, y se prepara para rodar en México. Parece que hay buenos papeles cumplidos los 50. «No me quejo. Este año he hecho cuatro películas. Siempre estoy trabajando». Lennie encuentra nuevos desafíos en el teatro «gracias a iniciativas que son absolutamente privadas, sin dinero público. Es muy triste cómo se están manejando las cosas desde las instituciones».

Sin Tisífone, Alecto y Megera al acecho, Emma y Bárbara reparan en un detalle de Las Furias, el del gran intérprete desmemoriado que solo recuerda, de vez en cuando, un verso. Comparten una conclusión: «Perder la memoria es la peor pesadilla de todos los actores».

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