Heidi Klum, la máquina alemana
Sexy, y apta para todos los públicos, Heidi Klum es una marca capaz de generar múltiples (y muy lucrativos) contratos dentro y fuera de la industria de la moda.
Perfección germánica. Ésa es la imagen que vende Heidi Klum (1973, Bergisch-Gladbach, Alemania). Incluso cuando se pasea por el estudio londinense del fotógrafo Rankin con los rulos puestos y charla con el cocinero, quien le acaba de preparar una crema de champiñones. El ambiente es distendido y el equipo se muestra relajado. Pero nadie está aquí por diversión. Esta producción forma parte de su agenda de negocios; y Klum, modelo-empresaria por excelencia, lo entiende mejor que cualquiera. En el momento en el que empieza la sesión de fotos, la top saca su faceta más eficiente. Frente...
Perfección germánica. Ésa es la imagen que vende Heidi Klum (1973, Bergisch-Gladbach, Alemania). Incluso cuando se pasea por el estudio londinense del fotógrafo Rankin con los rulos puestos y charla con el cocinero, quien le acaba de preparar una crema de champiñones. El ambiente es distendido y el equipo se muestra relajado. Pero nadie está aquí por diversión. Esta producción forma parte de su agenda de negocios; y Klum, modelo-empresaria por excelencia, lo entiende mejor que cualquiera. En el momento en el que empieza la sesión de fotos, la top saca su faceta más eficiente. Frente al objetivo, trabaja rápido y regala una larga serie de sonrisas pluscuamperfectas. Dicen de ella que pelea con uñas y dientes los contratos hasta hacer ceder al ejecutivo más avezado; y en acción es posible comprobar esa disposición férrea que yace bajo su expresión luminosa. Esta madre de cuatro hijos funciona como una auténtica máquina de producir arcoíris.
Heidi Klum nunca ha encajado en los parámetros de la alta moda. Iba para diseñadora, hasta que su mejor amiga la convenció para apuntarse a un concurso de modelos. Se estrenó como maniquí de catálogos, una vertiente profesional que le duró poco, pero que le sirvió para afilar su olfato comercial. En 1998 protagonizó una sensual portada para Sports Illustrated, presumiendo de busto, y todo le vino rodado. Triunfó sin pasar por las pasarelas internacionales ni estar al filo de la tendencia. No es una de esas modelos que prefieren salir interesantes a verse guapas. «Rankin hace fotos preciosas, algo que valoro. Por alguna razón que se me escapa, los fotógrafos de hoy no quieren sacar lo mejor de ti», sentencia con su voz aniñada y un ligero acento alemán.
Vestido de seda con aplicaciones metálicas de Emilio Pucci (c. p. v.); y pendientes de oro amarillo con ónix (3.750 €) y sortija de oro amarillo con topacio azul y diamantes (7.100 €), todo de Carrera y Carrera.
Rankin
En una de sus salidas de colmillo retorcido, Karl Lagerfeld dijo que no entendía por qué Klum era maniquí. La respuesta es, simple y llanamente, porque vende como nadie. Su imagen sana y sin aristas le proporciona un mayor tirón en el centro comercial que en la milla de oro, algo que Klum ha sabido convertir en una marca muy rentable. En 2011 consiguió unos beneficios de 20 millones de dólares (unos 15 millones de euros); una suma que la coronó como la segunda top mejor pagada, después de Gisele Bündchen. La única razón por la que la supermodelo alemana no figura en la lista Forbes de las maniquís más ricas es porque sus labores como presentadora y empresaria la apartan del resto de sus compañeras. Ella percibe la mayor parte de sus ingresos a través de sus múltiples líneas de ropa, joyas, perfumes, colecciones premamá y sandalias Birkenstock, además de lucrativos contratos publicitarios con gigantes como McDonald’s, H&M, Coca-Cola Light o Volkswagen. Sexy, pero apta para todos los públicos, ha pasado de desfilar para Victoria’s Secret a promocionar una Barbie hecha a su imagen y semejanza.
