Irina Lazareanu: «Pete Doherty y yo hemos cambiado de la misma forma. Antes era siempre todo o nada»
La modelo vivió ese momento en que los rockeros londinenses, los diseñadores parisinos y los ‘disc jockeys’ neoyorquinos descubrieron que podían ser socios. Fue a principios de los 2000, cuando ella era musa de Lagerfeld y no quería ni pensar en su pasado como refugiada.
Irina Lazareanu (Transilvania, 39 años) fue una de esas chicas prodigio (que a principio de los años 2000 se llamaron it-girls) que conseguía estar a la vez desfilando para los diseñadores más prestigiosos (fue favorita de Karl Lagerfeld), copando portadas (ha protagonizado más de 100) y estar siempre en las fiestas más sofisticadas acompañada de la gente más divertida (Kate Moss y Pete Doherty eran sus mejores amigos). Hasta que en 2014 decidió abandonar las pasarelas para nunca volver. En los últimos años ha reflexionado sobre la velocidad con la que vivía y se ha parado a pensar en s...
Irina Lazareanu (Transilvania, 39 años) fue una de esas chicas prodigio (que a principio de los años 2000 se llamaron it-girls) que conseguía estar a la vez desfilando para los diseñadores más prestigiosos (fue favorita de Karl Lagerfeld), copando portadas (ha protagonizado más de 100) y estar siempre en las fiestas más sofisticadas acompañada de la gente más divertida (Kate Moss y Pete Doherty eran sus mejores amigos). Hasta que en 2014 decidió abandonar las pasarelas para nunca volver. En los últimos años ha reflexionado sobre la velocidad con la que vivía y se ha parado a pensar en su infancia, que no fue precisamente fácil: sus padres se vieron obligados a abandonar su país, Rumanía, por su oposición al régimen de Ceaușescu y durante un tiempo, vivió en un campo de refugiados con ellos. Cuenta sus dos vidas en unas memorias que acaba de lanzar tituladas Runway Bird (Flammarion). La mitad de los beneficios de sus ventas irán destinadas al Ukranian Peace Fund.
Tenía usted seis años cuando tuvo que abandonar Rumanía con sus padres para vivir provisionalmente un campo de ciudadanos antes de mudarse a Canadá. ¿Aquel vuelo que tomó para dejar atrás a sus abuelos y unirse a sus padres en Austria, ¿fue el primero de su vida?
Había tomado alguno anteriormente para ir con mis padres a Bucarest pero el primero que recuerdo ese, sí, y jamás lo olvidaré. Sentí tantísimas emociones encontradas. Por un lado la de dejar atrás a la gente que me había querido, que se había hecho cargo de mí y que había luchado para que pudiese reencontrarme con mis padres, como mis abuelos, a dos de los cuales no volví a ver jamás; recuerdo que, incluso siendo tan pequeña, había algo que me decía que no iba a volver a verles y estaba destrozada por eso, pero al mismo tiempo estaba muy emocionada y muy contenta de volver a mis padres después de diez meses. Recuerdo subirme a las escaleras mecánicas y ver que mis abuelos estaban todos llorando y recuerdo pensar que yo no podía permitirme ese lujo, que tenía que se fuerte porque les iba a destrozar verme a mí llorar también. Así que aguanté el llanto hasta que les perdí de vista.
Ese tipo de experiencias tan difíciles, ¿fueron una especie de entrenamiento para lo que su vida iba a ser luego, cuando se convirtió en modelo?
Tuvieron su aspecto positivo y su aspecto negativo. Obviamente haber pasado por un campo de refugiados y por todo lo que pasamos supone un cierto grado de trauma del que solo he empezado a ser consciente y a reponerme mucho más adelante en la vida. De hecho he empezado a comprender cosas en los últimos dos años. Hay sensaciones, como el miedo a que te desplacen, la inseguridad de no saber lo que va a pasar, no estar segura de qué vas a comer, que se quedan contigo para siempre. Pero al mismo tiempo, creo que cuando eres un migrante, no tienes un único hogar e incluso si regresas al lugar del que saliste, no sientes que pertenezcas, porque el lugar ha cambiado mucho y tú también, de manera que te quedas como en un libro. Cuando empecé a ser modelo y viajaba de país en país, me sentía una ciudadana y me daba cuenta de que podía sentirme bien y hacer hogar prácticamente en cualquier sitio. Creo que en ese aspecto me ayudó. También creces muy rápido y tienes una fortaleza que la mayoría de la gente a esas edades no tiene. Así que bueno, me hizo fuerte, también, de alguna manera.
¿Está agradecida a la industria de la moda por haberla captado tan joven o a veces también hay resentimiento?
No hay resentimiento en absoluto. Aunque fuese muy joven, para mí la moda fue casi como una carrera universitaria porque vi trabajar en directo a Steven Meisel, con su increíble equipo de Vogue Italia, o a Nicolas Ghesquière, quien desarrolló colecciones completas para Balenciaga sobre mi cuerpo. Dicho esto, la industria de la moda hace 20 años era muchísimo más bestia que ahora y me gusta mucho que todos los problemas que pue- dan tener las chicas, tanto adicciones, como depresión o desórdenes alimenticios, se puedan abordar. Nosotras no podíamos. Simplemente había que tirar, tirar y tirar. En el libro de hecho explico cómo eran las semanas de la moda: trabajábamos de ciudad en ciudad, de diseñador en diseñador, muchas veces sin dormir, haciendo 70, 80 o 90 desfiles por temporada hasta que alcanzábamos un punto de cansancio que nos derrumbábamos.
