Kate Beckinsale, la reina indiscutible de la acción
La mala del nuevo Desafío total confiesa que le divierte la alfombra roja. Sobre todo, las meteduras de pata de vestuario. De los demás, por supuesto.
Subida a unos interminables tacones de aguja de Louboutin y espléndida en un vestido de lamé dorado de Jenni Kayne, Kate Beckinsale parece una estrella del viejo Hollywood. Un glamour de antes que recuerda a Rita Hayworth, a la que tanto admira, o a Ava Gardner, a quien devolvió a la vida en El aviador de Martin Scorsese. «Tampoco es que vaya así vestida a todas partes. Si me pillas en casa un día cualquiera seguro que llevo la misma ropa que me he puesto para ir a yoga. Solo me arreglo cuando salgo», sentencia. Pero reconoce que le va más esa fascinación un poco retro que ...
Subida a unos interminables tacones de aguja de Louboutin y espléndida en un vestido de lamé dorado de Jenni Kayne, Kate Beckinsale parece una estrella del viejo Hollywood. Un glamour de antes que recuerda a Rita Hayworth, a la que tanto admira, o a Ava Gardner, a quien devolvió a la vida en El aviador de Martin Scorsese. «Tampoco es que vaya así vestida a todas partes. Si me pillas en casa un día cualquiera seguro que llevo la misma ropa que me he puesto para ir a yoga. Solo me arreglo cuando salgo», sentencia. Pero reconoce que le va más esa fascinación un poco retro que la cruda realidad. «Las imágenes de actrices preciosas con vestidos maravillosos son reconfortantes; mucho más que esas instantáneas de alguien metiéndose el dedo en la nariz o enseñando las bragas que tanto gustan a los paparazis», añade con cierto resquemor.
Kate Beckinsale es belleza elegante pero también energía en movimiento: emana la sensualidad agresiva de Sharon Stone en Instinto Básico (1992) o Desafío total (1990). Y así se cierra el círculo. Acaba de estrenar en España la nueva versión de esta última cinta, en la que se ha apropiado, precisamente, del que fuera el papel de Stone: la mala de la película. La suya es una carrera de acción casi de manual, con papeles como este o el de la heroína de la taquillera saga Underworld (2003), que la mantienen en plena forma. «Lo más gracioso es que, al principio, acepté este tipo de personajes como un reto, como un experimento para ver si era capaz de hacerlo. Y ahora nadie me imagina en otra cosa que no sea salir pegando tiros», bromea.
Británica e hija de actores (el cómico Richard Beckinsale y la actriz Judy Loe), estudió Literatura francesa y rusa en Oxford y batalló con problemas de anorexia en su adolescencia antes de encontrar en la interpretación su universo. Un mundo que compartió con el también actor galés Michael Sheen, padre de su hija, Lily Mo Sheen. Hasta que se enamoró del realizador Len Wiseman. Lo conoció durante el rodaje del primer Underworld, película en la que, curiosamente, compartía reparto con Sheen. Se casaron en 2004 y ahora ha vuelto a ponerse a sus órdenes en Desafío total. «Conocí a Len primero como mi director y luego como mi marido, así que mi relación personal no cambia la laboral. En todo caso, mejora la vida familiar porque, en este negocio, pasas largas temporadas lejos de los tuyos y una película en común me parece una buena excusa para pasar más tiempo juntos», añade.
Por mucho que le interese su carrera, a Beckinsale le preocupa mucho más su hogar, que comparte con su familia, sus dos perros «y un gato bastante gruñón». Su hija, una preadolescente «cansada de que sus compañeros de colegio le repitan lo que mola su madre en Underworld», lo es todo para ella. Una razón más que suficiente para que Beckinsale diga que no a las obligaciones diarias de una obra de teatro o a los rodajes en lugares exóticos. «Yo soy la madre que los mantiene a todos a raya y Len, el padrazo capaz de sacar adelante una película de 138 millones de dólares pero que no recuerda que los rábanos le dan alergia», bromea.
La de Beckinsale es una vida tranquila donde la ropa está muy presente. Amante confesa de firmas como Balmain, Elie Saab, Marchesa o McQueen, asegura: «El hecho de poder jugar con la moda es uno de los aspectos más entretenidos de este negocio». Para la actriz, un gran estreno o una ceremonia de entrega de premios es casi como una boda. «En la alfombra roja te sientes como la novia: todos están pendientes de ti, te ayudan a prepararte, son todo atenciones… Lo que empiezo a echar de menos es la diversión. Ahora todo el mundo se lo toma tan en serio que nadie se equivoca al elegir el vestido; ya no se ven esos errores garrafales con los que nos reíamos tanto antes», apunta risueña.
Enamorada desde niña de los personajes de Enid Blyton, creció pensando que de mayor sería escritora. La vida la llevó por otros caminos, pero conserva muy vivo su amor por los libros. Y se ha empeñado en transmitírselo no solo a su hija, sino a muchos niños más a través de la campaña Share the Joy of Reading (Comparte la alegría de leer), de la que es embajadora. «Es una afición mucho más sana que mirar una pantalla», sentencia en contra de su propia profesión. Y es que a tan solo un año de cruzar la barrera de los 40, Kate Beckinsale contempla su carrera con mucho sentido del humor. «El otro día me preguntaron si no me gustaría empezar a recibir papeles como el de Maggie Smith en Downton Abbey. Todavía no sé muy bien cómo tomármelo», concluye.