Ni sus problemas sobre la paternidad de Flavio Briatore, padre biológico de su hija mayor, ni el divorcio del cantante Seal en 2012, tras ocho años de matrimonio, la han distraído de su bien trazado camino. Su cuenta de Instagram es testimonio de su determinación. Publica fotos de su nuevo y jovencísimo novio, Vito Schnabel (hijo del artista Julian Schnabel), o de sus vacaciones, pero nunca se olvida de promocionar sus colaboraciones o Project Runway, el programa de televisión que presenta en Estados Unidos.
«Más mujer de negocios que modelo», eso dijo de usted la revista Forbes. ¿Está de acuerdo?
Es un agradable cumplido. Me involucro en los proyectos que me importan y espero que se note.
¿Se considera una de las tops pioneras en identificar (y rentabilizar) las posibilidades empresariales de esta profesión?
Para nada. Kathy Ireland fue una de las primeras. Cindy Crawford, Tyra Banks, Elle Macpherson… Todas montaron negocios mucho antes que yo.
Collar Lilas de oro blanco y brillantes de Boucheron (c. p. v.).
Rankin
¿Cómo llegó a la conclusión de que tenía que hacer algo más que posar ante una cámara?
Al principio, intenté seguir el camino tradicional, pero en esos ambientes no me querían. No era lo suficientemente delgada; tenía un cuerpo sexy, con curvas. El rechazo me hizo cambiar de actitud y pensar en soluciones. Mi agencia de entonces no lo entendió, así que desconecté y me dediqué a lo mío. Empecé con un perfume en Alemania, mucho antes de que Coty sacase una fragancia. Lo demás vino poco a poco.
En Astor, la marca de cosméticos de la que es embajadora, aseguran que usted también aporta ideas sobre nuevos productos, como un perfilador para la mirada cansada o colores para que los labios se vean más carnosos. ¿De dónde nace este interés?
Es un campo que me fascina desde niña. Mi madre era peluquera y mi padre trabajaba en una empresa de perfumería; así que he experimentado con el maquillaje desde muy jovencita. Ahora hago lo mismo para Astor: desarrollo nuevas ideas, identifico tendencias e incluso colaboro con el equipo de dirección de publicidad. El objetivo es diseñar productos divertidos que las mujeres quieran llevar.
¿Es cierto que Tyra Banks le recomendó que se buscase un contable?
No es que me lo sugiriese, es que trabajábamos mucho juntas y le hacía un montón de preguntas porque ella tenía más experiencia. Por aquel entonces yo llevaba mis cuentas: iba a la papelería, compraba unas hojas enormes de contabilidad, anotaba todos los gastos (taxis, ropa, almuerzos…) y guardaba los recibos en una carpeta. Mis padres me educaron para que supiera encargarme personalmente de estas cosas y, al tener que viajar tanto –y desde tan joven–, tuve que aprender a manejar dinero y espabilarme para no gastármelo todo.
Vestido de Dsquared2 (981 €), pulsera Scroll de diamantes sobre oro rosa de Tiffany & Co. (c. p. v.).
Rankin
Veinte años de carrera y sin echar el freno, ¿cómo lo hace?
La clave está en desprenderse de lo negativo y saber recomponerse ante las adversidades. Si te gusta lo que haces y eres feliz, no importa lo que los demás piensen de ti. Esa actitud me ha llevado lejos.
¿Se ha sentido especialmente criticada?
Soy una persona muy honesta y eso no me ha favorecido. Pero, al final, las críticas me han hecho más fuerte. La edad también ayuda. Además, tengo una base sólida gracias a mis padres. Voy de vacaciones con ellos y les visito a menudo. Somos una familia muy unida.
Tiene cuatro hijos. ¿Le preocupa que crezcan en un ambiente muy diferente al de su infancia?