Hay algo muy característico de su carrera y de su personaje público y es que era capaz de mezclarse con la misma soltura con gente como Karl Lagerfeld o Pete Doherty [con quien llegó a estar comprometida]
Pues es curioso, porque creo que por mi pasado como refugiada, nunca llegué a sentir que estuviese en el lugar que merecía, ni que fuese digna de las oportunidades que se me daban, ni que pertenecía de verdad a ese ambiente. Creo que siempre estaba haciendo bromas, sonriendo, siendo extravagante, siempre tan a tope, para ocultar que dentro de mí había una niña aterrada e increíblemente insegura que sentía que iba subida a un coche a toda velocidad que no se podía parar. Siempre pensaba: tengo que seguir, tengo que continuar trabajando, si paras, todo se vendrá abajo. ¿Qué vieron en mí? Pues no lo sé. Creo que estaba en el lugar adecuado en el momento adecuado. Fueron muchas circunstancias. Que conociera a Pete Doherty siendo tan joven, que hiciéramos música juntos justo en el momento de la explosión de su escena, que conociera a Kate Moss y ella me empujara a hacer más desfiles… y el hecho de que a Karl le gustara y me hiciera un contrato en Chanel. Fueron muchos elementos en un momento, el cambio de siglo, en que entré a formar parte de una comunidad cultural efervescente donde estaba toda esa gente.
¿Y cuál cree que fue el pegamento que les unió?
Fuimos la última generación antes de los iPhones, de las redes sociales, de Netflix y de Amazon. Teníamos un sentido de la comunidad muy fuerte porque éramos músicos, actrices, poetas, músicos y diseñadores que se juntaban en persona en bares, de Londres a Nueva York, a intercambiar ideas. Siempre se podíamos acabar en casa de alguien, componiendo una canción o en una gira. No pasábamos un papel y poníamos nuestras ideas. Había un tipo de energía entre nosotros que solo se da cuando la gente está presente.
Me interesa mucho esa comunidad, donde las amistades parecían tan importantes. ¿Cómo han evolucionado esas amistades?
Todas y cada una de las personas del libro han revisado primeros, segundos y hasta terceros borradores. He sido muy transparente. Por supuesto que no tengo la misma relación con Kate Moss ahora mismo que entonces. De hecho, ahora es mucho mejor, porque es más tranquila, mucho más pacífica y tenemos veinte años de experiencias vitales a nuestras espaldas. Las dos somos madres. Ella es una empresaria admirable. Sigo admirándola como hace veinte años pero ya no estamos de gira con una banda de rock.
¿Y qué hay de Pete? ¿Tienen una relación normal?
Absolutamente. No le he visto desde que empezó la pandemia pero solíamos salir cuando yo vivía en París. También ha cambiado muchísimo. Se casó este año, vive en el campo francés, ha tenido un hijo y a veces hablamos por FaceTime. Creo que se han producido los mismo cambios para los dos: somos capaces de estar tranquilos. Antes era siempre un todo o nada.
¿Qué ciudad del mundo es le ha hecho sentir más en casa?
Mi favorita siempre ha sido París. Cuando llegué allí hace veinte años amaba la poesía y el romance que alberga. Me echaba a caminar por las calles sin rumbo y me ponía a soñar con cómo habría sido doscientos años atrás…
¿Y qué hay de Canadá?
Yo me siento muy agradecida a Canadá. Nací en Rumanía, pero mi identidad es canadiense. El sentido del humor, la amabilidad, el sentido de la comunidad. Estoy muy orgullosa de cómo nos recibió este país a mí y a mis padres.
¿Cómo va a hacer que se mantenga en contacto con la cultura rumana?
Pasa muchísimo tiempo con sus abuelos, que le hablan rumano y yo también se lo hablo, aunque con acento. Cuando todo se calme, tengo muchísimas ganas de llevarle a la granja de sus bisabuelos y que vea el lugar donde nació su madre. Ahora mismo no es un buen momento. La gente tiene miedo y también sienten que ya han visto esto antes. Todos los países que estuvieron bajo la influencia soviética hasta la caída del muro saben lo que son la tortura, la falta de libertad, la desinformación y el intento de controlar todo lo que venga de otros paíes. Es exactamente el mismo viejo manual, mis padres lo recuerdan muy bien. La gente de una cierta edad en todo el Este de Europa lo recuerda perfectamente pero para mí ha sido una verdadera sorpresa. Ni en un millón de años pensé que volveríamos a esto.
¿Y por qué cree que la gente de la moda, una industria que se considera tan frívola, tiene la obligación de posicionarse, como lo hace usted?
Es que no importa en qué trabajes. No hay zonas grises en esto. Es el bien contra el mal. Tan simple como eso. Es un demente que ha decidido acabar con Ucrania delante de nuestros ojos. Todas las voces que se levanten contra esta atrocidad son útiles. Y cuanta más gente lo digamos, mejor.
* Estilismo: Bernat Buscato. Modelo: Irina Lazareanu (Elite Model). Maquillaje: Virginia Young (The Wall Group). Peluquería: Gonn Kinoshita (The Wall Group). Asistente de fotografía: Ricky Jackson. Asistente de estilismo: Thomas Sit.