Jon Sistiaga: «Estoy abierto a todo: desde una falda escocesa a la capa española»

Ruanda, Kosovo, Afganistán o Irak. Es el reportero con mayúsculas. Dice que hace seis años que no se pone una corbata, pero reconoce que le gusta la ropa y que ir de compras no le molesta en absoluto.

Se pasa la vida viajando, y la mayor parte de las veces a lugares poco convencionales. Ha trabajado como corresponsal en todos los conflictos internacionales que hemos vivido durante los últimos tiempos. Pero ¿qué hay dentro de la maleta de un enviado especial a una zona en guerra? Ropa muy cómoda: tejanos, camisas lisas, camisetas de un solo color, una chaqueta por si surge la posibilidad de realizar una entrevista más formal… y todo en cantidad, ya que lo normal es no tener muchas facilidades para hacer la colada.

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Se pasa la vida viajando, y la mayor parte de las veces a lugares poco convencionales. Ha trabajado como corresponsal en todos los conflictos internacionales que hemos vivido durante los últimos tiempos. Pero ¿qué hay dentro de la maleta de un enviado especial a una zona en guerra? Ropa muy cómoda: tejanos, camisas lisas, camisetas de un solo color, una chaqueta por si surge la posibilidad de realizar una entrevista más formal… y todo en cantidad, ya que lo normal es no tener muchas facilidades para hacer la colada.

¿Cómo se las arregla usted cuando le pierden la maleta? No suele ir a lugares donde haya grandes almacenes…

Pues es un número, y me ha pasado varias veces. En Tailandia, en Macedonia… Recuerdo una vez que tuve que ir a comprar gayumbos a un puesto callejero en Kigali, la capital de Ruanda. Vas a este tipo de sitios donde lo habitual es no poder elegir ni siquiera la talla. En una ocasión me compré unas camisetas que luego solo podía usar como pijama.

¿En qué momento ha pasado más tiempo sin poder cambiarse de ropa?

Durante la guerra de Kosovo me retuvieron los serbios y pasé seis días con la misma indumentaria. En una situación de estrés, pasando interrogatorios y recibiendo golpes, puedes imaginarte cómo estaba cuando me la quité.

¿La conserva?

No. La verdad es que no soy una persona de guardar recuerdos relacionados con ese tipo de momentos. Nunca se me ocurrió almacenar camisas manchadas de sangre, o un cinturón que salvó una vida.

Espere… ¿Nos puede explicar cómo se puede salvar una vida con un cinturón?

Yo lo he usado en dos ocasiones para hacer torniquetes a heridos, y otra vez fue decisivo para cruzar un río en el que habíamos atado una cuerda de orilla a orilla. El cinturón es muy útil en mi trabajo. De hecho, es donde escondo el dinero.

¿Le gusta la ropa?

Sí, y también ir de compras, sobre todo en la época de rebajas, cuando encuentras todo más barato.

¿Tiene marcas favoritas?

Me encantan las prendas de la marca Scotch, que son bonitas y cómodas, y las botas Panama Jack. Y hace tiempo que colaboro en un proyecto con las camisetas Kukuxumusu.

Cuénteme eso…

Cada vez que hago un reportaje, diseñamos una camiseta alusiva al tema. Luego se venden por Internet y lo obtenido va destinado a una ONG. Acabamos de sacar una con mi último trabajo sobre Chernóbil que se emitió hace unas semanas en el programa Reportajes Canal+. 

¿Qué hace con la ropa que deja de usar?

La regalo. La verdad es que tengo bastantes cosas, y de vez en cuando reorganizo mi armario y doy todo lo que ya no uso.

Nunca se pondría...

Un sombrero, porque me quedan realmente mal. Por lo demás, estoy abierto a cualquier cosa, desde una falda escocesa a la capa española.

¿Y las corbatas?

Pues hace como seis años que no me pon go ninguna. En otra época sí que tuve que usarlas, pero en el trabajo que hago ahora no son necesarias. Y me alegro, porque es una prenda que no me gusta demasiado.

¿Qué es lo más raro que se ha traído de un viaje?

En mi primer trabajo en Afganistán compré un burka. Lo tengo guardado, pero no he vuelto a verlo. Me da mal rollo.