Leni y Lou no sueñan con ser modelos o actrices. Hacen cosas de niñas. Mis hijos me han acompañado a sesiones de fotos, pero, después de una hora viéndome posar, se aburren. No les interesa esta industria; les gusta el fútbol, la gimnasia, jugar, pintar… No son niños prodigio de Hollywood. Si me dijesen que quieren dedicarse a la moda, pensaría en ello, pero no ha sucedido.
¿Cómo es la vida de una top a los 40?
¡Fabulosa! Llevo muchos años en este mundo, he aprendido muchísimo y esa experiencia ha sido muy útil a la hora de diseñar mis colecciones. Además, ser madre me ha inspirado para crear mi línea Truly Scrumptious para Babies R Us. Y con mi colaboración con New Balance pretendo dirigirme a mujeres que quieren sentirse femeninas y sexies, aunque estén sudando en el gimnasio.
Vestido de organza y terciopelo con bordados y pedrería de Zuhair Murad (7.450 €).
Rankin
Es presentadora de un concurso para aspirantes a modistos. ¿Qué relación tiene con los diseñadores de moda?
¡Intento que sea estrecha! Es muy difícil estar unida a todos los creadores que me inspiran, pero tengo la suerte de mantener amistad con un puñado de ellos, como Michael Kors y Zac Posen. Este año he llevado un Versace a la fiesta de la fundación Elton John de la lucha contra el sida que se celebra durante la semana de los premios Oscar. Ese día, me lo pasé muy bien con Donatella. A Victoria Beckham la admiro muchísimo, pero sobre todo me hace ilusión mantener el contacto con los concursantes de Project Runway cuando acaba el programa. Me encanta ver cómo despegan. De hecho, en muchas ocasiones llevo sus diseños.
En estos tiempos difíciles, ¿por qué prestar atención a la moda?
Porque todo el mundo puede participar. Hay opciones para todos los bolsillos y es una forma creativa de probar cosas.
¿Cree que la industria textil actual habla de democratización?
Todos los sectores han tenido que adaptarse. Los cambios han mejorado el panorama. Ahora hay muchas más tendencias a disposición del consumidor. Zara y tiendas similares copian tan rápido que la gente puede llevar lo último sin gastarse mucho dinero.
Entonces, ¿frecuenta usted cadenas de moda pronta?
No voy de compras. Marion, mi estilista, lo hace por mí. Me trae cientos de prendas y luego yo elijo. Sabe lo que me va, porque trabaja conmigo desde hace siete años. De hecho, conoce mi armario mejor que yo, y, probablemente, ella tenga mejor gusto.
Heidi Klum lleva vestido de Herve Leger y pulsera de Carrera y Carrera.
Rankin
El disfraz que elige cada año para Halloween es uno de los más comentados. ¿Cómo empezó esta tradición?
Disfruto convirtiéndome en otra persona durante una noche. Muchas ven en esta fiesta una oportunidad para lucir un look sexy o provocativo. Pero para mí es una excusa para dar rienda suelta a mi creatividad. A principios de año empiezo a pensar en ideas. Para el verano, ya está todo organizado. Por supuesto, ya tengo mi disfraz de este año, pero es un secreto.
Uno de los que más repercusión tuvo fue el de anciana (en 2013). ¿Había en su elección un trasfondo de denuncia contra la obsesión por la juventud de la industria?
No quería hacer un alegato ni reivindicar nada en particular. Solo quería saber cómo sería mi aspecto a los 100 años. ¡Y me encantó! De todas maneras, no creo que se discrimine a las mujeres mayores en el mundo del espectáculo. Hay muchas actrices, como Judi Dench, que siguen trabajando.
Modelo, diseñadora, portavoz, productora, presentadora… ¿Le queda algo en el tintero?
Lo principal es que mis hijos sean felices. Todo lo demás para mí es secundario.
Vestido de Roberto Cavalli (c. p. v.) y sandalias de serpiente de Aquazzura (645 €).
Rankin
Minivestido de piel de Balmain (5.400 €) y anillo de diamantes de Chocrón (c. p. v.).
Rankin